Cap #3

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[...]

De un momento a otro, Marcia se despegó de su boca y retrocedió dando pasos de forma acelerada, tanto que chocó su espalda contra el coche del moreno que repentinamente encendió las alarmas.

Esteban sonrió e inconscientemente lamió sus labios a gusto.

Marcia aún seguía respirando con dificultad, aunque esta vez, producto de sus nervios. Mismos que aumentaron cuando percibió que él se acercaba.

—¿Qué sucedería si me vuelvo a comportar como un miserable contigo?

—No. Esteban, ni un paso más adelante, por favor. —le ordenó con su voz temblorosa—.

El moreno acató su petición y se quedó estático.

—No me busques más, por favor. Olvídate de que existo.

—Eso es imposible, Marcia. —le refutó con convicción—. El día que me olvide de ti es porque me he olvidado de vivir. En estos veinte años me ha sostenido tu recuerdo, muy apesar de creerte por muchísimos años la peor mujer del mundo. ¡Nunca! —exclamó fuerte esta última palabra—. Nunca te has ido de aquí... —palpó el lado izquierdo de su pecho—. ¡Te amo, Marcia! ¡Dios mío! ¡No tienes idea cuánto te amo!

Aquellas palabras gritadas por Esteban produjeron en ella que los latidos de su corazón resonaran ávidamente. Y que además, experimentara unas terribles ganas de lanzarse a su boca y llenarlo de besos. Sin embargo, prefirió guardar silencio y empender su camino. 

—¡Marcia! ¡Permíteme acompañarte!

La pelirroja volteó a verlo y le respondió con docilidad. —No. Conozco perfectamente el camino.

—¡Es tardísimo! ¡No puedes irte caminando sola! —le refutó yendo tras ella—.

La pelirroja comenzó a darse prisa para que no la alcanzara. No obstante, Esteban captó sus intenciones y también aumentó el ritmo de sus pasos.

—¡Así me toque perseguirte hasta la patagonia! ¡No te vas a librar de mi! —le habló fuerte—.

Al oír su respuesta, Marcia sonrió estúpidamente y de inmediato se obligó a cambiar su semblante. No debía causarle gracia eso. El moreno le estaba asegurando que jamás la dejaría en paz. Aquello no debería agradarle, sino disgustarle.

Lo encaró bastante seria.—¡Soy abogada! Si das un paso más, te juro que mañana mismo te haré llegar a tu empresa una orden de alejamiento.

Él sonrió cínicamente y se encogió de hombros. —No me importa...

Ella no pudo resistirse más y se echó a reír. —¡Ay, eres tan testarudo, Esteban!

El moreno tambien rió y se acercó a ella a pasos gigantes. —¿Por qué no te dejas querer, caray? —la cuestionó con dulsura acariciando su rostro—.

—Porque... —sus ojos se empañaron de lágrimas y respiró profundo— porque creo que nunca podré olvidar todo el daño que me hiciste. Aunque quisiera.

Esteban asintió con un ademán afirmativo y su semblante pasó a ser abstraído. —¿Realmente quieres olvidar todo el daño que te hice? Porque a veces me da la impresión de que no deseas hacerlo para no permitirte ceder ante mi y que luego tu orgullo herido se vea pisoteado.

—¿Me estás llamando orgullosa?

—Sí. —asintió con su cabeza medio sonriendo—. Sí lo estás siendo. Pero no te juzgo, Marcia. Tienes todo el derecho a rechazarme, a ponerme una orden de alejamiento y a no dejarte perseguir por mi, incluso hasta la patagonia. —ambos rieron—.

Atreverse a atreverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora