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Alan

Cuenta una antigua leyenda infantil que cada alfa está destinado a encontrar a su omega, y viceversa. El indicio de este destino es un aroma inconfundible, distinto a cualquier otro que hayan percibido antes. Este olor los atraerá con una intensidad sin precedentes, más dulce que sus placeres favoritos y despertará en ellos un deseo ferviente. Pero la conexión va más allá de la atracción física. Se sentirán cómodos y en paz, como si estuvieran en su propio hogar, rodeados de un ambiente cálido y acogedor. Sin embargo, se dice que esto no es más que un cuento para niños; la realidad es muy diferente.

En mi familia, todos somos alfas, y es de vital importancia mantener ese linaje puro. Nuestros matrimonios se arreglan meticulosamente para asegurar que solo se unan alfas de la más alta estirpe. Los omegas, por otro lado, son relegados a los estratos más bajos de la sociedad y son protagonistas de chismes donde cuentan como intentan seducir a los alfas distinguidos con sus feromonas y belleza.

Las feromonas de los omegas no son un asunto trivial. Tienen el poder de despojarte de tu control y crearte una adicción tan potente como la de una droga. Por esta razón, desde joven, me han entrenado para ser capaz de bloquear su efecto, y hasta ahora, había tenido éxito. Hasta ahora.

Últimamente, he estado sumido en una extraña melancolía, como si una parte esencial de mí se hubiera esfumado. Hay un anhelo profundo que me consume, una búsqueda constante por algo indefinible que parece haberme sido arrebatado. Es una sensación de pérdida tan intensa que, en mis momentos más oscuros, anhelo la dulce liberación de la muerte. Intento nombrar esa ausencia, pero las palabras se disuelven en la nada. No sé quién falta ni cómo luce, pero su ausencia es una herida abierta en mi alma. ¿Estoy perdiendo la razón? Quizás. El único consuelo que encuentro es en el abrazo amargo del alcohol, que me hace olvidar, aunque sea por un instante, la pieza perdida de mi ser. Pero el olvido es traicionero, y a menudo, en lugar de calmar, aviva la tristeza que amenaza con arrastrarme a las profundidades.

En medio de estas cavilaciones, con una copa de brandy a medio terminar, un aroma captura mi atención. Es dulce, delicado, suave... confortable. En mi hogar conviven varios omegas, pero este perfume no pertenece a ninguno de ellos. ¿De quién será?

Curioso, me asomo por la ventana y allí lo veo: un joven de mirada intensa y cabello como la noche. Su presencia irradia una belleza serena. Es lindo. ¿Es su aroma? Al verlo tocar el timbre, la copa en mi mano ya no importa. Bajo las escaleras, impulsado por una necesidad imperiosa de confirmar mis sospechas.

Y entonces, al abrir la puerta, la realidad me golpea con la fuerza de un huracán. Él es un encuadernador, uno de aquellos a quienes he jurado desprecio. Pero, ¿Cómo puede ser que alguien que despierta en mí tal aversión sea también la causa de esta inquietante atracción?

Sus ojos, marrones y profundos, son un espectáculo cambiante: indiferencia, desdén, sorpresa, confusión. Reflejan la inocencia de un niño, y cada transformación es un relato silencioso. Reconozco que mis palabras no fueron amables; eran dardos envenenados lanzados con precisión. Aunque sabía que lo lastimaba, que él no era como De Havilland, no pude detenerme. Era un acto masoquista, cada palabra una estocada a mi propio ser, pero era necesario. Necesitaba escuchar en voz alta la verdad de lo que era, de lo que hacía, para no olvidar y no perderme en la maraña de sentimientos contradictorios que él había despertado en mí.

¿Cuándo pronunció mi nombre? Mi corazón, que creí adormecido, latió con una fuerza desconocida. ¿Cómo se atreve? ¿Quién es él para sacudir mi mundo así? Y sobre todo, ¿por qué debe ser él un encuadernador? Otro cómplice en los juegos de mi padre.

No recuerdo qué pensaba cuando le mencioné su libro, o por qué rehusé entregárselo. Tal vez creí que con eso pondría fin a todo, que no lo volvería a ver hasta que el destino nos cruzara en una nueva encuadernación. No quería... nunca pensé... no fue mi culpa.

Destino (AlanxJeff)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora