Capítulo 13: El calabozo.

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Cuando abrí mis ojos, sentí que estaba recostada en algo que era muy suave pero muy suave. "La cama del rey" pensé, y de inmediato me levanté de la cama.
— ¿Qué te sucede? — preguntó Ederek. — ¿Cómo sigues?
— ¿Qué hacia ahí? — le pregunté exaltada y sin aliento. No podía ser verdad.
— Eres la nueva reina, ¿lo olvidas? — me respondió. Pero él parecía alegre.
— ¿Qué paso? ¿Por qué sentí que caí en un sueño profundo? — le pregunté fuera de lugar. Y no me encontraba en mis casillas.
— Anna te lanzó, y caíste efectivamente desmayada.
— ¿Dónde esta mi amiga? — le pregunté muy indignada y preocupada.
— En el calabozo.
Lo dijo tan secamente y tan tranquilo que parecía importarle poco.
— ¿Te importa poco? — le pregunté.
— Me importas tú, y puede que ella sea La Sombra Negra. Si mató a un rey, mata a otro.
— ¿Tú estás imbécil? ¿Todos están imbéciles? — terminé por decir casi gritando, pero juro que me contuve. — Mi amiga jamás me pondría un dedo encima, además estaban frente a frente. Imposible creer que ella es La Sombra y ¡ordeno que la saquen! — ahora sí no me contuve. Es increíble que creyeran que Anna me mataría. Es absurdo. Toda la vida juntas, desde niñas. Absurdo pensar algo así.
— Lo sentimos. Ya está ahí, majestad. — me dijo un caballero.
— ¿Y qué hay de que ella es mi mano derecha? — pregunté fastidiada.
— Pues existe la traición, lo siento pero ya no se puede hacer na... — dijo Ederek pero lo interrumpí.
— Soy la nueva reina ¿no? estúpidos. Y al siguiente que me contradiga, irá a parar allá. Así que ¡sáquenla! — dije agitando un brazo en forma agresiva de orden.
— Lo que ordene, majestad. — dijeron los seis caballeros que estaban en la habitación.
— ¿Estás mal? No puedes sacarla así porque sí. Tienes que firmar su liberación. — me dijo Ederek mientras todos salían.
— La orden ya esta dada, no voy a dejar a mi amiga dentro de ese pozo ni un minuto más. Y por los papeleos no hay problema. Yo antes firmaba demasiados papeles. — le dije sonriendo. Era un pesado.
— Me voy, tengo que cultivar cosas. — me dijo casi dándome un beso en la mejilla.
— ¿Qué haces? — le dije desconcertada.
Pero cuando menos lo espere, me besó.
— Apártate, Ederek. — le dije dándole un empujón con las palmas.
Nos miramos un par de segundos, luego me sonrió y se retiró de la habitación.

Cuando estaba arreglándome, Anna corrió a abrazarme.
— Anna, mi vida. Estaba preocupada. — le dije casi derramando lágrimas.
— Amiga, lo lamento tanto. En verdad. Lo lamento, lo lamento. — me dijo cayendo del llanto que había soltado. — No sé quién era en esos momentos, amiga.
— Tranquila, yo sé que no eras tú. Yo confió en ti antes que en nadie. Fue esa pesada Sombra Negra la que te controló.
— No quería hacerlo, soy una asesina. — me dijo derramando lágrimas en mi hombro.
— Amiga, en cuanto atrape a esa maldita voy a convertirme en una asesina, contigo.
— No, no cometas un error por mi. — me dijo susurrando. Y casi llorando más.
— Voy a ir al infierno si es por ti amiga. Nunca te dejaré sola en algo. Lo sabes.
— Gracias por todo amiga, en verdad. No sé cómo pagarte esto que haces por mi que vale más que billones. — me dijo derramando más lágrimas. Ya no quería verla así.
Nos abrazamos por un par de segundos.
— Majestad. — se escuchó la voz de una mujer mayor al otro lado de la puerta.
— Si diga. — seguí.
— Soy Cordelia, su ama de llaves. — me dijo amablemente.
— Pasa.
Abrió la puerta y entró. Una mujer del mismo color que mi cabello y algo mayor.
— Vengo a avisarle que la comida está apunto de ser servida. — me dijo con una reverencia.
— Gracias. — le dije. — Ve a vestirte. — le dije acariciando el rostro de Anna.
Ella sólo asintió y le dije a Cordelia:
— Llévala a una habitación cerca de esta, y llévale ropa. Por favor Cordelia.
— Claro que si, majestad. — dijo abrazando a Anna con una mano. — Acompáñeme bella joven. — le susurró.
Luego que salieron de la habitación, limpié mis lágrimas y sequé mis mejillas.
Minutos después Nair tocó la puerta y asentí para que pasara a la habitación.
— Majestad, mañana tendremos la coronación. El rey hoy será sepultado. La corona será otorgada para usted, mañana. — dijo.
— Claro, gracias Nair. Y un favor, no me hables de usted. Me haces sentir vieja.
Le dije. La verdad es que así me sentía.
— De acuerdo, majestad. ¿Desea algo más?
— No, no. Estoy bien. — le respondí.
— Me retiro.
— Adelante. — respondí.

Todos los del pueblo estaban en los jardines enormes del castillo, seguramente el pueblo estaba vacío.
Estaba una pequeña estatua del rey en medio de aquel jardín. Yo estaba enfrente de esta y los del pueblo del otro lado, ya que los guerreros estaban a ambos lados.
Estaban tocando el violín unos de la orquesta del rey. Una canción bastante indicada para aquel momento de tristeza y melancolía.
De pronto por detrás de mi, llegó un hombre de negro, como todos los de ahí, y me entregó una pequeña caja de madera con trozos de oro.
— Las cenizas del rey. — me dijo en voz baja. Se marchó con una reverencia.
— Tienes que elevarlas un poco. — me susurró Steve.
Las elevé solo unos centímetros y los aldeanos tristemente y algunos llorando, hicieron una reverencia.
Luego los del ejército, y luego los de la realeza.
Me acerqué lentamente hacia la estatua y esta tenía un pequeño cajón abierto al pie de esta.
Coloqué la caja dentro de este cajón y los cerré lentamente, retrocedí y una pequeña lágrima resbaló por mi mejilla.
De pronto todos los guerreros levantaron sus espadas y gritaron muy profundo y llenos de dolor, desde su corazón.

En cuanto yo me ponía unos aretes de cristal muy valiosos, así lucían. Entró Anna al cuarto, muy reluciente y con pudor de medieval. Se veía espectacular.
— Amiga, ¿hace cuánto que no te veo tan arreglada? — le dije sonriendo.
— Desde que yo no te veo así, mírate. Reluciente como diamante. — me dijo acercándose y dándome un abrazo.
— ¿Estás lista para la comida? — le dije.
Y en cuanto le dije esa palabra "comida."
"¡El trabajo, no es verdad. Mierda!" Pensé.
— Anna, la cafetería. — le avisé.
— Evve, la dejamos sola. — dijo preocupada.
— Les diré que cancelen la comida. O que coman sin mi. — le dije frustrada.
Tomé mis trapos que tenía y me los puse. Anna había ido por los suyos.
¡Demonios, la hice cambiar de atuendo para lucir bien unos segundos! Aunque siempre lucía bien. Eso sí.
Bajé las escaleras con Anna.
Y me encontré a Ederek.
— Lo lamento. Tenemos que ir a ver el trabajo, a Evve. — le dije mientras bajamos los tres de volada.
— ¿Y la comida? — me preguntó desconcertado.
— Métela al horno y ora el padre nuestro sin mi. Lo lamento. — le dije dejándolo atrás en el pasillo.
Salimos y fuimos a la casa de Ederek.
Tomamos la camioneta y fuimos a la calle que nos trajo adentro.

Después de salir, aceleré por la carretera y con precaución. Según yo.
— Amiga, más despacio. — me suplicó Anna.
— Vamos tarde al trabajo, danos por despedidas. — le dije acelerando aún más.

Y por fin habíamos llegado, pero estaba cerrado; imposible. Bajamos del auto.
— ¿Qué hora es? — le pregunté.
— Las 9:00 según el reloj.
— Abrimos a las 8:00 ¿qué demonios?
— Quizá llega tarde hoy.
— Nunca llega tarde, ella es la que nos abre este local. Además es la jefa.
— Amiga, mira aquí. — me dijo enseñándome un cartel que decía:

"Clausurado hasta último aviso."

— ¿Clausuraron nuestro empleo? — le pregunté. Estaba desconcertada.
— Eres la reina. No creo que te falté comida amiga. — me dijo sonriendo.
— ¿Pero por qué?
— Pues porque a los reyes les sirven y atienden a la perfección y sin ningún error.
— No, ¿por qué está clausurado este lugar? — pregunté mirando una y otra vez el local.
— Seguro encontraron veneno en algún café.
Cuando oímos un ruido del pequeño bosque de enfrente, una flecha voló hacia nuestros enfrentes. Anna y yo nos mirábamos cara a cara y la flecha dio a parar en medio de las dos.
Y tenía otra nota, atada a la flecha.
Otra maldita nota. ¡Ya no más!
Y esta vez era advertencia. Pues estaba escrito con tinta roja.

"O te sales de mi mundo por las buenas, o lo haces muerta."

The Flashlight (En proceso de edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora