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Una tarde, mientras Richard y yo paseábamos por el parque, decidimos que necesitábamos un poco de tiempo para nosotros. Así que organizamos una pequeña escapada a una cabaña en las montañas, un lugar tranquilo donde podríamos relajarnos y disfrutar de nuestra compañía sin la presión constante de ser observados. Sabíamos que necesitábamos este tiempo para fortalecer nuestro vínculo y asegurarnos de que realmente estábamos construyendo algo sólido.

Llegamos a la cabaña al atardecer. El lugar era perfecto: rodeado de árboles y con una vista impresionante del valle. Pasamos el primer día explorando los alrededores, cocinando juntos y simplemente disfrutando de la tranquilidad. Fue una especie de respiro después de tanta tensión acumulada.

Al segundo día, mientras caminábamos por un sendero boscoso, Richard tomó mi mano y me miró con una seriedad que rara vez veía en él.

—Daniela, he estado pensando mucho en nosotros y en todo lo que hemos pasado. Sé que no ha sido fácil, pero quiero que sepas que estoy aquí para quedarme. Quiero que construyamos algo real y duradero.

Sentí un nudo en la garganta. Las palabras de Richard confirmaban lo que yo ya sabía en mi corazón, pero escuchar su compromiso me llenó de una emoción abrumadora.

—Yo también quiero eso, Richard. Quiero que estemos juntos y que enfrentemos todo lo que venga. No quiero ocultarnos más.

Nos abrazamos, sintiendo una conexión más profunda que nunca. Esa noche, bajo las estrellas, hicimos un pacto de estar siempre el uno para el otro, sin importar los desafíos.

De regreso a casa, nos encontramos con una situación inesperada. Mi hermana, que había sido nuestro mayor apoyo, había empezado a tener problemas en su relación. Su novio, con quien llevaba varios años, había empezado a comportarse de manera distante y evasiva. Ella estaba devastada, y yo sabía que necesitaba mi apoyo tanto como yo había necesitado el suyo.

—Dani, no sé qué hacer. Siento que todo se está desmoronando —me confesó una noche, con lágrimas en los ojos.

—Voy a estar aquí para ti, hermana. Vamos a superar esto juntas, como siempre lo hemos hecho.

Mientras intentaba ayudar a mi hermana a lidiar con su dolor, Richard y yo seguíamos trabajando en nuestra relación. Mis padres, aunque aún cautelosos, empezaron a ver cuánto esfuerzo poníamos en nuestra relación y comenzaron a relajar sus estrictas vigilancias. Incluso, en una cena familiar, mi papá hizo un intento por conocer mejor a Richard.

—Richard, cuéntame más sobre tu familia y tu vida antes de conocernos —le preguntó mi papá, con una voz más amable de lo habitual.

Richard sonrió, agradecido por el esfuerzo de mi papá.

—Bueno, vengo de una familia grande. Mis padres siempre nos inculcaron la importancia de la honestidad y el trabajo duro. He tenido mis altibajos, pero siempre he intentado aprender de cada experiencia.

La conversación fluía con más naturalidad y, por primera vez, sentí que había esperanza para que todos nos lleváramos bien.

Un fin de semana, decidimos organizar otra pequeña reunión en casa, esta vez con la familia de Richard. Quería que todos se conocieran y entendieran de dónde venía él. Su familia era cálida y acogedora, y pronto llenaron nuestra casa con risas y anécdotas.

—Daniela, tienes una familia maravillosa. Estamos felices de que Richard haya encontrado a alguien como tú —me dijo su madre, tomándome de las manos con afecto.

Ese día, sentí que estábamos construyendo no solo una relación, sino también un puente entre dos familias. El camino no había sido fácil, pero estaba claro que valía la pena cada momento de lucha y sacrificio.

Esa noche, mientras Richard y yo nos despedíamos en la puerta de mi casa, me di cuenta de cuánto habíamos crecido juntos.

—Estamos haciendo esto, Richard. Estamos realmente construyendo una vida juntos —le dije, con una sonrisa.

—Sí, Dani. Y solo es el comienzo —respondió él, besándome suavemente bajo la luz de la luna.

mi niñero || richard rios Donde viven las historias. Descúbrelo ahora