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Un mes después de nuestra mudanza, la vida en la nueva ciudad comenzaba a tomar forma. Richard estaba ocupado con su nuevo trabajo, que parecía exigir más de él de lo que habíamos anticipado, pero estaba feliz. Y yo, aunque enfrentaba la incertidumbre de estar en un lugar desconocido, empezaba a sentirme más cómoda cada día.

Esa mañana, mientras desayunábamos juntos, Richard dejó su taza de café sobre la mesa y me miró con una sonrisa que no había visto en semanas.

—Dani, tengo una sorpresa para ti —dijo, su tono lleno de misterio.

—¿Sí? ¿Qué es? —pregunté, mi curiosidad despertada.

—Hoy no tengo que trabajar. Tomé el día libre para nosotros. Pensé que podríamos explorar la ciudad juntos —respondió, su sonrisa ensanchándose.

Mi corazón dio un vuelco de alegría. Habíamos estado tan ocupados que no habíamos tenido tiempo para nosotros mismos.

—¡Eso suena increíble! —dije, devolviendo la sonrisa—. ¿Dónde quieres ir primero?

Pasamos el día recorriendo las calles llenas de vida, visitando museos, probando la comida local y simplemente disfrutando de la compañía del otro. Era el tipo de día que recordaba por qué habíamos tomado la decisión de mudarnos juntos. Todo parecía perfecto, hasta que una llamada inesperada cambió el rumbo del día.

Richard respondió su teléfono y su expresión se volvió seria al instante.

—Sí, claro, estaré allí en una hora —dijo antes de colgar y mirarme con disculpa en los ojos.

—Lo siento, Dani, pero hay una emergencia en el trabajo. Tienen un problema que solo yo puedo solucionar. Prometo que no tomaré mucho tiempo —dijo, claramente contrariado.

Aunque estaba decepcionada, sabía lo importante que era su trabajo para él.

—Está bien, Richard. Ve, te esperaré aquí —dije, tratando de sonar comprensiva.

Mientras él se dirigía al trabajo, decidí explorar un poco más por mi cuenta. Terminé en un pequeño parque que había pasado por alto en nuestra caminata. Me senté en un banco y observé a la gente pasar, preguntándome cómo sería nuestra vida en los próximos meses.

Fue en ese momento que una mujer se sentó a mi lado. Tenía una mirada amigable y una energía cálida.

—Hola, me llamo Elena. ¿Eres nueva en la ciudad? —preguntó, rompiendo el hielo.

Le conté brevemente mi historia, y ella escuchó con atención. Resultó que Elena también había pasado por una mudanza reciente y entendía perfectamente lo que estaba sintiendo.

—Es difícil al principio, pero te prometo que mejora. Esta ciudad tiene mucho que ofrecer, y estoy segura de que encontrarás tu lugar aquí —dijo con una sonrisa alentadora.

Elena y yo intercambiamos números de teléfono y prometimos mantenernos en contacto. Fue un encuentro fortuito, pero sentí que había ganado una nueva amiga, alguien que podría ayudarme a navegar por esta nueva etapa de mi vida.

Más tarde, cuando Richard regresó, parecía agotado pero aliviado.

—Lo siento mucho, Dani. Realmente no quería dejarte sola hoy —dijo, abrazándome con fuerza.

—No te preocupes, amor. Hice una nueva amiga mientras estabas fuera —le dije, y sus ojos se iluminaron.

—Eso es genial, Dani. Me alegra que estés empezando a sentirte más cómoda aquí —dijo, besándome en la frente.

Nos dirigimos a casa, y esa noche, mientras nos acurrucábamos en el sofá, supe que, a pesar de los desafíos, habíamos tomado la decisión correcta. Estábamos construyendo una vida juntos, paso a paso, y cada día nos acercaba más a nuestros sueños compartidos.

mi niñero || richard rios Donde viven las historias. Descúbrelo ahora