Capítulo Tres

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9:30 de la mañana.
Abrí mi Mac, buscando una y otra vez en el buscador de personas a Ederek Hemwerich y Steve Colling. No encontraba nada, pero encontré un sitio web algo llamativo que hablaba de los mundos de nuestra imaginación o de otra dimensión.

"Los mundos creados por nuestra imaginación, son mundos para escapar de algo de lo que queremos huir. Los mundos de otra dimensión, aquellos que no los vemos ni sentimos; pero están ahí."

Decía aquel sitio en una cita en texto grande. Algo interesante para ser verdad, pero yo a lo que iba. Nada que ver con Ederek o con Steve.
Mi móvil sonaba. Lo contesté, era Anna.
— ¿Qué pasa nena? — le dije.
— Voy a tu casa, necesito contártelo ya. — me dijo algo agitada. — Pero tengo que decírtelo... los vi. Ayer cuando te fuiste, en mi ventana. Fuera de mi casa pero los vi de cerca. — me dijo alterada. — Quiero decir, vi sus rostros.
— ¿Qué? — me impresioné, de verdad lo hice.
— Más fácil para saber quiénes son, amiga. — sentí su sonrisa emocionada al otro lado del teléfono.
— Es imposible, Ann. — me comencé a tornar seria.
— Ay no, no me desilusiones. ¿Por qué? — se angustió.
— Yo ayer los vi en el metro, igual de cerca.
— No. — sentí su miedo, al mismo tiempo su tensión. — Esto no es normal, nada.
— Ven rápido ¿estás ya en camino?
— Sí.

Anna ya había llegado a casa, y buscábamos en internet una y otra vez para ver que significaba todo esto. Pero seguíamos sin encontrar algo. Más que el mismo sitio que había encontrado en la mañana. A Anna también le pareció interesante el texto aquel.
En fin, nos habíamos emocionado porque después de buscar una y otra vez, encontramos una dirección que hablaba de un tal Ederek. El link fue difícil de encontrar, ya que era uno de los que estaban casi hasta el final de todos los resultados de búsqueda posibles. Pero se encontraba lejos. Hasta Québec, Canadá. La dirección de aquel Ederek.
No quisimos dejar pasar la oportunidad que podría ser que él fuera uno de los chicos con "poderes sobrenaturales" o podría ser que no.
Pero decidimos tomar el riesgo, así que tendríamos que comprar dos boletos de avión.
También decidimos reparar el auto de mi amiga, así que sin pensarlo arreglaríamos su linda X-trail de Anna para dejarla en buen estado al llegar de Canadá. Decidimos ir al día siguiente así que entre más rápido todo, mejor.
Ese mismo día por la tarde, llamamos a un mecánico, y él buscaba una y otra vez algo raro.
— No veo nada extraño por ninguna parte. — decía el mecánico con la voz haciendo esfuerzo, pues estaba debajo del coche.
— Tiene que haber algo, por favor. — suplicó Anna.
— No veo nada fuera de si, todo está en perfecto estado. — insistió el mecánico.
Anna y yo nos miramos.
— Amiga, algo tuvieron que haberle hecho a mi coche, no funcionaba para nada. — me contó.
— ¡Ah! Lo encontré, chicas guapas. Es un seguro para que no sirva el acelerador. ¿Acaso no querías arrancarlo nunca?
— ¿Qué? — ambas nos asombramos.
— ¿Sólo un seguro? — preguntó Anna.
— Sí, tu camioneta siempre estuvo bien, sólo que debiste ponerle este seguro accidentalmente. — nos dijo afirmando. — Por no ser mucho trabajo, bajaré el costo.
Las dos sonreímos.
— Que amable señor. — dijo Anna extendiendo el dinero.
— Bueno, muchas gracias. — añadí.
— Ha sido un placer. — se despidió el mecánico.
Anna y yo nos miramos y añadí:
— Todo listo para mañana.

Día siguiente. 8:00 am.
Ya estábamos subiendo al auto. Sólo hicimos una maleta con la ropa de ambas, sólo dos cambias de ropa por si teníamos que quedarnos más tiempo en caso de que ese Ederek fuera el que buscábamos. Sino, nos regresaríamos muy decepcionadas.
Me había subido del lado del conductor, y Anna estaba a punto de subirse pero algo la detuvo y se quedó mirando el asiento una vez que abrió la puerta.
— Amiga, no quiero ir. Perdona que me eche para atrás pero no me gustaría salir. — me dijo casi rogándome.
— Anna, ¿no estás hablando enserio? Además pagaste el mecánico para que tú fueras, no nada más yo.
— Eso no importa, está bien. Pero tú ve, por favor amiga.
— Anna, ¿me dejarás ir sola? — le dije descorsentada.
— Quizá me necesites de este lado.
Después de pensar las cosas, supuse que no era mala idea.
— No me agrada tanto, tú decides, pero prométeme que te mantendrás en contacto.
— Lo prometo. — me dijo levantando la palma de la mano.
Sin pensar, arranque de reversa, cuando salí a la avenida le dije adiós con señas.

The Flashlight (En proceso de edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora