Cap #4

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[...]

Esteban se hallaba en su casa un tanto inquieto. Esa noche, particularmente, echaba muchísimo de menos a su familia. A sus hijos, a su hermana y a ella.

Sí, Marcia Cisneros, su más grande tormento. La añoraba con desespero. Y creía que desearla y no tenerla consigo era uno de sus más merecidos karmas.

Sin embargo, se sentía lo suficientemente egoísta para insistir y seguir tras ella. No quería renunciar a ella, se negaba a renunciar a ese sentimiento que floreció en lo más profundo de su alma desde la vez que se perdió en aquel pueblo dos décadas atrás.

La quería a ella, sólo a ella y no se permitía darse por vencido. Además, la pelirroja le había desmostrado en más de una ocasión que su amor era correspondido, incluso, se lo había confirmado con palabras. ¿Entonces por qué no seguir luchando por ganarse su perdón y el derecho a ser amado sin reproches?

Por otra parte, no gozaba de la intención de presionarla. Al contrario, era lo que menos pretendía. No deseaba hacerla sentir mal, agobiarla, ser un parásito en su vida. Ser demasiado intenso podía arrojar consecuencias drásticas en la vida de ambos y aquello sí que no podría soportarlo.

Marcia le había prohibido enviarle flores. Le había pedido olvidarse de su existencia. Lo había amenazado con una orden judicial de alejamiento, pero también, le había succionado los labios y había buscado su lengua con la misma intensidad que él lo había hecho con la suya. Y luego le había confesado que jamás sería capaz de ponerle dicha orden.

En definitiva, sus más recientes acciones contradecían sus convincentes palabras.

¿Aquella paradójica situación le jugaría en contra o a favor?

[...]

Día siguiente

Bufete de Abogados.

—Licenciada Cisneros, afuera está una persona que solicita requerir de sus servicios urgentemente.

—¿Urgente? ¿No tiene cita agendada conmigo para hoy?

—No, Licenciada. Es un nuevo cliente, pero al parecer sí necesita ser atendido con urgencia.

—¿Qué hago, Dios mío? —musitó indecisa—. Debo hacer mil cosas antes de almuerzo, pero no me gusta negar favores. Maribel, dile que puede pasar a mi oficina dentro de quince minutos.  Mientras tanto yo terminaré de leer estos documentos.

—Perfecto, Licenciada. ¡Con permiso!

[...]

La pelirroja estaba manipulando su computadora muy abstraída y únicamente oyó el sonido de la puerta.

—¡Buenos días! ¡O quizás buenas tardes! Mucho gusto, soy la licenciada Marcia Cisneros, ¿en qué puedo ayudarle? —expresó con la mirada fija aún sobre su computadora—.

—Todavía no es medio día Licenciada Cisneros. —ella se quedó perpleja por un segundo y alzo su vista—. Falta media hora para que sean las doce. Mucho gusto, soy el empresario Esteban Lombardo. —contestó sonriente y le brindó su mano para saludarla—. 

Ella rió nerviosa y se levantó de su asiento. —¿Qué tipo de broma es esta?

—Licenciada, le ruego que por favor, no me deje con la mano estirada.

Marcia bajó su mirada, volvió a reír un tanto sorprendida y agitó su mano contra la de él. —Lo siento, no lo noté... 

—No se preocupe, Licenciada Cisneros. Comprendo que es usted una abogada tan ocupada que ni siquiera tiene tiempo para las cortesías.

Atreverse a atreverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora