Cap #8

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[...]

Noche

Lucía oyó el timbre del departamento y se dirigió a la puerta. Cuando la abrió, sonrió al darse cuenta de quien se trataba.

—Hola, Iñaki... —lo saludó de beso—.

—¿Cómo estás, Lucy?

Al escuchar su cuestionamiento, ella se quedó un tanto seria.

—Lucy, ¿dije algo malo? —la volvió a interrogar desconcertado—.

La joven reaccionó negando con su cabeza. —No, sólo que... —hizo una leve pausa para buscar palabras sutiles—. No me gusta esa abreviatura de mi nombre, prefiero que me llamen <<Lucía>>.

Él asintió sonriéndole. —¡No te preocupes, Lucía! —ambos rieron—.

—Adelante, Iñaki. Estás en tu casa. —le indicó que siguiera con su mano—.

—Gracias, Lucía. —expresó el español entrando al departamento—.

¿Realmente le disgustaba que la nombraran de esa forma? ¿O detrás de aquello había algo más?

No podía mentirse a sí misma. Sólo una persona tenía el derecho de llamarla así. Incluso, lo había hecho durante veinte años. Aunque, no como siempre deseó.

Al contrario, una vez al año, al año un día, cuando ocurría un eclipse o cuando las primeras auroras boreales de marzo se dignaban a aparecer en el cielo noruego.

<<Lucy>> <<Lucy>> <<Lucy>>...

Añoró tantas veces esa palabra de su boca, añoró tantas veces esa palabra de la boca de su padre. Sin embargo, aquello sucedía exclusivamente cuando lograba pasar el examen de una asignatura compleja, cuando ganaba las competencias de voilebol en su escuela o cuando el día de su cumpleaños se hacía presente.

Por muchos años añoró profundamente ser llamada <<Lucy>> por él, sin necesidad de haber luchado por ello. Pero al fin y al cabo sólo fueron eso, simples añoranzas.

—Únicamente puede hacerlo ese señor... —murmuró volviendo a la realidad y cuando tuvo la intención de cerrar la puerta, se topó con Alba—.

—¡Hola, Lucía! —le dio un beso—. Espero no haber venido tan tarde, ya sabes, el tráfico se vuelve fatal.

—No te preocupes, Alba. Llegaste a buena hora, Hugo apenas se está alistando y mi mamá todavía no sale de la cocina preparando la cena.

—Iñaki... —agregó la española un tanto sorprendida—. ¡No esperaba encontrarte aquí! —se acercó para saludarlo—.

—Yo tampoco, querida. —le dio dos besos en cada mejilla—. ¡Pero qué casualidad más agradable!

—No, no es ninguna casualidad. Esta noche quise reunir a mis amigos y compartir un rato con ellos.

Ambos miraron a la pelirroja y sonrieron.

—¿Cómo estás, Marcia? —la cuestionó el español yendo hacia ella—.

—Muy bien, ¿y tú, Iñaki?

—Excelente. ¡Y llenísimo de trabajo como siempre! —los tres rieron—.

—¡Madre mía! —añadió la española—. Por cierto, ya que estamos hablando de trabajo, les tengo una excelente noticia.

—¿Es laboral? —preguntó Marcia—.

Alba esbozó una sonrisa y asintió con su cabeza. —Ayer fui ascendida en Lom-Ent como secretaria de presidencia.

—¡Felicidades, querida! —exclamó él abrazándola—.

Atreverse a atreverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora