Cap # 1

438 39 204
                                    

10:35 pm

Departamento de Marcia

Marcia se encontraba en la cocina preparándose un té de manzanilla para el insonmio. Estaba a pocas horas de divorciarse de Esteban y este hecho la inquietaba muchísimo, tanto que llevaba días sin poder dormir tranquila.

Ese divorcio representaba el rompimiento del hilo delgado que la mantenía unída a él. Era un simple papel pero, al fin y al cabo, la unía a él.

A partir de mañana su vida iba a cambiar.

No debía sentirse como si aquello fuera algo drástico en ella, se trataba simplemente de legalizar su solteria. Sin embargo, sus tripas, su cerebro y su corazón se rehusaban a entender razones.

Cada vez que pensaba en que lo volvería a ver, las malditas tripas de su estómago se le revolvían haciéndola sudar un poco frío y su ritmo cardiaco se aceleraba de forma impresionante. 

Lo quería, todavía lo amaba. Negárelo a sí misma era estúpido.
Pero, también le guardaba un incurable rencor por su incredulidad en cuanto a su inocencia, la desconfianza de su paternidad con respecto a su hija menor, el hecho de haberla abandonado a su suerte durante veinte años y peor aún, de haber quitado la oportunidad de ver a sus hijos.

Estas heridas eran más dominantes en ella.

[...]

La pelirroja mantenía apoyado su cuerpo contra el mesón de la cocina tomando de su taza de té un tanto pensativa.

De repente, escuchó repetitivos toques a la puerta y al timbre.

—¡Marcia! ¡Marcia!

Oyó su nombre mientras caminaba para abrirle a sus hijos quienes acababan de regresar de una fiesta y que de seguro habían olvidado sus llaves como a veces solían hacerlo.

Sin embargo, se quedó perpleja cuando reconoció perfectamente la voz de quien la había llamado. Esa voz era inolvidable aunque perdiera la memoria.

El sonido del timbre y el ruido de los golpes en la puerta continuaban...

La pelirroja se giró dando media vuelta y al caer en cuenta de que aún sostenía su taza de té decidió ir a colocarla en el mesón de la cocina. En realidad, aquella acción había sido un mecanismo de huida.

Luego retrocedió llena de valor y finalmente le abrió.

Estaba despelucado, con la corbata muy desajustada, tenía los párpados un tanto caídos y su cuerpo tambaleaba un poco.

—¿Qué haces aquí? —lo cuestionó nerviosa—.

Él sonrió cínicamente y contestó. —Yo... —le tocó el mentón, pero ella lo evitó de inmediato— vengo a avisarte que mañana no vayas a la notaria...

—¿Por qué? —frunció ella su ceño—.

—Porque yo no pienso ir... —sonrió apoyándose en el marco de la puerta—.

—¡Estás borracho, Esteban! ¡Ni sabes lo que dices! —exclamó Marcia sorprendida ante su declaración—.

El moreno rió y le respondió. —Es que mañana amaneceré con mucha resaca y así no podré firmar los papeles... —dio de hombros—.

Atreverse a atreverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora