Malas pasadas

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A primera hora, Koa se levanta y se asea, pero por la prisa del día anterior no pudo traer consigo sus objetos personales, por lo que se dirige a la habitación de Donovan. Toca, y él solo tarda un minuto en abrir, su cara al verla se contorsiona del disgusto, no la saluda.

—¿Dónde están tus modales, qué no aprendiste a saludar? —dice Koa ante su falta de educación. Pasa a la habitación sin importarle si él le da, o no su permiso.

—¿Qué quieres? —pregunta con desagrado.

—Eh, ¿tienes desodorante?

—Sí —responde sin interés mientras continúa vistiéndose.

—Regálame un poco.

Donovan abre los ojos de golpe, está chica es muy ocurrente, piensa, y supone que es solo una mala pasada de ella.

—Pero es de hombre —trata de negarse.

—Ah, no importa, prefiero oler a bato que a perro.

Donovan hace una cara de horror. «Imposible». La cara de él es todo un poema.

Koa se adelanta a tomar el objeto que supone que es el desodorante, y efectivamente lo es. Se lo unta sin medida.

—Oh, es neutro, sin aroma. Mejor —sonríe desvergonzadamente.

Él hace un gesto de repulsión.

—Te lo regalo —deduce que ella claramente hizo esto para molestarlo, y más que lo mira con esa sonrisa perversa. Entiende que será difícil soportar a está chica, por lo que mejor la esquiva con la mirada.

Más tarde se trasladan a una linda casa un poco retirada de la ciudad, la casa tiene grandes ventanales de cristal, con una linda vista hacia el bosque lleno de pinos verdes.

Donovan se marcha a dormir, a pesar que todavía no es de noche. Por su parte Koa se queda hablando con los empleados del lugar.

Al anochecer, Koa se dispone a hacer su cena, el chef del lugar se ofrece a hacerlo por ella, sin embargo, se niega, ya que esto arruinaría su fin.

Donovan sigue dormido, pero un apestoso humo invade a sus fosas nasales. Arruga la nariz y mueve la cabeza de un lado a otro esquivando el olor, no tarda en abrir los ojos y ponerse de pie. Inmediatamente, corre a escaleras abajo, le grita con una voz grave y áspera a los empleados del lugar.

—¿Quién maldita sea, es causante de ese olor asqueroso?

El asesor y los demás empleados se acercan y hacen una fila horizontal, bajan la cabeza.

—La señorita Koa, está preparando su cena —se atreve a hablar una empleada con cierta timidez.

—¿Y qué está cocinando? ¿A un muerto? ¡Abran las ventanas!

Tras él, el asesor moviliza a los empleados para que acaten la orden. Y Donovan se encamina a la cocina, de espaldas encuentra a Koa muy divertida friendo algo que apesta y que le irrita hasta la garganta, la toma de su hombro, aplicando rigidez en su agarre, la gira hacia él.

—¡Tú! ¿Qué estás cocinando? —exclama con furia.

Koa se sobresalta al ver su reacción, pero rápidamente se compone y le responde con una sonrisa inocente.

—Un delicioso estofado de higado, ¿quieres probar?

Donovan frunce el ceño, claramente molesto por la situación.

—¡No, gracias! Prefiero conservar mi sentido del olfato intacto.

Koa se encoge de hombros, sin darle importancia a su enfado.

—Es solo una comida, no es el fin del mundo, relájate.

Donovan la mira con incredulidad, sacudiendo la cabeza.

—¡Eres insoportable! —masculla mientras se aleja de la cocina, dejando a Koa riendo a carcajadas detrás de él— ¡Todos, limpien y desinfecten esa cocina! ¡Tienen diez minutos! ¡O se largan! —grita, y ordena con prepotencia a sus empleados.

Koa le llega por detrás.

—Uf. Pensé que te habías enojado, pero ya veo que simplemente así es tu personalidad, y así le hablas a la gente. De forma tan nefasta como tú.

Él engrana los dientes.

—Quisiera que nunca hubieras salido de la cárcel.

Golpe bajo. El buen humor de Koa rápidamente se esfuma, anuda la boca.

—Yo también, al menos... ¡Ya estarías muerto de no ser por mí! —estalla— ¡Por qué eres un maldito perro cobarde que siempre trae la cola entre las patas! ¡Idiota!

El asesor da un suspiro prolongado. Esto va para largo, se dice así mismo.

Adiestrando Al Enemigo (EN PAUSA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora