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Alan

Me levanto de la cama, me visto y voy abajo. El silencio impera en la casa. Es demasiado temprano y mi familia no está despierta. Entro en la sala azul y enciendo la leña, que ya han colocado en la chimenea. Después llamo para pedir té.

—Buenos días, señor.

Esperaba a Betty, pero es Nell quien viene. Su aspecto es un reflejo de cómo me siento: ojos enrojecidos y aire sombrío, como si una pesadilla estuviera todavía rondándola.

Le pido que me traiga té. Ella se marcha y yo me acerco a la ventana. Me pierdo de nuevo en mis pensamientos.

—¿Le sirvo, señor?

La voz de Nell me sobresalta.

—Sí, gracias.

Se dispone a decir algo, pero se frena. Entonces levanta la mirada hacia mí, con los párpados enrojecidos y la boca inflamada, y titubea.

—¿Qué sucede, Nell? ¿Ocurre algo?

—Quería darle las gracias.

—¿Por qué?

—Usted me lo contó. —Toma aliento—. Intentó ayudarme.

—Olvídalo. —Pretendo mostrarme amable, pero eso hace que ella me evite—. Quiero decir que... No importa. Retírate ya. Odio este sentimiento de impotencia, de no ser capaz de hacer nada.

Nell agacha la cabeza y coge la bandeja. El cuello del vestido le queda holgado, como si fuera demasiado grande para ella. Alcanzo a ver una sombra o un moratón en un lado del cuello.

—Espera. — Saco del bolsillo una corona y se la entrego.

Ella se queda mirándola.

—Eres una buena chica, Nell. —Le doy la moneda y me sirvo yo mismo una taza de té sin levantar la vista.

—Gracias, señor —dice con voz monótona.

¿Acaso no se da cuenta de que equivale a su sueldo de medio año? Podría cogerla y marcharse.

—No hay de qué. —Me doy la vuelta.

—¿Es todo, señor?

—Sí, es todo.

Nell se marcha. Cierra la puerta con suavidad.

Me froto las sienes hasta que me arden por la fricción. Quiero dejar de pensar, solo un segundo.

Levanto la cabeza. Oigo que algo se cae.

Silencio.

La voz de Betty resuena en el vestíbulo; después se oyen sus pasos mientras lo cruza hasta el estudio de mi padre. Luego nada.

Luego, empieza a gritar.

La puerta del estudio de mi padre está abierta. No me paro a pensar.

—¿Qué ocurre?

Nell está colgando contra la vitrina. Tiene la cabeza caída hacia un lado.

Betty está en medio de la estancia, tapándose la boca con las manos. Respira entre fuertes sollozos. Miro a mi alrededor, sorprendido por lo real que es todo. El aire me llena los pulmones de golpe y doy un paso adelante.

—Sal.

Betty se estremece, como si la hubiera golpeado.

—Eh, yo... Ella...

—Dile al limpiabotas que corra a buscar al doctor. ¡Ya!

Echo un vistazo a mi alrededor en busca de algo con lo que cortar la cuerda, un abrecartas o un cortaplumas. Pero todo está guardado en su sitio.

Destino (AlanxJeff)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora