𝑬𝒏𝒆𝒎𝒊𝒈𝒐𝒔 𝒆𝒏 𝒄𝒐𝒎𝒖𝒏.
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Uda movió los pies por todo el sitio afanada, las zapatillas le hacían arder las plantas, no sabía dónde estaba, así que siguió su entrenamiento instintivo y busco una principal. Porque si había cementerio, había avenida, y había centros comerciales o residencias.
Pedir ayuda no estaba en sus planes.
Así que caminó por horas, halló la calle principal, le ardían los ojos, su garganta se encontraba seca por la falta de líquido, pero siguió. No le importó que varios coches le pitaran, busco el centro de la ciudad caminando por debajo de los puentes, no hubo descanso.
Y como si lo hubiera predecido, halló el centro comercial, un montón de puestos de frutas y verduras. Las miradas no pasaban desapercibidas, así que buscó el baño de hombres y se metió a uno de los cubículos, un castaño entró, olía a ebriedad, la vió y sonrió de lado bajando la mirada a los pechos que se distinguían en la tela mojada.
—¿Estabas buscando compañía?
—Sí— lo dejó acercarse y luego le dobló la mano girando el brazo para inmovilizarlo, él soltó un grito cuando ella le quebró los dedos sin compasión y le dió un golpe secó en la nuca desmayándolo al instante.
Le quitó la ropa siendo rápida, se desnudó y se cambió disfrutando el calor, olía a alcohol, y gracias a lo que fuera, no era ropa sudada. Le robó los pantalones, y la cartera. Dejó el vestido en el suelo y salió a buscar comida, solo podría comer una vez, podría tomar un tren o un bus a los alrededores de Londres y poder encontrar una residencia barata allí.
Compró comida rápida y le preguntó a varias personas dónde había una estación de buses, le ayudaron a encontrarlo y compró un boleto a Camberwell y esperó toda la noche en una de las bancas.
—¿Señorita? —uno de los hombres de seguridad la llamó y ella giró— no puede estar aquí, hasta las seis de la mañana.
—Pero...
—Le pido que se retire o tendré que sacarla por las malas.
Ella abrió la boca, ¿qué iba a decir? Solo se apretó la ropa robada y salió fingiendo que conocía Londres. Necesitaba irse pronto, encontrar un lugar seguro, o viajar lo más rápido posible a Japón, dónde el líder de la Yakuza la ayudaría.
Sabía que el oponente de la Bratva estaba por ahí, los italianos no daban tregua, la familia con la que vivía tenía alianzas con el mafioso de Rusia, negándose a darle a los Halcones lo que querían (la última versión y más peligrosa del Hasse).
Uda estaba en terreno de la FEMF y mafia Italiana, ellos no dudarían en arrancarle los dedos si la hallaban y ella no estaba dispuesta a eso.
Los labios le temblaban del frío, varios chicos que parecían parte de una pandilla la miraron cuando ella decidió tomar uno de los callejones y la siguieron.
—¿Qué buscas? —se le acercó uno.
—Nada, gracias.
—Educada—se burló tomándola del brazo.
—¿Qué pasaría si quitamos ese pantalón? —el otro se hizo tras ella y apretó los labios, estaba agotada, pero pelear sabía, si no lo había hecho en el Mortal Cage era por astucia de escapar.
—Encontrarías un pene más grande que el tuyo, así que muévete—intentó devolverse.
Alguno de los cinco la tomó del cabello estrellándose contra la pared, Uda esperó un movimiento más para matarlos, pero a lo lejos se escuchó un tiro.
Ellos se apartaron y Uda volteó el cuerpo quedándose paralizada ante la figura imponente del que conocía de hacía unas semanas, quién sostenía con sus labios el cigarrillo, con la camisa entreabierta, una varilla en la mano derecha y un revólver en la izquierda, con la cara ladeada como un psicópata.
—A ti te estaba buscando, hija de perra.
Uda no esperó, movió las piernas y escaló la pared del callejón cerrado viendo como Legión hacía lo mismo tirando la varilla. El corazón se le aceleró y notó que habían un montón de tejas, estaba caminando encima de los techos.
Miró hacía atrás donde estaba su captor corriendo tras ella, se afanó saltando, dejando a Christopher con la cabeza hecha un lío.
Entonces supo que no era una simple hija de científicos, que no era un cordero blanco indefenso. Esperó y analizó a todos antes de huir, porque era más fácil engañar a Thomas que a Christopher quién sabía varios trucos.
El peso de Morgan duplicaba la probabilidad de caer al vacío, pues ella parecía tener mucho conocimiento de escapes y él bajó del techo corriendo por la acera, buscando a dónde iría.
Escuchó una teja quebrarse y supo que ahí estaba, así que a las malas entró a la casa vieja donde la rubia estaba levantándose con una pierna ensangrentada, lo vió y le tiró el objeto que se había roto a la cara. Christopher avanzó hacía ella embravecido.
Uda se movió más lastimándose la pierna derecha, pero emprendió huida, no iba a dejar que la capturasen.
La herida le ardía pues había sido un pedazo de vidrio el que le abrió la piel. No le importó a la hora de recoger otro empuñándolo para matar al tal Legión. Dejó que se acercará e intentara tomarla del brazo
—¿Pensaste que ibas a escapar así como si nada? —Morgan siguió caminando y Uda lanzó el primer tajó hacía arriba con el vidrio para luego tirar tres más apuntando a la cara de Christopher.
Él se lanzó hacía ella ya con el mal genio por fuera y como pudo, Uda se defendió, evitando el contacto directo con la herida de la pierna. Christopher logró que ella retrocediera lanzando un golpe a la rodilla, haciendo que la rubia lo maldijera lanzándole otro corte, pero él logró desarmarla poniendo el trozo en su garganta.
Ambos estaban agitados, fue una pelea aproximadamente de treinta minutos, la loción de Christopher la mareaba, y sus alientos se fundían debido a la cercanía.
—Vas a tener que matarme porque yo no voy a volver.
—No quiero tu maldito cuerpo, quiero el Hasse, el Hasse real.
—¿Cuál es tu obsesión por esa cosa? —intentó apartarlo, pero él solo clavó más el vidrio en su garganta— no entiendes nada, eres un novato en esto...
—La que no entiende nada aquí eres tú. Vendrán por ti tarde o temprano.
—¿Quiénes?
Christopher no respondió. No porque no supiera como hacerlo, o que decirle, sino porque por el rabillo del ojo captó un movimiento, el piquete de un cuervo que le hizo dar náuseas a Uda.
Antes de que pudieran reaccionar, las ventanas de la sala se rompieron en mil pedazos. Hombres vestidos de negro, con rostros cubiertos, comenzaron a entrar a la casa con armas en mano. Tanto Christopher como Uda los reconocieron.
Era la mafia italiana, y detrás de los Halcones, venía otro imponente asesino, mucho peor que Thomas Morgan, se hacía llamar Antoni Mascherano.
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MORTAL CAGE.
FanfictionChristopher Morgan es un fanatico de las peleas clandestinas, de las carreras ilegales y de todo lo antimoral. Con dieciocho años debe pensar en un futuro, no está dispuesto a renunciar a su apellido, pero tampoco a esclavizarse así mismo a su proge...