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"Lo que tenemos hasta ahora:

En el capítulo anterior nos explican por fin que es un encuadernador. Es una persona que tiene la habilidad nata de obtener recuerdos de una persona y borrarlos, como si les quitara un fragmento del alma y los transformara en libro. Si estos recuerdos tienen que ver con una marca hecha por un alfa a un omega, la marca se borrara también. Si quemas el libro los recuerdos vuelven, pero la marca borrada, borrada quedará.

Seredith se dio cuenta de la habilidad de Jeff después de que este enfermara en el verano. Debido a que fue después de que acudiera a una encuadernación. Jeff desarrollo la fiebre del encuadernador. Aquí nos preguntamos: ¿Qué quería borrar Jeff de su memoria?

El extraño encuentro con Alan: presentan a Alan como un chico desolado y desesperado, que parece conocer a Jeff. El acude con la intención de una encuadernación. ¿Qué quería olvidar Alan?"

Jeff

Seredith paso los siguientes días enferma, durmiendo la mayor parte del tiempo. Al despertar una mañana y verme, comentó que mi apariencia había mejorado y me instó a sentarme. Con ternura, me aseguró que la peor parte de la fiebre había pasado y que, aunque el camino del encuadernador no sería fácil, las pesadillas y terrores habían terminado. Prometió enseñarme el oficio una vez recuperada, insistiendo en que lo haría bien si recordaba el propósito de nuestro trabajo. Hablaba como si no fuera ella, sino yo quien llevaba ya varios días convaleciendo.

Más tarde, debido a mí solicitud al cartero se presentaron dos hombres, uno de ellos el doctor Ferguson, trajo consigo un aire de urgencia y demandas. A pesar de mi confusión y la insistencia de Seredith en que estaba bien, los hombres parecían decididos a quedarse, solicitando bebidas y comida. La tensión creció cuando Seredith rechazó su presencia, alegando que solo había sido un resfriado, mientras yo, su aprendiz, me disculpaba por la preocupación causada.

Escuché sus voces resonar en el vestíbulo, un intercambio tenso y cargado de preocupación. Uno de los hombres al final decidió quedarse. La puerta se cerró con un eco distante, y el sonido del carruaje se desvaneció en la noche. De Havilland subió las escaleras; al verme, iluminó mi rostro con la lámpara y acusó: —Así que estabas espiando, ¿eh? —No esperó respuesta, me esquivó y ordenó—: Trae sábanas frescas.

Lo seguí hasta mi habitación, donde se detuvo y asintió hacia la puerta. 

—¿Qué sucede? 

—Ese es mi cuarto, se supone que... 

—No tengo idea de lo que hablas. —Cortó la conversación, cerrando la puerta y dejándome a oscuras.

Al día siguiente preparé té y subí a ver a Seredith, justo a tiempo para escuchar fragmentos de su acalorada disputa.

—¿Que te entregue mis libros? —Seredith soltó una carcajada quebradiza—. Mis tesoros están más seguros aquí que en tu cámara acorazada. —Eso es lo que buscas, ¿verdad? —Se recostó, exhausta—. Debería haberlo sabido. Solo viniste por mis libros. 

De Havilland se tensó, una sombra de rubor apareció en su rostro. —No hay necesidad de ser tan... —¿Cuántos de tus libros terminan realmente en tu cámara? ¿Piensas que ignoro cómo financias tu taller y tus lujos? 

—Comerciar con libros no es un delito. Son solo viejos tabúes. 

—No me refiero a cobrar por ellos —replicó Seredith con amargura—. Hablo de vender obras originales sin permiso. Eso sí es un crimen. ¿Por qué no te marchas? 

Él suspiró dramáticamente, mirando hacia el techo agrietado. —Me iré cuando te recuperes.

 —O cuando muera. Eso es lo que realmente deseas, ¿no?

Destino (AlanxJeff)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora