Dicen que la sangre encontró al inocente y el asesino encontró a su redención...
Mientras el fuego los consumía ambos danzaban justo en la oscuridad...
Las llamas los alcanzo finalmente para ambos contar su amor a la muerte...
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Se había marchado aun cundo algo dentro de mi tenía la esperanza de que volvería en cuanto se diera cuenta de que estaba huyendo y aunque tal vez era una estúpida por pensar que huía por lo mismo que yo sentí, mi corazón se negaba a sacarlo de mi sentir y mis pensamientos, incluso aun después de semanas no he podido alejarme de su habitación, aun duermo en la cama que aun tiene su olor.
- Señora – la voz de Ana hace que me aleje de la gran ventana de la habitación de Mikel que daba hacia el gran jardín trasero
- Maia – digo con una media sonrisa mientras me alejo para encontrarme con ella – Ya te he dicho que me llames por mi nombre, además no estoy vieja para que me llames señora – digo riendo, haciéndole sonreír
- Tengo ordenes de tratarla como tal – dice
- ¿Quién te dio esa orden? – pregunto mientras tomo el bastón que el doctor me había recomendado usar por ahora hasta dentro de unas semanas mas
- El señor Viktor dio esa orden – dice haciéndome negar
- Orden o no por favor no me llames así, ahora somos amigas y en cuanto me recupere por completo dejare esta casa – comento mientras camino hacia la salida de la habitación
- ¿A dónde ira? – pregunta preocupada
- Bueno el señor me dijo que me asignaran a otro lugar y hace unos días escuche a Viktor decir que ya me había encontrado un lugar mientras hablaba por teléfono – explico
- El señor no lo permitirá, él no dejaría que le hicieran eso – niega mientras me sigue
- Ana me lo dijo el día que se fue – digo girándome para mirarla – Además no deberías de creer que Mikel podría ser bueno – digo mientras los recuerdos de como se alejo
- Maia – dice seriamente haciéndome detener justo en la entrada del jardín
Miro su rostro y se que es lo que quiere saber.
- Si Ana, me deje engatusar por sus atenciones, creí que en realidad podría ser distinto – confieso mientras siento la tristeza invadirme - ¿Es muy patético no? – pregunto cuando ella queda en total silencio mientras me ve con lastima – Creí enamorarme y sentirme protegida por él por simples atenciones que solo hacía por caridad – digo riendo de lo patética que me he de ver
- Tal vez lo sea – la voz varonil tras de mi hace que me paralice en mi lugar – Gracias Ana puedes retirarte, yo me encargo a partir de ahora – dice Viktor apareciendo en mi campo de vista
- Señor Viktor yo – digo con nerviosismo
- Viktor – dice interrumpiéndome – Llámame Viktor – dice con una media sonrisa - ¿Caminamos? – pregunta señalando el gran jardín