Capítulo 22: Primer ataque.

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Después de la comida.
La noche había caído y cada quien estaba donde tenía que estar.
Anna es su habitación, Steve con Ederek en su hogar.
Y yo en la mía.
Me preguntaba qué estaba pasando con la Tierra, con Evve, con mi trabajo. Con mi casa, aunque ya no fuese mía.
Así que cuando fuese de día me querría ir a dar una vuelta.
Después de imaginarlo, logré cerrar los ojos.

Fue una mañana apretada, ya que la curiosidad de ir a la Tierra me comía por dentro.
Lo primero que hice fue ducharme, desayunar y pasarle la noticia a Anna, ella por supuesto dijo que si.
Nos arreglamos y Ederek me entregó el auto.
— ¿Segura que querrás salir? — me preguntó Steve.
— ¿Me mantendrán en contacto, no? Los deje a cargo. — le respondí.
— Está bien, aunque el tiempo este más atrás allá en la tierra, cuídate; no sabes que puede suceder ahora. — me dijo Ederek con una cara en la que me decía que no querría que me fuera.
Se lo agradecí con asentir.
Una vez que encendí el auto y que me fui por un camino que Ederek me enseñó para ya no seguir mostrando tecnología al pueblo, Anna me preguntó:
— ¿Aún te gusta, amiga?
— Déjate de tonteras, que creo que ya me perdí. — le respondí mirando por las ventanas.
— No es ninguna tontería, mírame y dime que no te gusta.
Entonces la miré y le dije que no me gustaba, pero no lo dije sintiéndolo si no que se lo dije para que me dejara en paz.
— Ahora sí ¿ya me dejarás? — le dije algo seria.
— No, porque yo sé que esos ojitos mueren por alguien. — me dijo sonriendo. — Y mencionar quién es ese alguien es pérdida de tiempo.
— Bueno ya, si me gusta, algo. Pero no tanto y no te emociones.
— Tranquila, yo no digo nada. — me dijo riéndose.
Después de nuestra plática llamativa, llegamos a un lugar con dos caminos.
— ¿Alguna vez pasamos por aquí? — le pregunté a Anna un poco indignada.
— No. — me dijo mirando hacia el frente.
Había dos letreros justo en la esquina.
Uno señalaba el camino de la izquierda y decía:

"Ruta 155."

Y el de la derecha, era de saberse que decía 156.
Ese número de nuevo se hacía presente, y yo tenía que saber porque.
Así que me fui por ahí.
Después de aproximadamente 20 minutos de viaje, Anna señaló algo.
— Mira amiga, una pequeña cabaña.
Giré la mirada hacia donde ella señalaba.
A su lado, el lado derecho; se encontraba una pequeña montaña, y en su cima una cabaña que difícilmente se hacía notar.
Así que sin pensarlo nos fuimos por el camino que nos llevaba hasta ella.
Llegamos hasta la cima.
Bajamos del auto y no pensamos en no entrar, así que entramos.
Era algo vieja, de hecho muy vieja.
Y comenzamos a buscar.
Después de poner casi toda la cabaña de cabeza, Anna decidió salirse.
Y después de un momento, yo también decidí hacerlo.
— No hay nada. — le dije algo decepcionada.
Anna se recargó en el auto y de la nada, miró hacia atrás de la cabaña.
— Me temo que si. — dijo después de echarse hacía allá, corriendo.
— ¡Anna, espera! — le grité después de seguirla.
Anna se encontraba al frente de una pequeña puerta; pero en el suelo.
Como ella es extremista, decidió abrirla y entrar. Estaba muy oscuro, pero antes de entrar me topé con un pequeño interruptor y jalé la palanca.
En nuestras últimas esperanzas creí que si podría encenderse.
Así que si se encendió.
Ya un poco confiada, entré.
— ¿Anna? — esperé una pausa. — ¿Me oyes?
Y de pronto salió de una pared, gritando.
Así que sin dudarlo, grité yo también pero del susto.
— Anna. — le dije renegando.
— Tampoco hay nada aquí, y es un cuarto pequeño.
— Miraste ese cuadro. — le dije señalándolo.
Era un cuadro un poco antiguo, pero eso no era lo raro.
Anna se acercó primero que yo y tomó lo raro del cuadro, una foto insertada en el marco.
— Dime que no... — me dijo muy sorprendida y girándose a mí pero sin dejar de mirar la foto.
— ¿Quiénes son? — le dije arrebatándole la foto.
— Sólo conozco a Evve. — me dijo muy asombrada.
— ¿Qué? — le dije un tanto confundida.
Ya que en esa foto no sólo estaba Evve, si no también la chica del hospital.
Su hija.
Y entonces tendría sentido todo.
Y cada vez que salía de dudas sobre algo, me entraban más dudas sobre otro asunto.
Las nuevas preguntas que me hacía eran ¿porque Evve formaba parte de The Flashlight? ¿Quién sería realmente ella? O quizá ¿estaría del lado de alguien?
— ¿Conoces a la chica? — me preguntó Anna.
— La vi en el hospital. Ella misma me confesó que era hija de Evve. — le dije a punto de llorar.
— Amiga, ¿qué pasa? — me dijo dándome un abrazo.
— Todos me mienten, excepto tú.
— Yo estaré siempre contigo. Nunca dejaré que te hagan daño.
El abrazo que nos dimos duró casi un pequeño tiempo.
Salimos de la cabaña y las ganas de ir con Evve, se me habían ido.
Después de todo, después de creer que ella era limpia de mal; resulta que me mintió. Pero, ¿para qué?
— ¿Regresamos? — me preguntó.
— Si. — esperé una pausa pequeña. — Si, regresemos.
Subimos al auto y decidí que Anna manejara. Yo no me sentía del todo ánimo.
Mi cara venía caída en decepción y de nuevo llena de dudas, Anna mejor no me habló durante el camino ya que sabía cómo me sentía y sabía que lo que necesitaba era un respiro.
Seguimos el trayecto y al salir del callejón secreto, algo llamó mi atención. Una cabaña alejada de las demás, ardía en llamas.
— Anna, acércate ahí. — le dije preocupada.
— Por Dios. — añadió.
Cuando estábamos cerca, una niña de aproximadamente 8 años, se acercó al auto.
Estaba herida y muy asustada.
Bajé del auto y me acerqué a ella.
Anna me siguió.
— ¿Qué ha pasado? — le pregunté muy acelerada.
— Es Yenterville, ha dado el primer ataque. Ya están en Flashlight. — me dijo la niña en lágrimas y herida.
Miré a las demás casas y todas ya estaban incendiadas, algunas apenas se incendiaban y otras ya estaban destruidas.
— Solo han atacado esta zona, pero van por más. — siguió la pequeña.
— Sube al auto. — le dije.
— ¿Qué es el au...? — me dijo la niña pero Anna le dio la mano y la llevó al auto.
Yo las seguí.
Esta vez, quise manejar yo.

Llegamos al castillo a pie, ya que el auto lo dejamos en la casa de Ederek.
Entré y vi a un faraero y le ordené que pusieran a la niña a salvo.
Anna de inmediato me tomó del brazo.
— Amiga, voy a alistarme. Ya es hora. Tengo que luchar con el alma. — espero una pausa. — Y tú igual, es tu mundo y sólo piensa que debes luchar por él. Ya es hora Jen, estaré contigo. — me dijo y luego de ello, corrió a su habitación.
Me quedé pensando en sus palabras y luego reaccioné en correr hacia las escaleras.
Pero a la primera, me detuvo una voz.
— Jen. — me dijo Dinna. Acompañada de tres Infido. — Yenterville ya está aquí.
— Lo sabía. — respondí secamente.
— No importa, somos las mensajeras; es mi deber informarte. Lo sepas o n... — la interrumpí.
— Bien. — dije otra vez secamente.
Y traté de subir, pero me volvió a detener.
— También luchamos. — me dijo.
Me desconcertó tanto que la miré de golpe y con las cejas fruncidas.
— ¿Qué? — le seguí. — ¿Qué más no sé de ti y tu grupo? ¿Eh?
Sólo se rió un poco.
— En las dos ultimas guerras luchamos, así que peleáremos por igual en esta guerra.
Me dijo y después de una pequeña pausa, se marcharon.
Corrí a mi habitación.
Y miré por el ventanal.
A lo muy lejos, se veían nubes de humo que se elevaban al cielo, era más que serio. Yenterville ya estaba aquí.
Y yo debía estar preparada.
Alguien tocó la puerta de la habitación.
— Pase. — dije.
Era Cordelia y venia apresurada y asustada.
— Ya debe saberlo, así que dígame que ya está lista. — me dijo poniendo sus manos en su boca.
— Esta vez sí Cordelia. — le dije con coraje y al mismo tiempo girando la mirada al oscuro paisaje del ventanal.
— Dígame qué hacer, puedo decirle algo al joven Ederek.
Dejé una pausa y después de mirar por el ventanal, al fin supe responder sin dejar de mirarlo y sin aliento.
— Llama a los Flashlightianos, que comience una guerra.

The Flashlight (En proceso de edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora