42. Pieza de Rompecabezas

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Narra _____

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Narra _____

La primera semana después del incidente con el akuma se sintió más lenta y tediosa que nunca.

Si antes creía que no tenía libertad alguna para hacer lo que quisiera, era porque aún no había conocido el lado más sobre protector de Gabriel Agreste.

Durante ocho largos días, mi rutina diaria se resumía en pasar seis insufribles horas de exasperante actividad escolar, seguidas por veinte minutos de absoluto silencio en coche que terminaban al llegar a la mansión Agreste y daban paso a otras ocho insufribles horas de básicamente nada.

Sólo yo, mi consciencia, mi barriga en crecimiento y una enorme mansión fría, solitaria y llena de eco.

Un eco que fue muy útil durante mi fiebre musical, al menos.

Spoiler: No seré la próxima reina del pop.

El aburrimiento se estaba convirtiendo en un enemigo difícil de eludir, sin mencionar que ya ni siquiera tenía a Adrien para hablar o pasar el rato como solíamos hacerlo, dado que después de la discusión de aquella noche se volvió un fiel ejecutor de la ley del hielo; cero palabras, cero miradas y cero interacciones innecesarias.

Aunque yo tampoco di el brazo a torcer, lo admito.

Y Kagami estaba fuera de acción ―no literalmente―, ya que se encontraba demasiado ocupada con su propia vida como para hablar conmigo más de unos pocos minutos al día después de la escuela. Pronto tendría una competencia de esgrima en América y los entrenamientos y preparativos empezaban a consumir casi todo su tiempo libre.

Desde luego, cuando supe la buena noticia me alegré mucho por ella y le dejé en claro que siempre tendría mi apoyo, pero… en cuanto estuve a solas en la oscuridad de aquella habitación aburrida e insípida, dentro de una mansión aún más aburrida e insípida, me resultó imposible no preguntarme qué habría sido de mi vida si nada de esto hubiera pasado.

¿Seguiría practicando esgrima? ¿Qué tan lejos habría llegado? ¿Estaría entrenando con ella? ¿Podría haber tenido un buen futuro como esgrimista?

¿Aún lo tengo?

···•••❈•••···

Para la mitad de la segunda semana después del incidente con el akuma, durante uno de mis momentos más lastimeros del día ―ésos en los que me la pasaba caminando de un lado a otro por la mansión después de agotar la batería de mi teléfono―, descubrí algo interesante y de alguna manera refrescante.

El nuevo comportamiento de Gabriel hacia mí.

Lo primero que noté fue que que ya no me miraba como si fuera una desagradable mancha de tinta en una fina tela de algodón egipcio, y que la frialdad con la que solía tratarme había sido reemplazada por una actitud mucho más suave y respetuosa. Casi… amable.

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⏰ Última actualización: Jul 04 ⏰

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El Secreto Que Compartimos (Chat Noir/Adrien y tú) [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora