Capítulo 11: Adiós Vily.

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— Escucha Ederek, necesito ir a
Flashlight. O al menos dime sí hay un lugar por ahí que se llame Sconville. — le dije tratando de dejar de llorar y limpiando mis lágrimas.
— Sí, aquí está Sconville. Es la isla de las almas. ¿Por qué? — me dijo seguro de lo que decía.
— Necesito entrar a Flashlight. Tienes que abrirme para llegar hasta ahí.
Y se echó una pequeña carcajada.
— ¿De qué demonios te ríes? Esto es serio.
Le dije ya un poco enfadada, así me ponía.
— No tengo que abrirte. Ve a la carretera a la que fuiste cuando entraste, y luego imagina lo que viste en el mundo. Y así estarás en él. — me dijo descansando de su pequeña carcajada tan fastidiosa.
Le colgué porque no tenía nada más que decirle.

Yo y Anna ya estábamos en el trayecto esperando para entrar.
— Anna, podrá parecer una locura pero para entrar tenemos que cerrar los ojos e imaginar lo que vimos en Flashlight.
— ¿Incluyendo bestias? — me dijo seria.
— ¿Bestias? No había bestias. — le dije con expresión fuera de comprensión.
— Dinna. — me dijo con una sonrisa malévola.
También le sonreí.
— Bueno, no. Eso omítelo. — le dije riendo.
— Si, a no ser que queramos ir al infierno. — después de que lo dijo, las dos sonreímos un poco.
Miramos al frente y cerramos los ojos, tardó un par de segundos en sentirse un cambio. Cuando abrí los ojos de nuevo, el color de los árboles ya se estaba tornando un poco más verde y ya empezaban a mirarse las casas.
Ya estaba la gente y ya todo se había aclarado. Ya estábamos en The Flashlight.
Fuimos a la casa de Ederek, al parecer Anna ya se había aprendido el camino. Pues ella fue la que me guió.
— Aquí. — me dijo señalando la casa.
Bajamos del auto y al parecer Ederek escuchó el ruido del coche, porque salió de inmediato.
— Chicas, bienvenidas. — nos dijo abrazando a Anna y luego a mi. — ¿Vamos a un tour por Sconville? La isla de las almas.
Nos dijo moviendo sus dedos como sí nos quisiera asustar. Y Anna se río un poco.
— Yo estoy preparada. — le dijo Anna con una gran sonrisa marcada en su rostro.
— Yo, espero estarlo. — les dije seria y agobiada. No quería que notaran mis nervios, que me atacaban lentamente.
— Bien, voy a cambiarme y nos vamos.
Dijo Ederek. Pues estaba en pantalones cortos y una camiseta blanca.

Esta vez desconocí el camino por donde íbamos.
— ¿Seguro que vamos bien? — me atreví a preguntarle.
— Escucha Jen. — giró su cabeza a la derecha para mirarme. — Nos hemos venido por aquí, ya que si nos vamos por las calles de Flashlight; la gente comenzaría a asustarse de un objeto que no pertenece a su mundo.
Después de pensar que tenía razón me quedé callada.
Llegamos a una bahía que estaba sola y sólo se escuchaba el ruido de las olas romper con la arena de la playa. Era un hermoso y relajante sonido para tus oídos.
Detuvo el auto y lo dejó en un sitio techado por tres palmeras. Bajamos.
— ¿El auto ahí se queda? — le dije a Ederek.
— ¿Claro. ¿Ves esta playa? — me preguntó.
— Si, claro. — le dije mirando a mi alrededor.
— ¿Notas que está vacía? Porque sólo te dirige a un lugar oscuro: Sconville.
— Bien, llega al grano por favor.
— No hay nadie que quiera llevarse un objeto que ni sí quiera existe en Flashlight.
Bien pensado, eso era verdad. Nadie querría llevárselo. Sí no saben usarlo.
Se encontraban unos botes de madera atados a unas tablas cerca de la playa.
— Cada uno ira en una, es la regla. — dijo el sabelotodo, Ederek.
— Bien, — continuó Anna. — tomaré ese. — dijo señalando uno que no estaba nada mal.
— Yo este. — dije aferrándome de uno.
— Yo el que queda. — dijo Ederek agarrándose de uno, el último.
Cada bote tenía sus remos, subimos cada quien al suyo y comenzamos a remar por el mar. Que no estaba tan peligroso, el oleaje era tranquilo y no habría problemas.

Después de dos horas de remar. Llegamos a una isla. Abandonada y sin personas, todo tranquilo. Era muy verdosa, sin ningún árbol y parecía que un silencio rotundo la rodeaba. Tal vez esta isla era como las personas, aparentan ser algo bueno y al final resultan peor que caer al infierno.
— Bajen. — nos dijo Ederek dando una mano a cada una para que pudiéramos bajar.
— ¿Así qué es aquí? — preguntó Anna.
— Sí, Sconville. — le dijo Ederek.
— ¿Y por qué ese nombre?
— Cuenta la leyenda que el Rey Primero se alió con un rey de otro mundo y este murió aquí. Su apellido era Sconville, así que es como un homenaje.
— Vaya, es más trágico de lo que pensé; pero que tierno por eso. — dijo en forma de burla mi amiga.
— Bien, comienza la búsqueda de la tumba. — les dije.
Después de buscar varios minutos por las lápidas de muchos flashlightianos, escuché un grito de una chica pidiendo ayuda. Me desconcertó tanto que le grité a Ederek y a Anna, para que me ayudasen. Bajé por las rocas y estaba ahí, Vily. Estaba a la orilla de las rocas, casi para caer al mar.
— Vily ¿qué pasó contigo? — le dije, levantándola de las piedras que la tenían atorada y sin poder salir.
— Esa maldita. Me quiso ahogar pero no pudo, así que me vino a arrogar a esta isla.
Ederek no había bajado, se había atorado en una roca y no podía zafarse, pero Anna bajó después de mi.
— ¿Puedes resistir hasta el otro lado? — le dije frustrada. No sabía sí si podía resistir.
— No, no creo. Estoy sangrando mucho por mi caída de tu casa y la caída de allá arriba hasta este pequeño vacío, comenzando a marearme. — me dijo casi ya cerrando sus ojos. No había sido posible. — Todas las fuerzas me las he gastado al gritar.
— ¿Por qué te hizo esto? Anna, ve por Ederek porfavor, necesitamos ayuda. — le dije a mi amiga y asintió al salir disparada de su preocupación. Estábamos frustradas.
Escuché que Anna ayudaba a Ederek a zafarse. Pero no sabía sí llegaría a tiempo.
— Vily, resiste. — le pedí implorando.
— Jen, tengo que pedirte algo. — me dijo apunto de morir.
— ¿Qué pasa? Dímelo, vamos.
— Cuídate de ella. No es buena.
— ¿Quién? Vamos dime quién.
Pero sus ojos se cerraron por completo.
— ¡Ederek! Vamos. — le grité desesperadamente. Ya no podía tener el cadáver de una buena persona.
— Vamos, estamos bajando, tranquila. — me gritó Anna. Casi llorando desesperadamente, y frustrada.
El ser de una persona que era dulce y que no temía a nada, había muerto. En mis brazos. Y yo no estaba en ese lugar, me había perdido al verla morir.
Cuando Ederek por fin llegó con Anna, sus ojos se enfocaron en el rostro de Vily, pero no con tristeza. Asombro y el sentirse traicionado se reflejaba en la expresión de su cara. Algo no estaba bien.
— ¿Qué? ¿Nunca viste un cadáver? — le dijo Anna casi llorando.
— No es eso. — le dijo Ederek.
— ¿Entonces?, esa mirada no le agrada a Vily.
— Ella. Es que es imposible.
— Ederek, ¿qué demonios? Habla. — le dije.
— Creo que ya sé porque Dinna la mató. Y sé porque la dejó en esta isla.
— Pues habla... — le dijo Anna.
— Dinna tiene un grupo, llamado Las Infido. Que se basan en hacer daño a las demás personas que quieran meterse con lo suyo. Y aquellas del grupo que traicionen, morirán. Y serán arrumbadas en el vacío de Sconville. Lo sé porque cuando salía con Dinna, me lo contó. — nos dijo casi lamentando y mirándonos después de tener la mirada enfocada en Vily.
— ¿A qué se debe esto? — le dije.
— No es Vily. Es Lu, la mejor amiga que Dinna tenía. Hasta su muerte.

The Flashlight (En proceso de edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora