3

4.1K 199 13
                                    


La casa estaba en silencio. Habíamos terminado las tareas y Santiago y Valeria se habían ido hace rato. Con mis papás fuera y Dina acompañándolos, el ambiente en casa era muy diferente. Había una libertad inesperada, pero también una sensación de responsabilidad que a veces resultaba abrumadora.

Mientras bajaba las escaleras, escuché el sonido de la ducha en el baño del pasillo. Richard estaba ocupándose de sus asuntos, lo que me dio una idea. Decidí que era el momento perfecto para curiosear un poco en sus cosas. No estaba segura de por qué lo hacía, tal vez era la curiosidad o simplemente quería saber más sobre el misterioso joven que ahora formaba parte de mi vida.

Entré en el cuarto de huéspedes donde Richard se hospedaba. La habitación estaba ordenada, con pocas pertenencias esparcidas. Una mochila negra estaba apoyada en la esquina, parcialmente abierta. Me acerqué y, con cuidado, empecé a revisar su contenido.

Dentro, encontré ropa deportiva, una toalla, y un cuaderno de cuero. La curiosidad se apoderó de mí mientras tomaba el cuaderno y lo abría. La mayoría de las páginas estaban llenas de notas sobre entrenamientos y tácticas de fútbol, pero una sección del cuaderno estaba dedicada a algo más personal.

Leía una entrada que hablaba sobre su vida en Brasil, sus dificultades para adaptarse al idioma y la cultura, y el profundo deseo de volver a Colombia. Había menciones de su papá, el amigo de mi propio papá, y la razón por la cual se encontraba de nuevo en su país natal. Pero lo que más me llamó la atención fue una página que detallaba un sueño que Richard tenía desde niño: abrir una escuela de fútbol para niños desfavorecidos en Colombia.

Antes de que pudiera leer más, escuché pasos acercándose. Cerré rápidamente el cuaderno y lo guardé en su lugar, justo a tiempo para ver a Richard entrar en la habitación.

—¿Qué haces aquí? —preguntó él, levantando una ceja.

Sentí que el calor subía a mis mejillas. —Eh... nada. Solo estaba... —busqué una excusa— viendo si necesitabas algo.

Richard me miró con una mezcla de sospecha y diversión. —¿Revisaste mis cosas?

Negué con la cabeza demasiado rápido. —No, no. Solo quería saber si necesitas algo para la cena.

—Ajá —respondió él, claramente sin creerme. —Bueno, gracias. Pero no necesito nada.

Me dirigí hacia la puerta, pero antes de salir, me volví y dije: —Vi tu cuaderno. El de cuero. No leí mucho, solo algunas cosas. Pero... creo que tu sueño es increíble.

Richard me miró fijamente durante un momento, luego suspiró. —Sí, es algo que he querido hacer desde hace mucho tiempo. No es fácil, pero es algo que me importa mucho.

Sonreí ligeramente. —Creo que podrías hacerlo. Eres bastante impresionante, sabes.

Richard sonrió de vuelta. —Gracias, Daniela. Ahora, salgamos de aquí antes de que termines de descubrir todos mis secretos.

Ambos nos reímos y salimos de la habitación, dejando atrás un pequeño pero significativo puente de conexión entre nosotros.

Más tarde esa noche, después de la cena, estábamos en la sala viendo televisión. Richard se veía relajado, con una taza de tinto en la mano.

—¿Entonces siempre quisiste ser futbolista? —le pregunté, tratando de conocerlo mejor.

—Sí, desde chiquito siempre soñé con jugar profesionalmente —respondió, con una sonrisa nostálgica—. Pero no fue fácil. Hubo muchos obstáculos en el camino.

—¿Como qué? —insistí, intrigada.

Richard se acomodó en el sofá, mirándome con una expresión más seria. —Bueno, para empezar, mi familia no tenía mucho dinero. Mi papá trabajaba duro, pero a veces apenas alcanzaba para lo básico. Y luego, cuando me mudé a Brasil, tuve que adaptarme a un nuevo país, un nuevo idioma... fue un choque cultural.

—Debe haber sido muy difícil —dije, sintiendo una nueva admiración por él.

—Lo fue, pero también aprendí mucho. No solo del fútbol, sino de la vida. Y ahora, quiero devolver algo de lo que he recibido. Por eso sueño con abrir una escuela de fútbol para niños que, como yo, no tuvieron muchas oportunidades.

Me quedé en silencio, asimilando lo que había dicho. Había mucho más en Richard de lo que parecía a simple vista.

—Eso es muy noble de tu parte —comenté finalmente—. Creo que puedes lograrlo.

—Gracias, Dani —dijo, sonriendo con gratitud

—. Oye, ¿quieres ver un partido, mañana jugare puedes traer a tus amigos y así les presento a los míos

— puede ser.

mi niñero || richard rios Donde viven las historias. Descúbrelo ahora