CAPÍTULO 18

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Ojos felinos.

Había pasado ya una semana después de la pequeña charla de Christopher y Uda, ella no lo miraba cuando los trasladaron a la casa de campo con tres camiones de seguridad tras ellos. Morgan evadió el tema pues había aceptado ante el soborno, solo que sus pelotas de macho herido no le permitían decirlo en voz alta.

Y Uda podía fanfarronear sobre ello.

Resumido: Alguien había herido el ego de Christopher Morgan con simples palabras.

Ella tenía control y poder. ¿Por qué quería el título del Mortal Cage? No tenía mucho sentido. No para él.

—Espero que puedas aclarar tu mente estas próximas veinticuatro horas y no te comportes como un capullo— espetó Alex, mirando su rolex antes de observar a su hijo quién tenía los ojos clavados en el camino.

El posible ministro pasó los ojos de él a Uda, quién parecía relajada, con un vestido rosa pastel, una gargantilla de fantasía en forma de mariposa y tacones bajos. El cabello ondeado le caía en el rostro y entonces la voz de su hijo lo hizo voltear.

—¿Por qué? Tanta mala fama de la mía te daría menos puntos a la candidatura ¿o qué?

Alex lo miró con cierta duda. —Uda, no te olvides de hacer lo que te dije hace unas horas.

Christopher no pudo evitar voltear a mirarla, solo que ella se mantuvo quieta.

—Claro.

¿Qué? ¿Qué era eso? La duda pasó por las expresiones del hijo de Alex, antes de que pudiera enamascararlas en la frialdad que le había enseñado Regina.

Uda sintió un escalofrío pequeño, el peso de la mirada de Christopher quién lucía serio. Obligó a su cuerpo a quedarse quieto y al llegar bajó sin recibir ninguna ayuda.

Una mujer de unos treinta y pico abrió la puerta, esda de harina sobre su delantal, tenía el cabello recogido, los ojos marrones resltaban como dos caramelos de chocolate, dos ojos que brillaron al ver a Alex, él no se preocupó por mirar atrás, solo se acercó a ella, como dos imanes.

Christopher blanqueó los ojos ante tal cursilería y decidió entrar a la mansión sin decir mayor cosa. Ella lo siguió en silencio antes de que la mujer se apartara de Alex y la mirará con algo que los Morgan no poseían.

—¿Quién está princesa?

Alex miró el sonrojo de Uda con diversión.

—No sé, preguntale a Christopher.

Ella le extendió la mano a Uda, admirando silenciosamente la belleza de la rubia, que parecía una muñequita.

—Sara Harts.

—Mi esposa—aclaró Alex.

—Ex esposa—ella no apartó la mirada de Uda quién alzó una ceja—. Solo trabajo aquí, con profesionalismo, soy la mejor cocinera del país.

Uda estrechó la mano de Sara y luego de un apretón firme la soltó.

—Uda, solo Uda, señora Harts—remarcó lo último arruinando la tarde a Alex, quién seguía dispuesto a recuperar el matrimonio perdido que había tenido con Sara.

—Me imagino que ha sido un viaje largo, ¿dónde está tu maleta?

—No tengo maleta.

Sara miró a Alex, quién se hizo el desentendido de cualquier charla que lo involucrará y entró a la mansión.

—Entiendo lo pesados que pueden ser los Morgan— comentó ella en un murmullo.

—Para nada— le sonrió Uda—. Si no le importa...

—Pasa— terminó de moverse de la entrada y cerró a sus espaldas.

El High Garden era inmenso. Las meras entradas lujosas, las terminaciones de los pisos, la mega mansión que daba un aire misterioso y sediento de codicia a la vez.

Sara la llevó hacía su habitación ubicada en el ala Oeste, Uda la siguió y una vez la mujer dejó de hablar hasta por los codos con entusiasmo, la rubia se dio el derecho de desmayarse sobre el colchón, permitiendo a su cuerpo, sentir el mínimo descanso.

***

Christopher tenía los músculos tensos, estaba listo para asesinar a alguien.

—Información de Antoni Mascherano, ¿si te dan las neuronas para procesar la sandez que me estás diciendo, Alex? ¿Y de dónde vamos a sacar esa jodida información?

—No me gusta tu tono.

—A mi no me gusta tu jodida cara.

Uda blanqueó los ojos.

—¿Quieres que entremos a uno de los moteles que dirige Antoni? —cuestionó ella y evadió el hecho de que Christopher se le sentó al lado empujándola con el hombro.

Alex asintió.

—Quiero que se preparen ambos.

—Que yo sepa, no trabajo para ti... —intentó refutar a su hijo.

—Cállate, no puedes salvarte tu propio culo y ya vienes a cuestionar mis decisiones.

—¿Qué necesitas que hagamos? —indagó ella.

—Prepararse, tienen cuatro semanas y media, quiero entrenamientos constantes, ¿quieres corregir tu historial criminal y mantenerlo bajo? —le preguntó Alex y Uda asintió con un ademán—. Bien, ahora estás en mis filas, como un soldado, como un cadete más.

—Bien.

Alex pasó la mirada huracán a Christopher quién seguía haciéndose el idiota.

—Si quieres decir algo dilo, no te comportes como un crío.

—Antoni no es el tipo de persona que deja sin vigilancia sus propiedades, Alex, es una tontería creer que nos vamos a meter, ni como infiltrados lo lograríamos, y no seré carnada de nadie allá.

—Se elaborará un plan con otras identidades, necesito que te hagas crecer la barba, necesito que luzcas como un hombre y no como un conejo malo que le gusta usar motos y chaquetas de cuero. Estás a puertas de los veinte, cumple tu papel de marioneta que es lo que más sabes hacer.

A Uda le molestó el comentario y notó la tensión de las manos de Christopher.

—¿Tienes una idea mejor, Legión? —recibió el café que Sara había preparado y se lo empinó. Christopher retuvo la sonrisa que se le quiso dibujar en el rostro debido a la cara de Alex, si antes parecía relajado y alegre, ahora sus ojos la aniquilaban.

Todos ahí sabían la razón.

A Alex le había quedado grande amarrarle la correa a Christopher. Y Uda lo notó, así que por más que luciera como una muñeca de porcelana, era peligrosa, una víbora en completo.

—Les serviré el desayuno.

—Gracias— comentó la rubia— ya se me estaba cerrando el apetito.

—No te preocupes, hice mi especialidad.

Sara le pasó los dedos por el brazo a Alex quién se medio relajó y Christopher miró a Uda con cierta curiosidad, y tensión también.

La rubia se metió el tenedor con la fruta a la boca y soltó un quejido placentero que llevó a Christopher a otro lado.

Sara no lo notó. Pero Alex sí.

Uda alzó la vista dándose cuenta que la miraban. —Lo siento, está muy rico.

Sara rió mostrando esa dulzura que ella no poseía. Christopher apretó con más fuerza el tenedor y ella se acaloró.

Había algo, algo entre ambos, algo flotando como una espesura que se solidifica. Ella podía sentir la mirada de Christopher, como si la estuviera tocando con lentitud, esos besos silenciosos que ella rechazó con la mente, pero con su cuerpo aceptó de a poco, fueron marcando el inicio de lo que sería la puerta al infierno carnal. 

MORTAL CAGE.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora