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Una tarde, mientras Richard estaba en el trabajo, recibí un mensaje de Elena, invitándome a una fiesta en la casa de uno de sus amigos. Pensé que sería una buena oportunidad para socializar y conocer más gente, así que acepté. Richard me animó a ir cuando le conté, aunque noté una pequeña sombra de duda en sus ojos.

—Diviértete, Dani. Me encantaría acompañarte, pero tengo que quedarme hasta tarde en la oficina —dijo, dándome un beso en la frente.

—Gracias, amor. Intentaré no llegar muy tarde —respondí, sonriendo.

La fiesta estaba en pleno apogeo cuando llegué. Elena me presentó a varios de sus amigos, todos amables y acogedores. Entre ellos estaba Alex, un joven carismático y encantador que parecía estar en el centro de todas las conversaciones. Pasé un buen rato charlando con él y con el grupo, disfrutando de la música y la compañía.

Justo cuando estaba empezando a relajarme y disfrutar realmente de la noche, mi teléfono vibró. Era un mensaje de Richard.

—¿Todo bien? ¿Te estás divirtiendo? —preguntaba, seguido de un emoji de corazón.

Le respondí rápidamente, asegurándole que todo estaba bien y que la fiesta era divertida. Sin embargo, apenas unos minutos después, recibí otra llamada de él. Su voz sonaba extrañamente tensa.

—Dani, ¿dónde estás? —preguntó.

—Estoy en la fiesta, Richard. Todo está bien —respondí, tratando de sonar relajada.

—Voy a pasar por ahí. Terminé antes de lo que pensaba —dijo, y antes de que pudiera responder, colgó.

Me quedé mirando mi teléfono, sintiendo una mezcla de sorpresa y preocupación. Decidí salir al balcón para esperar a Richard, alejándome del ruido y la música. No pasó mucho tiempo antes de que lo viera llegar, su expresión una mezcla de determinación y algo más que no pude identificar de inmediato.

—Richard, ¿qué haces aquí? Pensé que estarías en la oficina hasta tarde —dije, acercándome a él.

—Quería verte. Y asegurarme de que todo estaba bien —dijo, su voz tranquila pero con un matiz de algo más profundo.

Nos dirigimos adentro y Richard se unió a la conversación con el grupo, aunque noté que su atención estaba especialmente enfocada en Alex, quien seguía siendo el alma de la fiesta. Cada vez que Alex se dirigía a mí o hacía una broma que me hacía reír, sentía una tensión creciente en Richard.

Finalmente, después de una hora más, decidimos que era momento de irnos. Nos despedimos de todos y salimos a la calle. Tan pronto como estuvimos solos, Richard soltó un suspiro profundo.

—¿Está todo bien? —le pregunté, preocupada por su repentino cambio de humor.

—No lo sé, Dani. No me gustó cómo Alex te miraba. Y cómo parecías disfrutar tanto su compañía —dijo, sus palabras teñidas de celos.

Me detuve y lo miré directamente a los ojos.

—Richard, no hay nada entre Alex y yo. Es solo un amigo nuevo. Tú eres la única persona que importa para mí —dije, tomando sus manos.

Richard se quedó en silencio por un momento, luego asintió lentamente.

—Lo siento, Dani. Sé que es irracional, pero no puedo evitar sentirme así a veces. Eres lo más importante para mí, y la idea de perderte me asusta —dijo, su voz más suave.

—Nunca me perderás, Richard. Estamos en esto juntos, ¿recuerdas? —respondí, abrazándolo con fuerza.

Nos quedamos así por un momento, dejando que la tensión se disipara. Luego, con un suspiro de alivio, comenzamos a caminar de regreso a casa, sabiendo que estos momentos de celos eran solo una prueba más que superaríamos juntos.

Al día siguiente, despertamos con una sensación renovada de cercanía. Decidimos pasar el día juntos, sin planes específicos, solo disfrutando de nuestra compañía. Caminamos por el parque, almorzamos en nuestro café favorito y hablamos de todo y nada. Era el tipo de día que me recordaba por qué había elegido mudarme con Richard en primer lugar.

Por la tarde, mientras estábamos en casa preparando la cena, recibí otro mensaje de Elena. Me invitaba a unirme a su grupo de lectura que se reunía semanalmente. Le conté a Richard sobre la invitación y su rostro se iluminó.

—Eso suena perfecto para ti, Dani. Sé cuánto te gusta leer. Además, será una buena manera de hacer más amigos —dijo, sonriendo.

Asentí, sintiendo una oleada de gratitud por su apoyo y comprensión. Nuestra vida en la nueva ciudad estaba tomando forma lentamente, y aunque todavía había desafíos, estaba segura de que, mientras estuviéramos juntos, podríamos enfrentar cualquier cosa.

mi niñero || richard rios Donde viven las historias. Descúbrelo ahora