El Secreto Que Compartimos (Chat Noir/Adrien y tú) [PAUSADA]

2. El Atardecer a tu lado

Narra Adrien

Dos minutos antes...

Me alejo de ella dando por terminada la conversación y una parte de mí se siente decepcionada por lo que acaba de suceder.

Por un momento pensé que sería diferente. Que la conversación iría hacia otra parte, que finalmente había llegado el día en el que arreglaríamos las cosas…

Qué imbécil.

La frustración que siento arde en mi estómago y me froto el rostro con las manos buscando despejar mis ideas.

Sí, de seguro el profesor Armand le pidió que hablara conmigo, de otro modo _____ jamás lo habría hecho. Me odia.

Aún me odia…

―Es la primera vez que te veo actuar así ―dice de pronto Plagg sacando la cabeza del bolsillo superior de mi camisa.

―Oye, no salgas, alguien podría verte ―lo regaño, pero a él parece no importarle.

―Es raro verte enfadado ―continúa y sus orejas se mueven mientras habla―. ¿Quién era ella?

Plagg sigue hablando, pero estoy demasiado preocupado por que alguien pueda verlo como para participar en la conversación. Finalmente me veo obligado a escabullirme en el próximo callejón para alejarnos de cualquier mirada indiscreta.

―Plagg, a veces eres muy imprudente, ¿sabes? ―Lo vuelvo a regañar.

―Sí, sí, como tú digas. Soy un gato y la curiosidad me está matando, ¡responde!

El pequeño gatito me señala de forma acusatoria y yo ruedo los ojos con fastidio.

―No estoy de humor para hablar de éso.

―¡Oh, vamos!

―No lo haré, Plagg, ríndete.

―¡Rendirme no está en mi vocabulario, niño! ¡Jamás me he rendido y jamás me rendi…!

―Transformación ―la palabra mágica es lo único que lo hace callar en situaciones como éstas.

Como si no tuviera cosas más importantes que hacer que hablar sobre el pasado…

―¿Chat Noir? ―el repentino sonido de su voz me da un susto de muerte y volteo hacia ella rogando no haber sido descubierto.

¿Qué hace aquí?, ¿por qué me siguió?, ¿acaso me vio? 

―¿Hola? ―saludo e intento disimular el temblor en mi sonrisa. 

_____ frunce el ceño y el desconcierto en su expresión dispara los latidos de mi corazón a una velocidad para nada recomendada. La idea de haber sido descubierto me aterra más de lo que debería y siento que estoy a punto de perder la razón en éste momento.