Capítulo 12: Muerte real.

22 4 0
                                    

Eso era repugnante, pero sí Ederek estuvo un tiempo con Dinna podía hasta saber quien se juntaba con ella, o conocer personas de su grupo. Y no me quedo más que creerle eso de que ella era Lu, la amiga clonante, que Dinna tenía.
Solté a Vily, o mejor dicho, Lu. Y dejé reposar su cadáver en las rocas de ese vacío, además de que era la primera que traicionaba a Dinna, pues ningún cuerpo más, se encontraba ahí.
Mientras el aire me soplaba en los cabellos, decidí dejar caer una lágrima de tristeza.
Anna se acercó y se hincó a mi lado para darme un abrazo. También triste.
— ¿Y ahora qué? — me preguntó Anna.
— Podemos ir a mi casa, por un trago. — dijo Ederek respondiendo a la pregunta.
— Sí, necesito desahogarme para olvidar esto, que me deja sin palabras. — le respondí, quejándome con los brazos.
— Bueno, vamos a los barcos. Vamos en uno, yo remo. — contestó Ederek.

Sirvió un trago de vino tinto en unas copas de cristal que seguro robaron de la Tierra, y me extendió una.
— Gracias. — dije alzando la copa para dar un brindis por la mal vida de Lu.
— Pobre Lu, quizá no era tan mala. Y al darse cuenta que Dinna lo era, decidió traicionarla. — afirmó Anna.
— Sí, puede ser cierto. — dijo Ederek.
— Dinna no deja de sorprendernos con cada acto maligno que comete. — respondí.
— Sólo que Dios la bendiga el día que Satán quiera llevársela. — refunfuñó Anna.
— ¿Y ahora que su amiga no está? — le pregunté a Ederek, indignada y cansada.
— Supongo que la sustituirán. — contestó.
— Ojalá sea otra chica con buenas entrañas, para que esta vez, ahora sí maten a Dinna, se merece una muerte dolorosa y que al final, la arrojen en el vacío. — respondió Anna un tanto ya enfadada.
— Bueno quizá sí necesite sufrir, pero que su muerte sea normal. — le dije.
— ¿Qué? No hablas enserio. Ha causado dolor hasta donde no se mete. — dijo Anna mirándome con ojos disgustosos. — No me parece buena idea que muera "normal."
— Chicas, cálmense. El destino sabrá que hacer con Dinna el día que muera. — nos tranquilizó Ederek.
Y sí, no iba a discutir con Anna por la muerte de alguien que no valía, para nada la pena.
— ¿Saben qué? Hablar de todos estos líos, me dieron ganas de ir al sanitario. ¿Puedo Ederek? — anunció mi mejor amiga.
— Claro, sube y está en la primera puerta de enfrente. — siguió él.
Al quedarnos solos Ederek y yo, un profundo y corto silencio se adueñó del momento al principio.
— No sé, si estoy lista para todo lo que se viene. — le di a saber.
— Jen, sé que no es nada fácil, créeme. Y te entiendo porque de un momento a otro vino un desconocido a decirte que, hay otro universo dentro del que tú vives.
— Es que ese es el problema, no sé ni siquiera como es que estoy hablando ahora mismo aquí, fuera de mi hogar. — le dije mostrando desesperación al mirar al suelo.
Él estaba en el sillón frente a mi y se sentó a lado mío.
— Yo estaré ahí, para apoyarte y hacerte más hábil; porque mujer fuerte dentro de tu corazón, ya eres. Y eso le sirve a Flashlight para tenerte como su reina. — me dijo con una sonrisa. — Déjame demostrarte que puedes lograr mucho, pero eso es otro asunto, que me dejes acercarme más a ti.
Entonces con su dedo índice me giró el rostro hacia el de él y es que ya estaba tan cerca de mi que dejé que hiciera lo que fuese para que pasara algo.
Se acercó a mi boca y yo a la de él.
— Ya los vi. — se escuchó una voz de flojera desde las escaleras, Anna que venía bajando.
De pronto la puerta de Ederek, sonó.
— Ederek, abre de inmediato. — se escuchó la voz de un hombre, exhausto y aselerado.
— ¿Nair? — le preguntó Ederek. — Es el mensajero del rey. — nos susurró.
— Sí, soy yo. — y Ederek le abrió la puerta.
El hombre nos miró con duda tratando de acordarse quién éramos Anna y yo.
Pero después reaccionó para lo que iba.
— Es el rey, Ederek. Ya es hora. — le dijo.
Ederek se puso a prisa y tomó su abrigo del perchero y nos dijo que lo siguiéramos.
Salimos de la casa y corríamos por los callejones tan hermosos y de época medieval que recorrían The Flashlight.
— ¿Qué está pasando? — le dije a Ederek, acelerada por la corrida que dábamos.
— Ya no resiste su muerte. Estaba enfermo. Y al parecer ya es hora de irse. — me dijo.
— Eso significa que...
— Así es, es hora de que vengas a reinar.
Pero mientras corría por las calles de mi nuevo mundo, el tiempo se detuvo y no sabía que hacer en esos momentos así que corría más lento hasta dejar de hacerlo.
Y el sonido de una puerta siendo tocada, me devolvió el sentido. Era la del castillo.
La abrieron los caballeros del rey. Y entramos lo más rápido que pudiese ser.
— Amiga, ¿qué sucede? — me preguntó Anna, desorientada y sin aliento.
— El rey, va a morir. — le dije, acelerada.
En cuanto entramos al castillo, el rey estaba en la habitación real.
Subimos muchas escaleras, pero al fin.
Entramos y el estaba recostado y cubierto por un y mil cobijas de algodón suave.
Podía sentirse la suavidad desde lejos.
— ¿Ederek? — le preguntó el rey con voz ronca y extendiendo su brazo para acercarlo.
— Dígame majestad. — le dijo agachando su cabeza y tomando su mano.
— ¿Trajiste a la joven que la profecía de las tres siglas, marca? — le dijo sin aliento.
— Así es majestad, está frente usted.
Anna y yo nos acercamos.
Pero el rey, tomó la mano de Anna. Y ella desconcertada y sin razón, le siguió la corriente.
— Hija, legítima, heredera del trono... — le dijo confundiendo todo.
— No es ella, majestad. — le corrigió Ederek. Para no sacarlo de quisio.
Anna se apartó lo antes posible.
— Lo lamento, debes ser tú. — me dijo señalando mi rostro.
— Sí, supongo. — le respondí.
— Hija, legítima, heredera del trono. Quiero decirte que en cuanto este corazón mío, deje de palpitar; la corona será puesta a tu favor. Y con honra y gloria, comenzará tu pacto de reinado. En Flashlight. — me dijo con la voz cansada y apunto de apagarse. Y ya era de esperarse.
Mientras oía sus palabras de honor, miré hacia la ventana porque algo llamaba mi atención. Era una masa de persona, con una manta negra y su rostro desconocido.
La Sombra Negra.
¿Qué hacia ahí? Sí sólo, se suponía que aparecía después de una guerra.
— ¡Ahí esta! — grité señalando a La Sombra.
Todos miraron y el rey miró de reojo.
— ¡A ella! — ordenó el rey. Con voz débil pero al mismo tiempo llena de coraje.
Todos los caballeros fueron al balcón que era donde estaba. Y Ederek se quedó con Anna, con el rey y conmigo.
— Cierra la cortina Anna. — le dijo Ederek, señalando la única ventana que miraba hacia el balcón donde estaba.
El fue a la puerta enorme del cuarto y la cerró poniendo sillas para atascarla.
Mientras Anna cerraba las cortinas, se quedó mirando a la masa oscura. Y ella a Anna. Después Anna giró su cuerpo y caminó hacia la cama. Donde estaba el rey.
Tomó una almohada y la puso sobre el rostro del rey. Y se veía que la presionaba con una fuerza que Anna no tenía.
Seguro La Sombra jugó con la imaginación de Anna para que lo asesinara.
Mientras esto pasaba, La Sombra se estaba marchando, estaba escapando. Los caballeros llegaron al balcón y no la encontraban. 
Al notar que Anna ahogaba al rey, corrieron de regreso.
El rey sólo se quejaba, en gritos silenciosos. Y Ederek corrió para detener a Anna, y cuando se acercó, Anna extendió su brazo haciendo que Ederek volara hasta el otro extremo del cuarto.
Yo me traté de acercar lentamente por el otro lado de la cama. Para que no me notara. Cuando estaba cerca, me le lancé por la espalda y la sostuve de las manos, pero ella me lanzó con la espalda y la cabeza; haciéndome volar, y cuando noté mi ausencia.
Todo se apagó.

The Flashlight (En proceso de edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora