CONFESIÓN

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Y así fue como después de esa llamada, comencé a perderme a mí misma por caer en la mentira de tu existencia, como me hiciste creer todo lo que no era, no fue y nunca será. 


Muy bien, aquí vamos...

¿Qué escribir, qué decir? Cada que lo intento, las palabras no quieren salir.

No quiero utilizar mis frases de siempre para expresarme, creo que saldré de mi zona de confort.

La cuestión es... ¿Cómo te lo digo? ¿Cómo te lo explico? ¿Como plasmo mis palabras sin estallar en un mar de confesiones escondidas? Dime.

Adoro sobre pensarlo todo y cuando escribo no es la excepción, pero tú... Tú haces que no quiera que eso pase, haces que mi pluma fluya libremente y mi mente salga un poco de sí misma.

No sé cómo lo lograste y muy honestamente, no sé si quiero indagar en mi alma para descubrirlo.

Porque, mirando atrás, confieso que tuve una verdad parcial sobre tus intenciones y no hice nada al respecto.

Estuviste en la lista, encajaste en el perfil, míralo como quieras. Y a pesar de que noté todo esto, ese algo dentro de mí, me dijo que no podía ser.

Porque sé que no soy una buena persona, porque soy complicada, dramática, necia, obstinada, irreverente, insolente, cobarde, caprichosa y berrinchuda. Soy jodidamente difícil.

Y esos ojos lindos... Esos hermosos ojos lo merecen todo.

Con el tiempo, me topé con la realidad y me di cuenta de que quería ser egoísta y convertirme en ese todo.

Acepto que fue muy complicado comenzar a disfrutar más de lo normal tu compañía, tu presencia. Para cuando me di cuenta, ya me volvías completamente loca.

Comencé a odiar tu risa, tu voz, tus chistes, tu cabello, tu forma de vestir.

Comencé a ser un poco "posesiva", comencé a robarme tu atención, tu tiempo, tus sonrisas y lo admito, me gustó mucho más de lo debido.

Si te soy completamente honesta, intenté como no te haces una idea, dejar de sentirme así. Que vanos fueron mis intentos.

Intenté convencerme de que solo eras mi amigo, solo eso y nada más; incluso intenté huir de ti y míranos.

¿Por qué siempre tienes que dar el primer paso? ¿No es así?

Te odio por eso.

Sin embargo, cuando tus labios tocaron los míos y tu mano se posó sobre mi cintura, ¡Carajo!

Me perdiste y se acabó mi número, olvidé el guión de la obra y por un pequeño momento, di fin a mi actuación.

Intenté volver a la normalidad, seguir como siempre, como siempre hago.

Pero cuando te vi, juro que sentí de la forma más elegante, como se derrumbaban de poco mis barreras.

Intenté arreglarlas, intenté reconstruirlas y dejarte al otro lado, pero cuando miré con más claridad, ya me habías ayudado a construir una puerta para tu acceso personal. Me quedé con la llave, temerosa de entregártela.

Maldito alcohol que arruinó mis planes. Cuando miré, no fue el trago que tenía en mi mano lo que me hizo sentir tan mareada.

Esta vez y a nada de echarme para atrás, di ese primer-segundo paso, que dio pie al desastre, al descontrol.

Pequeños flashes, recuerdos incompletos, sensaciones un tanto perdidas, un tanto borrosas.

Y aún bajo los efectos del etanol, tuve el atrevimiento de besar tus mejillas, tan cálidas, tan malditamente indiferentes.

Cosas que encajan de una forma tan notoria, que en verdad asusta.

Y pasó, nos perdimos... Me perdí, me perdiste.

Una propuesta, un plan, una historia de misterio perfectamente bien estructurada.

El olor de tu cabello, el tacto de tu piel, una pelea indirecta con el mar.

Y sí, me perdí, pero luego te encontré a ti... Igual de perdido que yo y quise caminar contigo, sujetando tu mano y encontrándonos, juntos. 

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