Cap #10

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Te daré la espalda con dolor, porque es triste ver que alguien se va. Al amor no se le puede obligar, cuando él dice <<ya no más>> darle libertad es lo mejor. Es tan deprimente renunciar, pero ya tomé la decisión, le donaré a la ciencia el corazón.

~ Un recuerdo que mata, Jean Carlos Centeno.

[...]

—Por cierto, tía. —la española se puso de pie yendo hacia su bolsa—.

—¿Qué?

—Esteban me dio esto... —sacó la caja—. Me pidió que se lo entregara a Lucía.

Marcia reconoció inmediatamente lo que Alba cargaba sobre sus manos y experimentó un leve sentimiento de culpabilidad. —La caja... —murmuró y trago saliva—. ¿Es la misma, no?

—¿Cómo? —la cuestionó caminando con dirección a ella—.

—¿No sabes que hay adentro, Alba? ¿Una pulsera, verdad? —la interrogó expectante—.

—Sí. Oye, ¿y tú cómo sabes?

—La caja era mía...

—¿Tuya? A ver, explícame, tía. No me has contado acerca de esto... —se sentó frente a la pelirroja—.

—Es cierto, no te he contado.

—¡Entonces habla mujer! —le sonrió con picardía—.

—Te aseguro que no es nada emocionante, así que no me pongas esa cara. —esbozó una sonrisa nostálgica—.

—¿La puedo ver?

—Claro.

La española destapó la caja y se asombró un poco al toparse con lo hermosa y sencilla que era.

—La pulsera que tienes en tus manos fue un regalo de Esteban, me sorprendió con ese lindo detalle el día del picnic...

—Oye, me habías dicho lo del picnic pero te saltaste esta parte. ¡Qué preciosa es! Es tan minuciosa, delgada y a la vez tan fina, elegante.

—Estamos de acuerdo, es realmente hermosa.

—¿Y entonces por qué la tenía él y no tú?

—Porque hace dos semanas se la devolví. Y antes de que me preguntes el porqué te lo diré... —sus ojos se empañaron—. No quería nada que me recordara a él. Me hace mucho daño.

Alba notó su semblante cabizbajo. —Es válido que lo hayas preferido así.

—Pero tampoco me pareció justo dársela a otro o botarla, y decidí devolvérsela.

—No, botarla no. Esto es literalmente una joya. —afirmó la española reparando la pulsera fascinada—.

—Sí, lo sé. —fijó su mirada en el objeto de plata—. Pero ya no me pertenece sino a Lucía.

—Tía, tu ex me pidió el favor de que se la entregara a Lucía personalmente y que de paso le ocultara que provenía de él, mejor dicho, que le echara una mentirita piadosa haciéndole creer que es un presente mío.

—Ah, ¿no quiere que ella sepa?

—No. Quizás porque tiene miedo de que también se la devuelva. —la pelirroja ciñió su boca asintiendo—. Discúlpame, Marcia, pero conociendo a mi cuñadita es lo más probable que suceda.

Marcia medio sonrió con tristeza. —No tengo nada que perdonarte, sólo eres franca.

—¡Hugo y Lucía son muy inflexibles, madre mía!

Atreverse a atreverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora