Cap #12

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Dicen que con el tiempo todo acaba en la vida, que lo que nace muere y que el amor termina. En mí todo es distinto, hoy que lejos te encuentras, me hiere la distancia, y anhelo pronto estar junto a ti.

~No te olvidaré, Ivan Calderón.

[...]

Una hora antes

Bufete de Abogados

<<No, yo no te odio y tú lo sabes. Sólo que por fin ya lo entendí, Marcia. Tú jamás me vas a perdonar y está perfecto... pero por favor, tampoco me vuelvas a buscar, ni por lástima, ni por caridad, ni si algún día te enteras de que en verdad me estoy muriendo... así como tú un día me lo dijiste, haz de cuenta de que no existo para ti... odíame si es necesario... pero por favor, no regreses más a mi vida. Y sé muy feliz, de todo corazón deseo que seas muy feliz... te lo mereces más que nadie en este mundo>>

Tres meses había transcurrido y aquel tan mordaz discurso continuaba retumbando en la cabeza de Marcia. Le resultaba muy frustrante tener que recordar involuntariamente la mayoría de sus miserables días las mismas palabras y por si fuera poco, en el tono exacto. Un tono un poco hiriente junto a una mirada adolorida.

Después de tres meses era absurdo seguir remando contra la corriente, era absurdo luchar contra sí misma para olvidarlo, era absurdo cuando el tiempo día tras día le demostraba que era imposible. Lo extrañaba. Negarlo o afirmar que por las noches, al presenciar su cama vacía, lo echaba de menos era absurdo. Y su habitación era fiel testigo de todas y cada de las lágrimas y sonrisas que afloraban en ella cuando pensaba en él.

Sin embargo, también era absurdo tratar de enmendar una relación irremediable. Más allá del amor que quizás aún podía emerger entre los dos, había un sentimiento fuerte y destructivo, el rencor.

Construir un futuro juntos no era más que una idea inalcanzable cuando ambos ni siquiera eran capaces de sanar sus más profundas e individuales heridas.

—¡Basta, concéntrate en el trabajo! ¡Para eso te pagan! —murmuró impotente ante su falta de atención y se reacomodó en su asiento para volver a manipular su computadora—.

[...]

Universidad Nacional Autónoma de México

—No, señorita, sí o sí debe presentar el certificado que demuestra que terminó la preparatoria.

—Por favor, ¿piensa que me lo estoy inventando? ¿Acaso no tengo cara —se señaló— de que hace unos años dejé de ser una adolescente y por lógica ya terminé mi prepa? —la cuestionó disgustada—. A ver, señora, le vuelvo a repetir, mi diploma de preparatoria se perdió. —se encogió de hombros—. Lo he buscado millones de veces, pero sencillamente no lo encuentro.

—Bueno, esta situación es una consecuencia de su falta de organización, señorita. Y yo también le repito que no la puedo inscribir en la carrera de Licenciatura en fotografía sin tener la documentación completa. Y menos sin el certificado de preparatoria que es uno de los más importantes.

Lucía suspiró sintiéndose muy frustrada y asintió con ironía. —Perfecto, como mande, señora. —le lanzó una disimulada mueca despectiva y salió de la oficina de trámites académicos—.

[...]

—¿Todo bien contigo, Lucía? —preguntó Hugo al contestar su llamada—.

—Más o menos. —hizo un puchero—. Hugo, no me dejan inscribirme a la carrera.

Atreverse a atreverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora