La fiesta de cumpleaños de Valeria había sido un éxito rotundo. Nos habíamos divertido tanto que nos quedamos despiertos hasta tarde, riendo y disfrutando cada momento. Richard y yo estábamos agotados, así que nos fuimos a la cama sin pensar en nada más.
A la mañana siguiente, desperté lentamente. Sentí el calor del cuerpo de Richard junto al mío y sonreí. Pero esa tranquilidad se rompió de golpe cuando escuché la puerta de la entrada abrirse con fuerza.
—¡Daniela! —la voz de mi madre resonó por toda la casa.
Me levanté de un salto, dándome cuenta de que estábamos semidesnudos y enredados en las sábanas. Richard también se despertó, alarmado.
—¡Mierda, llegaron antes de lo que esperábamos! —dije, tratando de encontrar mi ropa rápidamente.
La puerta de mi habitación se abrió de golpe y allí estaban mis padres y mi hermana, todos con expresiones de shock y enojo. Mi papá fue el primero en reaccionar.
—¡¿Qué carajo es esto?! —gritó, con la cara roja de ira—. ¡Richard, levántate de esa cama ahora mismo!
Richard, aún aturdido, se levantó y empezó a vestirse apresuradamente. Yo me tapé con las sábanas, sintiendo una mezcla de vergüenza y miedo.
—Papá, mamá, esto no es lo que parece —intenté explicar, aunque sabía que no me creerían tan fácilmente.
—¡¿No es lo que parece?! —gritó mi papá, con la voz temblando de furia—. ¡Daniela, te hemos dejado sola con este hombre y mira lo que pasa!
Mi hermana, sin embargo, se rió suavemente y puso una mano en el hombro de mi papá.
—Ay, papá, relájate. No es para tanto. Deja que Daniela explique —dijo ella, tratando de calmar la situación.
Justo en ese momento, Santiago y Valeria llegaron a la casa, probablemente para ayudarnos a limpiar después de la fiesta.
—¿Qué está pasando aquí? —preguntó Santiago, mirando la escena con sorpresa.
—Es una larga historia, Santi —dije, sintiendo cómo las lágrimas comenzaban a acumularse en mis ojos.
—No hay tiempo para historias —dijo mi mamá, tratando de calmar a mi papá—. Vamos a hablar todos, pero ahora mismo, Richard, necesitas irte.
Richard me miró, su expresión llena de dolor. No quería dejarme sola, pero entendía que la situación era delicada.
—Lo siento, Daniela. Nos vemos luego —dijo, antes de salir de la casa.
La tensión en el ambiente era palpable. Mis padres, mi hermana, Santiago y Valeria me miraban, esperando una explicación.
—Vamos a sentarnos y a hablar como gente civilizada —dijo mi mamá, tratando de recuperar la calma.
Nos sentamos en la sala, todos aún en estado de shock. Mi papá seguía enojado, pero estaba dispuesto a escuchar.
—Daniela, explícanos qué pasó —dijo mi papá, tratando de mantener la compostura.
Tomé una respiración profunda y comencé a hablar.
—Richard y yo hemos estado juntos por un tiempo. Sé que parece precipitado, pero nos queremos. No quería que se enteraran de esta manera.
—¿Y por qué no nos dijiste nada? —preguntó mi mamá—. ¿Por qué ocultarlo?
—Sabía que no sería fácil de aceptar. Richard es una buena persona, y él me hace feliz —respondí, tratando de mantener la calma.
—Pero esto no está bien, Daniela —dijo mi papá, más tranquilo pero aún preocupado—. Él es tu niñero, y esto es inapropiado.
Mi hermana se rió y puso una mano en el hombro de mi papá.
—Papá, cálmate. Daniela ya es una mujer. Si Richard la hace feliz, ¿no es eso lo importante? —dijo ella, mirándome con una sonrisa de apoyo.
Santiago, siempre el mediador, intervino.
—Don Manuel, sé que esto es un shock, pero Richard es un buen hombre. Daniela es feliz con él, y eso es lo más importante, ¿no?
Mi mamá suspiró, mirando a mi papá.
—Manuel, necesitamos hablar con calma. Daniela es casi adulta, y aunque no aprobamos la situación, debemos entenderla.
Valeria, que había estado callada todo este tiempo, finalmente habló.
—Dani, si Richard te hace feliz, tienes que luchar por eso. Pero también necesitas ser honesta con tus padres.
La conversación continuó por un buen rato. Poco a poco, mis padres comenzaron a entender nuestra relación, aunque no sin reservas. Al final, mi papá accedió a hablar con Richard más tarde, para conocer su versión y sus intenciones.
Más tarde ese día, Richard regresó a la casa, acompañado por sus amigos James y Lucho Díaz, quienes habían venido a apoyarlo. Nos sentamos nuevamente, esta vez con todos presentes.
—Richard, queremos saber cuáles son tus intenciones con nuestra hija —dijo mi papá, aún serio.
—Señor, mis intenciones son sinceras. Amo a Daniela y quiero estar con ella. Estoy dispuesto a hacer lo que sea necesario para ganarme su confianza —respondió Richard, con firmeza.
James y Lucho asintieron, apoyando a su amigo.
—Richard es un buen hombre, Don Manuel. Ha estado ahí para Daniela y siempre la ha cuidado —dijo Lucho, con su acento costeño.
La tensión finalmente comenzó a disminuir. Mi papá aceptó darle una oportunidad a Richard, pero con la condición de que nos tomáramos las cosas con calma y con respeto.
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mi niñero || richard rios
RomanceEn un tranquilo barrio residencial, la vida de Daniela, una adolescente vivaz y curiosa, da un giro inesperado cuando sus padres se van de viaje por dos meses, dejándola al cuidado de Richard Ríos, un joven y carismático niñero hijo de un amigo de l...