Capitulo 24. Confesión en clave menor

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El jueves llegó, paseaba por los corredores hasta que me pareció ver algo en una de las paredes, me detuve pensando que era una cartelera como la del otro día, nunca había visto ese letrero, comencé a fijarme en todo lo que había en él, murales repletos de símbolos de paz, posters llamando a la solidaridad entre las personas, e inclusive mensajes y compromisos escritos a mano por algunos estudiantes, pero lo que en su momento me dio más asco, y ahora decepciona, era un letrero en contra del bullying en todas sus formas <<Miles tiene razón, menuda banda de hipócritas hay en North Boulevard, todos están cuando se triunfa pero la gente te la da espalda por cualquier malentendido>> pensé. En ese momento mi celular vibró, lo saqué del bolsillo, al ver que era un mensaje de Pete y no uno de burla como últimamente me enviaban, lo revisé.

Hola Waylon, puedes venir al club? Tenemos algo que creemos que podría interesarte ✔✔

✔✔Claro, estaré ahí enseguida

Cambié de dirección y me dirigí al club, al entrar vi que las luces estaban apagadas, me pareció raro, siempre están encendidas a menos que no hubiera nadie.

- ¿Pete? - Dije forzando mis ojos intentando ver entre la penumbra. Respiré hondo, capté el olor familiar del papel y tinta, ese salón de cuatro paredes era mi santuario, y en estos momentos, de lo poco que no había cambiado desde el lunes sujeté el picaporte de la puerta y entré, mi mochila colgaba despreocupadamente en uno de mis hombros.

- ¡¡Sorpresa!! - En ese instante las luces se encendieron y vi colores vibrantes de confeti, Alisson y Pete tenían una pequeña caja en sus manos, me quedé sin palabras.

- Pete y yo queríamos darte algo para subirte el ánimo en estos días - Dijo Alisson entregándome la caja.

- Wow, no dieron molestarse - Abrí la caja con cuidado, desatando el lazo, intenté no romper el papel pero de todas formas se rasgó un poco, mis ojos se abrieron y una sonrisa se dibujó en mi cara, dentro había una grabadora profesional de periodismo, un dispositivo elegante y de alta gama, en el pasado la había visto en artículos y documentales de famosos periodistas; la tomé con cuidado, era algo pesada, pero valía la pena - ¿Es una...

- COCONISE?, si, Pete fue el que la escogió - Dijo Alisson simulando modestia.

- No por nada soy el camarógrafo, pensamos que sería útil para todas las entrevistas y reportajes que hacemos - Tenía un tono carismático en su voz.

- Y también, una forma de expresar nuestro apoyo, sabemos que lo que pasó no fue fácil - Alisson me miraba con compasión.

- Muchas gracias chicos, no sé qué decir - Me sentí conmovido por sus palabras, en ningún momento me imaginé este escenario, extendí mi mano para un apretón.

- Ay deja las formalidades presi - Comentó Alisson para que luego ambos se abalanzarán sobre mí, no soy mucho de contacto corporal, asique correspondí el abrazo grupal como pude.

Sentí el apoyo y la confianza de mi equipo, su aprecio por lo que hacíamos juntos e inclusive por mí. No lo negaré, soy desconfiado, Miles es el único a quien considero mi amigo, y con solo cuatro días me he vuelto más desconfiado aún, pero Alisson y Pete parecen ser ahora las únicas personas transparentes en el instituto aparte de Miles.

Pasé lo que quedaba del día en el club, no me considero alguien que hable, incluso cuando estoy con Miles soy el que escucha, no tanto el que habla, esa tarde me di cuenta que tengo muchas cosas en común con Pete y Alisson.

- Cuantas veces han escrito tu nombre mal? - Pregunté sin pensarlo, algo que no suelo hacer.

- Muchas veces - Me respondió relajada.

- Te compró Allison con dos eles o incluso con una, pero la verdad, con doble s es raro - Aclaró Pete.

- Lo que digas, Peter - Pronunció mirándolo y haciendo énfasis en la r, yo por mi parte solo pude reírme, en ese momento sonó la campana, nos despedimos y cada quien tomo por su lado, era la última hora entonces fui a casa, ese día Miles no pudo acompañarme, por lo que caminé solo.

- ¿Qué tal tu día? - Al entrar mi madre me saludó desde el sillón de la sala, tenía su computadora en las piernas.

- Bien - La abracé y di un pequeño beso en la mejilla, vi de reojo la pantalla, estaba buscando grupos de alcohólicos anónimos, después de lo que paso esa noche en el Liberty Club se dispuso a buscar ayuda.

