Cap #6

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Aquel cuestionamiento causó que Marcia aterrizara su mente y volviera de un sólo golpe a la compleja realidad. 

Reparaba a Esteban quien aún se hallaba encima de ella, respirando con un poco de dificultad y un tris sudado. La pelirroja se mantenía en silencio mientras una ola de pensamientos arribaban con velocidad a su cabeza.

Reaccionando ante su objetable situación, empujó al moreno con un tanto de brusquedad. —¡¿Qué estamos haciendo?! —expresó desesperada y confundida—.

Él se retiró de su cuerpo y optó por acomodarse en su respectivo asiento. Al levantar su espaldar, Marcia tomó rápidamente su bolsa, abrió de forma acelerada la puerta del coche y salió.

Esteban también imitó su acción y caminó hacia ella. —¡No te vayas! —la detuvo por su brazo—.

La pelirroja lo encaró y le respondió con su voz temblorosa. —¡Esteban, está claro que tú y yo ni siquiera podemos ser amigos! 

—Efectivamente, no podemos. ¿Por qué será?

—¿Acaso piensas que con un simple picnic, unas cuantas palabras de amor, —su voz se entrecortó— unos cuantos besos, —al repocharle esto las lágrimas afloraron en su rostro— y algunas caricias a mi se me va a olvidar todo lo que me hiciste?

El moreno se quedó callado.

—No quiero caer de nuevo de tu juego, no quiero perdonarte.

—Tu soberbia no tiene límites, Marcia.

—Así como tu estupidez tampoco la tuvo cuando me abandonaste, cuando dudaste de tu paternidad durante veinte años, cuando excluiste a Lucía de tu afecto y amor de padre, cuando me mataste en vida, y por si fuera poco, cuando regresé y no diste un peso por mi inocencia hasta ver las miserables pruebas.

—Yo nunca excluí a Lucía.

—¡Tú pensabas que era hija de Nicolas! —le recriminó—.

—Es cierto, la idea de sí realmente era mi hija o no me carmonió por veinte años pero, aún así yo siempre la quise como si tuviera la certeza de que lo era.

—¡Eso no es lo que Lucía dice! ¡Ella dice que tú siempre te llevabas mejor con Hugo, que interactuabas más con él y que fuiste un padre más ausente en su vida! —lo miró firmemente a los ojos—. ¿Vas a atreverte a negármelo?

Él asintió con su cabeza cabizbajo. —No te lo voy a negar, estos últimos años estuve más cerca de Hugo, pero no fue porque tuviera preferencias. En realidad, comencé a acercarme más a él desde el momento en que decidí inculcarle que siguiera mis pasos en Lom-Ent. Me convertí en su apoyo y además, convivía más tiempo con él porque trabajábamos juntos en la empresa.

—¿Y a qué edad empezaste a acercarte más a nuestro hijo? ¡Y quiero que seas franco! ¡No pienso tolerar una mentira más!

—Desde que inició su último año en la escuela. Tenía diecisiete años.

—¡Después de diecisiete años fue que te dignaste a acercarte más a él! —dijo un poco asombrada—. ¡Y con Lucía nunca intentaste hacerlo! ¡Mientras estuve en la cárcel jamás te imaginé siendo un padre ausente, Esteban! —exclamó decepcionada—. ¡Se supone que los alejaste de mi para protegerlos... ¿y tú qué?! ¡¿Qué hiciste tú?! ¡Tampoco los protegiste de ti, de tu amargura y de tu odio!

Los ojos del moreno se empañaron de lágrimas y le contestó. —Tienes razón, todo lo que me estás tirando en la cara es cierto. Ni buen padre supe ser. Pero algo si te aseguro, Marcia. ¡Yo amo a mis hijos! ¡Aunque tú, ni ellos, ni nadie lo crea, yo los amo! —el moreno sintió un gran nudo en la garganta y se quebró entre lágrimas—. Y siempre estuve convencido de... —exhaló para afianzar su voz— de que lo hacía bien y de que les daba lo suficiente. Ahora comprendo que fallé, pero en ese momento pensaba todo lo contrario.

Atreverse a atreverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora