Dark Lord Potter

El Despertar del Basilisco

1990

Las profundidades de Hogwarts siempre habían estado envueltas en misterio y leyendas. La Cámara de los Secretos, un lugar del que se hablaba en susurros, había permanecido cerrada durante siglos. Harrison Potter, con su insaciable curiosidad y su deseo de consolidar aún más su poder, había decidido explorar el lugar de los rumores y las viejas historias. Sabía que descubrir los secretos ocultos en la Cámara podría darle una ventaja considerable sobre sus rivales y afirmar su control sobre la escuela.

Una noche, después de que la mayoría de los estudiantes se hubieran retirado a sus salas comunes, Harrison se dirigió al baño de la señora Norris, siguiendo las pistas que había recogido sobre la ubicación de la Cámara. Con el corazón latiendo con fuerza, se preparó para abrir la entrada oculta que llevaba al antiguo refugio.

Harrison se arrodelló frente al lavabo, su varita en mano. Recitó el hechizo en voz baja, sus palabras resonando en la oscuridad. Las piedras comenzaron a moverse, revelando un pasaje oculto que descendía a las profundidades. Con una mezcla de emoción y cautela, Harrison descendió por la escalera serpenteante, sus pasos resonando en el silencio sepulcral.

La Cámara de los Secretos estaba inmersa en una penumbra abrumadora, solo iluminada por el resplandor tenue de la varita de Harrison. La atmósfera estaba cargada de una antigüedad majestuosa y aterradora. Al llegar al final del pasaje, Harrison se encontró en una vasta sala con un enorme sarcófago en el centro. Sobre el sarcófago estaba grabado un emblema: una serpiente gigante rodeada de runas antiguas.

Harrison se acercó con cautela, sus ojos fijos en el sarcófago. Sabía que en este lugar se encontraba el legendario basilisco, la criatura temida y respetada por generaciones. Usando su varita, conjuró un hechizo de apertura. Con un crujido ominoso, el sarcófago se deslizó, revelando al basilisco en su interior.

La bestia, con ojos de un verde penetrante y escamas relucientes, se movió lentamente al despertar, emitiendo un siseo bajo y profundo. Harrison sintió una mezcla de terror y fascinación al observar la criatura que había estado dormida durante siglos.

—Has estado dormido por mucho tiempo, basilisco —dijo Harrison, su voz resonando en la cámara vacía—. Ahora es el momento de despertar.

La criatura levantó la cabeza, sus ojos brillando con un resplandor siniestro. Harrison pudo sentir el poder y la majestuosidad de la bestia mientras la observaba. Aunque sabía que el basilisco podía ser una herramienta formidable, también comprendió la profunda soledad que reflejaba en sus ojos.

—Tienes un propósito ahora —continuó Harrison, acercándose lentamente a la criatura—. Puedes ser una herramienta para consolidar mi control sobre Hogwarts y el mundo mágico. Pero también, me doy cuenta de que tú y yo compartimos una soledad similar.

En ese momento, el basilisco se movió lentamente hacia Harrison, su enorme cuerpo deslizándose sobre el suelo con una gracia que contradecía su tamaño. Harrison extendió una mano, tocando suavemente las escamas de la criatura. La textura era áspera, pero en la fría superficie sintió un vínculo inexplicable.

—Voy a usar tu poder para imponer orden en Hogwarts —dijo Harrison, su voz cargada de resolución—. Pero también voy a asegurarte un lugar en este mundo, lejos de la oscuridad que te ha rodeado.

Mientras el basilisco parecía comprender, un siseo bajo emergió de su garganta. Harrison se dio cuenta de que, a pesar de su temible apariencia, la bestia también anhelaba comprensión y compañía.

En ese momento, Daphne Greengrass apareció en el umbral de la Cámara, su mirada de sorpresa al ver al basilisco despertado.

—Harrison, ¿estás seguro de esto? —preguntó Daphne, sus ojos fijos en la criatura con cautela—. El basilisco es una fuerza poderosa y peligrosa. ¿Cómo planeas manejarlo?