Capítulo Seis

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Un enorme escalofrío recorrió mi cuerpo, no podía distinguir si me sentía angustiada, preocupada o totalmente asustada. Pero había escuchado las palabras de Dinna, que bien pudieron dejarme algunas cosas claras y sin siquiera estar segura de lo que deducía, había algo que si sabía y eso era que de ella me podía esperar cualquier cosa que me afectara y que no debía confiar en ella ni una diminuta vez. En cada una de sus palabras pude sentir la ira que yo provocaba en ella, no entiendo por qué motivo pero sentía ese despreció de ella hacia mi, sé que ni siquiera he pasado el suficiente tiempo de conocerla como para decir eso pero estoy segura de que la expresión que hizo al conocerme y lo que ha dicho a sus secuaces me hacen desconfiar de ella. Es de esas veces en las que no es necesario conocer a la persona de años para deducir que no se llevarán bien. Y por supuesto eso de sentir repugnancia hacia mi, podía provocar en ella ganas de asesinarme. Espero no estar pensando en cosas demasiado lejos de la realidad pero si las cosas funcionan así en este mundo, que no puedo esperar y si las ideas que me surgieron al escucharla y verla vestida así eran ciertas, ella era capaz de quitarme de su camino. Pero si no, ¿que habré hecho que la hiciera enfurecer? Ederek no es absolutamente nada de mi, no sucedió nada para que algo la hiciera pensar que Ederek y yo teníamos algo. O las personas de The Flashlight se dejan llevar demasiado por las primeras apariencias o soy la única que se hace ideas descabelladas en la cabeza.
Me quedé observando a Dinna, sólo a ella, lo demás se volvía borroso y sólo enfocaba mi vista en ella; ya ni siquiera podía reconocer las palabras que su boca emitía, me enfocaba más en cómo se le podría ver la cara. Quería que se moviera ya que tal vez con observar cómo era su corporalidad con la túnica negra podría descifrar si ella era la asesina en aquel lugar. Quiero decir, un asesino debería tener un cuerpo seguro y rígido para ir tras sus víctimas ¿no? aunque parezca que la persona es sutil, a la hora de cometer atrocidades, el asesino debería ser rígido. Sólo necesitaba que Dinna girara para poder observarle el rostro, el rostro es poderoso y detrás de cualquier expresión hay una verdad o una mentira, saber que es lo que trama Dinna realmente. Pero luego reaccioné, de golpe.
Me dije a mi misma que no podría ser ella, no nos contaron si la Sombra Negra era hombre o mujer lo cual le da puntos a favor de Dinna. A pesar de todo lo que ya había pensando, cuando la conocí, ella no aparentaba tener fuerza, sus movimientos con las manos tan frágiles y por sus expresiones que hacía a pesar de que parecían farsa; pude descifrar que ella es sinónimo de debilidad y delicadeza. Eso fue lo que hizo que dejara de preocuparme en si ella era la asesina de ese lugar. Pero no podía confiar en nadie.
Me sentía incómoda, tan tensa en ese momento, no quería estar ahí. Me provocaba náuseas el que esa persona me creara tantas dudas en la cabeza que mejor decidí proponerle a mi amiga que continuáramos con nuestro camino.
— Vámonos de aquí Anna, van a oírnos. — le dije presionando. Sentía que alguien más nos veía, o que incluso Dinna y sus amigas pero se hacían las que no lo notaban.
Ya que había regresado a mi yo de ese momento y las dudas poco a poco dejaban de invadir mi cabeza, comencé a preocuparme por lo que importaba más en ese presente y era el salir de ahí sin que ellas nos notaran, ahora comenzaba a sentirme nerviosa ya que no estaba segura del camino de regreso al coche, ni siquiera mi amiga ya que podía ver cómo rotaba la mirada una y otra vez buscando algo que se le hiciera familiar.
— Nos hemos perdido ¿cierto? — pregunté.
— Tranquila, en ningún momento giramos, todo fue en línea recta. — me trató de consolar aunque podía ver su angustia.
— Puedes perderte en línea recta de igual forma. — sabía que comentarios así sólo nos pondrían más nerviosas pero mi preocupación me hacía soltarlos.
— Jen, sígueme. — me tomó de la mano de golpe y salimos disparadas una vez que se centró en un punto frente a nosotras.
Corrimos a una velocidad necesaria como para escapar de ahí, el bosque era demasiado extenso y con enorme cantidad de árboles que lo hacían sentir voluptuoso y eso te ponía aún más los pelos de punta. Además de que el sonido de las hojas tronando tras cada pisada que dabas también te hacían sentir en una película de terror donde huías de tu asesino. Y con esos sonidos de la noche que parecen vacíos pero están llenos de misterio.
Me enfocaba en no soltar la mano de Anna, y a pesar de esquivar ramas que nos estorbaban y saltar sobre enormes de las mismas, aún seguían pescadas nuestras manos. Y por fin se veían menos árboles lo cual significaba que estábamos cerca del sendero donde estaba la camioneta, y si, efectivamente salimos disparadas tras los últimos arbustos; yo cayendo sobre las rocas y la tierra seca que el camino tenía y Anna llegando a recargarse en el cofre, mirando hacia el suelo. Y pude notar que ahora su cabeza era la que tenía montones de dudas.
— ¿Pasa algo? — le dije, tratando de relajar mi respiración.
— Esa tipa... — dijo con la voz agitada. — me provoca cosas negativas que nunca había sentido amiga, y este lugar ni se diga. Me sigue pareciendo muy raro que yo tenga que seguir en el trono si te llega a pasar algo a ti, que esté yo en la lista de sucesión. — me miró, después de mirar las estrellas. — No somos sangre.
— Amiga, si te soy sincera — me relajé aún más. — Prefiero que estés tú que cualquier otra persona. No importa cuales sean las razones de este lugar de que tengas que ser tú, pero eso es bueno, muy bueno. — sonreí.
— Gracias Jen, en serio eres la mejor. Y aunque no seas de sangre, para mi eres... mi hermana. — Anna trató de dejar su agitación.
Se iba a acercar a mi para darme un abrazo y yo me levanté para recibirlo, pero el ruido que vino de entre los árboles nos detuvo.
Miramos hacia donde provino el ruido y luego nos miramos de golpe y no dudamos en correr hacia las puertas del coche.
— Rápido, súbete ahora. — le dije a prisa, dirigiéndome hacia el lado del copiloto.
— Sabemos que están ahí... — escuchamos la voz en alto de una mujer, no estaba segura de que fuese de Dinna porque ésta se escuchaba distinta.
Subimos de inmediato al coche, Anna lo arrancó en seguida y no dudó en ponerlo en marcha, a toda velocidad posible.
Mientras avanzábamos como un rayo, un golpe en la parte trasera del auto se escuchó con un horrible estruendo, como si una piedra que te cabe en la mano se encontrara volando a toda velocidad y sin ver el auto, se estampara contra este; como el caso de los pajaritos que vuelan a toda velocidad y de pronto se estampan contra un cristal que no han visto. O una opción más creíble, alguien había arrogado esa piedra.
Anna se descarriló un poco por el golpe, pero seguía al mando del camino. Casi nos salíamos del sendero, listas para chocar contra un árbol pero en unos segundos mi amiga pudo mantener el control.
— ¿Qué fue eso? — pregunté, volviendo a la agitación.
— No lo sé, pero no nos han detenido. — me respondió con el mismo tono. — Parece que nadie nos sigue. — miró por el retrovisor. — Es hora de acelerar aún más.
Al decir eso, sabía lo que mi amiga iba a hacer... acelerar en verdad al máximo. Así que me recargué en el asiento, miré al frente, tragué saliva mientras me ponía el cinturón, y dejé que pasara lo que tuviera que pasar.
Seguíamos avanzando y cada vez dejábamos más lejos ese lugar.

The Flashlight (En proceso de edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora