❛ CAPÍTULO 12: 8-BIT STATION ❜
23 de octubre, 1984
Merry Hills, Texas
El lago Caddo albergaba algo más trascendental que cipreses calvos, cormoranes, ciervos y mapaches; y era la ambigua historia que le predecía. Los nativos americanos poblaron la zona en tiempos preliminares al arribo de los europeos, y la misma sintió en sus tierras el brío de las suelas, cascos y espuelas de contendientes y corceles que participaron en numerosas batallas durante la época de la Guerra Civil.
Y era, también, el destino seleccionado para el viaje recreativo de otoño de 1984 para los juniors y seniors de Merry Hills High.
—Al menos no es el Hoyo en la Roca —decía mi padre. Yo apenas podía mantenerme despierta luchando contra la desorientación que albergaba mi mirada lánguida, consecuente al desapego extremo hacia el entorno que venía sufriendo desde el sábado. Así que no respondí.
Continué doblando la ropa que había sacado de las gavetas de maneras no tan inspiradas por el entusiasmo, pero lo suficientemente productivas como para guardar las pertenencias que llevaría al viaje del fin de semana. Papá había insistido en preparar el bolso con antelación dado a mi tendencia a recordar haber olvidado algo a último momento, cuando el autobús ya había arrancado; de modo que alistar el equipaje tres días antes me daba el tiempo suficiente para pensar en las posibles cosas que podría estar dejando por fuera.
Cogí entonces la bufanda que yacía colgada del copete de la cama. La doblé y la metí en un bolsillo del morral.
—Es una bonita bufanda —observó él—. ¿De dónde la sacaste?
—De Roddy's —la verdad es que no me pensé mucho la respuesta. Sólo me referí a la tienda de segunda mano del centro.
—Mm-jú. Escuché que Santa Claus volvió a pasar por aquí la semana pasada y olvidó limpiar un camino de agua desde la entrada hasta tu habitación.
Es algo molesto cuando la gente ya sabe algo y decide jugar a ver hasta dónde les miento, porque siempre termino cayendo. Así que lo ignoré, de nuevo.
—¿Por qué de pronto el hijo de los Marvin te está enviando obsequios y poniéndote a balbucear, Beverly?
—¿A balbucear?
—Sí, en el mercado. Eres una habladora por naturaleza. Es decir, una cosa es hacerte un regalo, y otra es ponerte a ti a balbucear.
—Sólo somos amigos, papá.
—«Amigos» —bufó. Lo dijo con el mismo tono con el que critica a los mecánicos cuando no reparan bien el auto.
Fruncí el ceño al tiempo que cogía un paquete de galletas de granola y lo metía en el envase de aperitivos. En definitiva, ignorarlo pareció ser lo mejor luego de sopesar las alternativas; sin embargo, no pude evitar tornarme enfadada hacia él tan pronto como lo escuché decir:
—Creo que deberías regresárselo.
—¿Qué?
Bo apuntó a la cama con el índice.
—El walkie-talkie. Y también la bufanda.
—Pero...
—Tú eres la chica, Lily, y él sólo llegará hasta donde tú se lo permitas. Quieras o no, tienes una reputación por mantener. Lo último que necesitamos es discordias con familias de su rango.
Te juro que no pude advertir en qué momento las lágrimas me habían envuelto los ojos. ¿Es que acaso crecer también significaba encarar esa faceta de papá que tanto daño le provocó a Colton en algún momento?
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Uno es multitud #PGP2024
Teen FictionEs 1984 y Beverly Kane está convencida de que sus sobrecargas sensoriales derivan en desastres telequinéticos. Beverly tiene dieciséis años y tendrá que bregar con una serie de dilemas que implica la búsqueda de todos los plurales que la componen, a...