- Le pedí a tu padre que bajara el piano del ático - Me acordé de que en tres semanas sería el festival y no había practicado.

- Gracias - Aunque quisiera decirle que me molestaba que le hubiera dicho al director, me sentía culpable, no quería hacerme daño, solo lo mejor para mí.

Subí mi cuarto y al abrir la puerta vi enfrente de mi cama aquel instrumento que no veía hace años, apreté más fuerte mi mochila y volteé a ver las partituras que ya hacían en el buró, solté el moral y lo dejé en el suelo, las sujeté con ambas manos para después dejarlas en el atril; me senté y me detuve a detallar el instrumento, perfectamente desempolvado, toqué algunas notas, funcionaban bien. Gran parte de los recuerdos de mi infancia han sido borrados de mi mente o simplemente nunca pasaron, desearía que mis lecciones de piano de pequeño también les hubiera pasado lo mismo, si bien mi padre es el más severo de los dos, mi mamá no se queda atrás cuando hablamos de perfección, antes no lo entendía, de hecho abrí los ojos esa noche que fui al cine con Miles, no había problema que usara gafas ni tampoco el usar lentes de contacto me hacía ver menos atractivo, ambos demandan la perfección a su manera. El piano no era una excepción. Los días estaban llenos de largas horas de práctica forzada, bajo la mirada severa de mi madre. Cada error, cada nota desafinada, se encontraba con reprimendas y miradas de desaprobación. Cerré los ojos, intentando ahogar esos recuerdos, respiré profundo y dejé que mis dedos cayeran sobre las teclas. Las primeras notas resonaron en el cuarto suaves y melancólicas.

Y así pase la tarde que, por cierto, se me hizo eterna, practicando para aquel día del festival. Admito que no quería que llegara el día siguiente, no tenía ganas de ir al colegio y encontrarme con Theo y Mark, después del incidente del baño, no negaré que me volví un poco cobarde, no tendría todo el tiempo a Miles conmigo, y yo no tenía oportunidad contra dos jugadores del rugby. Cogí el móvil para encenderlo últimamente hablaba más con Miles e inclusive a veces releía nuestras conversaciones, quería saber si me había escrito algo, mandado alguno de sus stickers hilarantes, cualquier pequeño detalle de esos me hacía feliz.

Me levanté y lancé sobre mi cama, mi mente no dejaba de girar en torno a todo lo que estaba pasando, toda la escuela odiándome, el video revelado enfrente de todo el mundo, Theo y Mark encima de mí para silenciarme porque sé algo turbio de ellos y lo peor que mi corazón le pertenece él, a Miles. Cada recuerdo de nuestras risas compartidas, de sus ojos brillantes cuando hablaba apasionadamente de sus competencias o sobre algo que le importaba, y de los momentos en que nuestras manos se rozaban accidentalmente, como aquella vez después de un juego, sentía una punzada en el pecho. Era un sentimiento que no podía compartir con nadie, un secreto que me carcomía por dentro.

Gustar de tu mejor amigo. Qué cliché, ¿Verdad? Pero los clichés existen por una razón, supongo. Había escuchado y visto innumerables historias sobre chicos y chicas que se enamoran de sus mejores amigos, tanto las veces que Alisson cuchicheaba con Pete, aunque a este no le importara, como en las comedias románticas que había visto, siempre pensé que jamás me pasaría a mí. Pero aquí estaba viviéndolo en carne propia.

Tomé una respiración profunda y dejé escapar un suspiro, tratando de aliviar la presión en mi pecho. Las palabras que no podía decir en voz alta resonaban en mi mente, una y otra vez. "Estoy enamorado de ti."

Cerré los ojos, no podía evitar imaginar cómo sería confesarle mis sentimientos. La imagen de su rostro, de su posible reacción, me llenaba de ansiedad. ¿Se apartaría de mí? ¿Me miraría con disgusto? ¿O simplemente se reiría, pensando que era una broma? llevamos tanto tiempo siendo amigos que, si en remoto caso a Miles les gustaran los hombres, y sí yo le gustase a él, ya me lo habría dicho, o hasta quizás lo hubiera notado. Prefería tenerlo todos los días como amigo a perderlo.

El miedo al rechazo era paralizante. Pero lo que más me dolía era la idea de perder su amistad. Su presencia en mi vida llenaba mis días de alegría, y la idea de que todo eso pudiera desmoronarse por mis sentimientos era insoportable.


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