💫💫💫
Mensajes silenciosos.
Uno de los entrenamientos más fáciles para Uda era con navajas. Alex le dio tres guardias de su plena confianza para entrenarla.
De esas cuatro semanas, la primera fue la más silenciosa. Ella se dedicaba a leer, estudiando bombas, creación de armas, control biológico y sobre todo el cuerpo humano. Christopher apenas si le dirigía la mirada.
De vez en cuando se sentaban a la mesa, Alex notaba las miradas que su hijo le dedicaba a la rubia cuando ella no lo veía y viceversa. La tensión estaba empeorando cada vez más.
Ella pensó que se le pasaría la sensación que se presionaba contra su entrepierna al verlo entrenar, verlo comer, y hacer cosas que pasarían desapercibidas, pero ahora su maldita atención estaba en él, como si fueran un imán, a él le pasaba lo mismo.
Ambos lo sabían. En silencio.
El beso lo había cambiado todo, esa electricidad ahora no solo estaba en el aire, sino con las miradas. A ella se le alivianaba la saliva cuando sus miradas contenían la una de la otra, y para él, para él el tiempo se detenía cada que quedaban solos.
Algo sabía Christopher, no iba a aguantar tanto tiempo con el pecado por ahí, andando por su casa.
Esa noche Uda apartó todas las armas, se bañó y bajó a la sala con los músculos adoloridos por su entrenamiento en la parte baja de la casa.
Debían ir a uno de los clubes al siguiente día y su orgullo, que era muy parecido al de Morgan le gritaba que retrocediera ocho pasos, pues Christopher no auguraba nada bueno. Pero era inteligente y sabia como apartar el recelo de su egocentrismo con tal de salvar su propio trasero.
Sara había salido con Alex bajo la excusa de ir por aire fresco.
Christopher volvió a la media noche. Los truenos retumbaron alrededor de la mansión, haciendo visibles los árboles que se sacudían para allá y para acá. La notó mirando televisión, en el sofá, con una manta diminuta y un traje para dormir que parecía más un baby doll.
Bien. Quizá el atuendo no fue el mejor, pero ella solo lo percató cuando el aire se espesó de una manera inexplicable, la tensión se plasmó en el aire como si hubiese una tercera persona ahí con ellos. Ella apretó el control con su mano mientras él se quitaba la chaqueta de cuero, dejandose con un esqueleto negro que le resaltaba la apenas barba que le estaba saliendo por el momento.
Uda pasó saliva al notarlo acercarse, con los ojos fijos en el televisor.
Una pelea de boxeo. Eso era. Pero su cuerpo respondía ante la mirada de Christopher que le quemaba la piel. Él sacó una botella de agua del refrigerador y se sentó, un poco cerca. No estaba alcoholizado, pero parecía que ella lo drogaba con su mera presencia.
Las piernas kilométricas dobladas sobre el sillón marrón oscuro de cuero, una pequeña manta blanca y un diminuto traje para dormir de tirantas le crisparon la polla al hijo de Alex.
Su cuerpo lo llevó al sofá, pues no había otra explicación. Sus pupilas fueron a Uda, recorriendo con aspereza su mandíbula firme y marcada, su barbilla, el cuello expuesto, la piel dolorosamente expuesta, fijó los ojos en la tiranta negra como si la fuese a arrancar con la mirada y como si Uda lo supiera, su respiración se volvió más pesada, más superficial.
Latido.
Latido.
Latido.
Su corazón martilleaba con más fuerza.
Latido.
Latido.
Los oídos se le cerraron cuando la humedad la hizo apretar las piernas y ese fue el movimiento que desencadenó a Christopher. Apartó la botella, ella lo miró fijamente y él a ella.
Fue una conversación pendiente.
¿Si o no? Cuestionaron los ojos de Christopher.
Si. Ella no apartó la mirada.
Los ojos de Morgan brillaron antes de tomarla sin mucho esfuerzo con un brazo, rodeando su cintura y colocándola en su regazo.
¿Si o no?
El pecho de Uda se aplastó ante la interrogativa silenciosa que Christopher le hizo a boca cerrada. Tragó saliva dejando que él se pegara de su clavícula, pasándole la lengua, movimiento que la empapó en cuestión de segundos.
Christopher le apretó la carne del trasero, mordiendo la que quería con su boca. Los pezones de Uda dolieron y él, con mucho descaro los tocó con ambos pulgares, masajeando la tela fina que con un solo golpe caería, exponiéndola ante él.
No se besaron.
Ella solo dejó que las manos de Morgan recorrieran sus muslos, y notó la dilatación en sus pupilas, junto con la mandíbula tensa.
—Húmeda...
Ella movió las caderas con suavidad, contra ese exquisito bulto que se marcaba con cada giro, los hombros de Morgan se tensaron, su clavícula se marcó y ella se aferró al cuello de Christopher sin dejar de moverse, con lentitud.
Joder.
Christopher quería más.
Había algo en ella, en esa maldita jovencita que lo tenía extasiado. No era atracción solamente, era un gusto magnético que lo arrastraba a ella siempre. El cabello dorado la hizo ver más sensual en medio del baile erotico.
Estaban follando a ropa.
La respiración de Christopher titubeó ante la ondulación de ella, la recorrió con los ojos, las mejillas sonrojadas, los labios tentativos rosados, una belleza oscura oculta bajo la piel de cordero, prendió una llama ahí dentro.
Ella siguió cabalgando sobre el pantalón de Christopher, esa parte blanda de su sexo latiendo con fuerza, queriendo más y más. El dolor del miembro de Morgan empeoró dentro del jean, apretó los dientes remarcando esa bestia contenida y la instó con la mandíbula tensa a acelerar los movimientos.
Siguió tocándole los pechos fundidos en la tela de seda negra, quería arrancarle la ropa, follarla completamente. Que lo sintiera hasta el fondo.
Quería lamerla.
Los rayos relampagueaban con más fuerza en tanto ella echaba la cabeza hacía atrás y él se deleitaba con la vista: El cuello cremoso expuesto, los hombros de ella caídos, una de las tiras arrugada, cayendo con lentitud por el brazo, los pezones marcados, su cadera ondeando como una diosa sobre él.
Aceleró los movimientos, casi saltando sobre su regazo, le enterró las uñas a Christopher en los hombros y su coño se apretó, haciéndola gemir con fuerza. El cuerpo se le sacudió, el latigazo en el pecho le sacó el aire y quedó suspendida en medio del éxtasis durante unos segundos.
Volvió a mirarlo y notó que estaba sudando, tenía la respiración agitada, los labios entreabiertos y los ojos grisáceos como una rafaga que quería todo menos detener lo que fuera que pasará ahí.
El tórax crujió bajo el silencio. Él pasó uno de sus dedos por la tiranta que yacía a mitad del brazo de Uda, sin despegar los ojos de ella.
¿Si o no?
Ella entendió la pregunta.
Pero antes de que pudiera responder la puerta se abrió y ella se levantó, como si el tacto de Christopher la quemara, tomó la manta cubriendose con rapidez y se perdió en la oscuridad de la mansión, huyendo de la pregunta que no demoraría tanto tiempo en ser respondida.
💫💫💫
ESTÁS LEYENDO
MORTAL CAGE.
FanfictionChristopher Morgan es un fanatico de las peleas clandestinas, de las carreras ilegales y de todo lo antimoral. Con dieciocho años debe pensar en un futuro, no está dispuesto a renunciar a su apellido, pero tampoco a esclavizarse así mismo a su proge...