Capítulo Dos

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Caminaba a prisa, arreglando mi cabello y casi tropezándome en el camino, pero ya estaba entrando al edificio de mi trabajo.
Demonios, Spark estaba en la entrada con Sofía, la secretaria "su fiel empleada", revisando papeles.
Pero supongo que estaba en la entrada esperándome y tener una de sus malditas pláticas, en las cuales terminábamos más discutiendo que arreglando las cosas.
— Buenos días señorita Dowth. — me dijo, dándole señas a Sofía para que se fuera.
— ¿A la oficina? — respondí con mi rostro fastidiado.
— Vaya, parece que ya es costumbre.
Caminamos a su oficina y tomamos asiento. Hablábamos sobre mi mal desempeño de nuevo, de hecho, últimamente. Comenzaría a fastidiarme con eso.
— Pero al menos hago algo. Tars, el de la oficina 6, a lado mío, no hace nada y a él no le dice nada, claro como es hijo de su esposa. — solté, pero lo hice sin querer.
— ¿Disculpe? — recalcó con la voz más gruesa, lo había molestado, era obvio. — Mi vida privada no tiene que ver con mi vida profesional y le voy a pedir que no vuelva a faltarme al respeto como lo ha hecho. No ponga más puntos en su contra. — me dijo serio y por supuesto, enojado.
— Perdone, no era mi intención, yo... lo lamento. — dije bajando la mirada.
— Ya no se haga la inocente.
— ¿Perdone? — dije levantando mi cabeza algo brusco, hacia él.
— Dowth, yo no le he hablado aquí para discutir, así que basta de levantarnos la voz.
— Pues hubiera empezado de manera más respetuosa a charlar conmigo.
— Soy su jefe, lo único que quiero es el bien para la empresa y mis empleados.
Sólo giré la mirada hacia la ventana.
— De acuerdo, Tars no hace nada, ¡pero el desempeño de usted está fracasando! Me refiero a que él siempre ha sido así, ya me arreglaré con Tars; usted no. Usted sí trabaja bien o trabajaba bien. No quiero que como era antes, cambie.
Lo miré directamente con mi expresión de "Vaya, este imbécil tiene razón" y así era, tenía razón en lo absoluto.
— Quizá, pero sigo trabajando. — le dije.
— Pero no estoy conforme con lo que hace ahora, ocho son mejor que dos. Como en sus viejos tiempos.
"Vaya, no es conformista. Pero bueno, si, antes hacia ocho por día" pensé.
— Bueno trataré de mejorar. — le dije.
Dejó una pausa para mirarme con una expresión desanimada.
— Ya no se trata de eso, ya no quiero eso. No quiero seguir así, señorita Dowth. Le he repetido lo mismo una y otra vez y no he visto cambios, ¿qué me hace creer que está será distinta?
Seguro iba a echarme.
— Bueno, al grano, ¿para qué me ha llamado?
— Para decirle que no seguirá trabajando aquí. — me dijo con expresión de que sufría.
— Era de esperármelo. — le dije afirmando.
— Pues usted misma se da cuenta de su cambio, además me ha dicho antes que ya no se siente a gusto en este trabajo. Que esto sirva de lección.
— No se preocupe. Gracias, supongo.
Salí de la oficina y traté de ocultar el nudo en el estómago que tenía, sí, no podía olvidar que ya no tendría de donde obtener mis ganancias, pero sí ese señor no me quería ahí, no podía ni mover un dedo.
Salí de su oficina, sentí que todo era como en cámara lenta. En esas películas nostálgicas en la que pasa algo terrible y todo se vuelve en cámara lenta, miré las demás oficinas hasta toparme con la mía. No quería llorar, pero sentía un vacío enorme en mi interior.
Llegué a mi oficina y comencé a recoger mis cosas, entre ellas, una foto de mi amiga Ann y yo. Era terrible la idea de dejar a Anna sola en el trabajo, mi mejor amiga desde casi niñas. Una hermosa chica de cabello castaño y ojos cafés con un súper cuerpo.
Así que fui a su oficina.
— ¿Y esa cara? Dime que no fue el imbécil de Spark. — afirmó Anna.
— Tú que crees, me ha despedido. — me senté en su silla, ya que ella estaba recargada en su escritorio revisando papeles.
— Maldito, ¿acaso es un... ? Vamos a un lugar más tranquilo a hablar de esto. — se centró en mi.
— Mejor ve a mi casa esta noche.
— Amiga, no creo poder salir esta noche. Mi auto, se averió ¿Y sí vas tú a la mía? — me dijo emocionada.
— Bueno, me apuro a arreglar mi casa y me paso, ¿siete y media?
— Hecho, perfecto. — me acarició la mejilla.

Antes de ir a la casa de mi amiga, decidí ir a comprar una cambia de ropa para hacer entrevistas de trabajo. Así que fui a la plaza, caminaba observando a qué tienda pasar, me decidí por una y empecé a mirar las prendas.
Salí de la tienda y una joven mujer castaña que por supuesto no conocía, me alcanzó y tocó mi hombro; volteé desconcertadamente.
— Hola. — me saludó una vez que volteé.
Sólo sonreí.
— Te manda esto un chico que está en aquel café. — señaló la cafetería.
Era una nota, maldición no quería saber nada sobre notas.
— ¿Qué es? — pregunté recibiéndola.
— Me lo ha dado y me ha dicho que lo leas.
— ¿Yo?
— Si, te ha señalado al dármelo cuando estabas dentro de esa tienda. — me dijo sonriendo. — Si es propuesta, dile que si, es un buen partido. — me guiñó el ojo y se fue con una sonrisa traviesa.
Sólo la seguí con la mirada y regresé a ver la cafetería a un lado de la tienda. Pero antes, abrí la nota.

The Flashlight (En proceso de edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora