12: ¿Problemas en el paraíso?

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—¿Qué?

—Lo siento, cariño.

—Dijiste que todo estaba solucionado, que no sería más molestada —Aprieto los puños y trato de no exaltarme.

—Se reabrió el caso, te necesitan para volver a declarar.

—No.

—¿No hay forma de que la niña quede fuera, amor? —La preocupación de mi madre es palpable.

—Intentaré mover algunos hilos, de verdad lo siento, Nadine —sollozo y comienzo a temblar —. Nena, te juro que no los volverás a ver, voy a hacer todo lo que esté dentro de nuestras manos, incluso el abuelo ya se está moviendo. No tienes que preocuparte.

—Papi, por favor no me hagas volver —suplico.

—No lo harás —dice con certeza.

Corro a mi habitación y doy un portazo, dejo salir un grito de frustración, me acerco a la mesita de noche y tomo el jarrón, me giro y lo arrojo con fuerza contra el espejo de cuerpo entero, el cristal quebrándose no hace más que aumentar el enojo, los fragmentos del espejo y el jarrón se desbordan por el piso. Con el pecho agitado por las respiraciones furiosas observo el desastre, dejo salir otro grito de frustración que me lastima la garganta, pero estoy lo suficientemente molesta para preocuparme, quizás mañana me arrepentiré. Camino de un lado a otro de la habitación con las manos temblorosas y las lágrimas empañando mi visión. Trato de hacer ejercicios de respiración para tratar de calmarme, aunque no funciona, tan solo pensar que tengo que volver a ese país y ver a sus ex compañeros nubla mi vista y todo lo que puedo ver es rojo, para este punto la ira me tiene consumida. Con el desespero calando mis huesos, tomo un portarretrato y lo lanzo contra la puerta de la habitación, después le sigue mi cepillo, el celular y cualquier cosa que se atraviese. Nada está a salvo de mi rabia.

Me dejo caer en el medio de la habitación, pego las rodillas en el pecho y entierro las manos en mi cabello, comienzo a balancearme para tranquilizarme. Los sollozos salen desgarradores.

—Nadine, cariño —Mamá entra corriendo a la habitación y me abraza, dice palabras de consuelo, pero no hay nada que pueda consolarme. Nada —. Basta.

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DEMIAN

Nadine me está ignorando, no entiendo qué es lo que está pasando. Era como si hubiéramos cambiado de roles, cuando le preguntaba algo solo se limitaba a responder con monosílabos, no me miraba y cuando nuestros ojos se conectaban, ella desviaba la mirada. Quizás cometí un error al pedirle que fuera mi novia. Al principio, cuando se lo pedí, lo hice como una broma, pero luego me vi anhelando una respuesta positiva cuando la pregunta salió de mis labios. En ese momento noté su nerviosismo, pero creo que fue un error. No me gusta nada ser ignorado por ella, su actitud distante y fría. Esa no es mi Nadine.

La veo sonreírle a Maca y siento una punzada de envidia y enojo. Parecía tener algo en contra mía porque la relación con ella seguía igual. Suspiro.

—¿Vamos a comer? —pregunto a ambas, pero mis ojos no dejan de mirar a mi pelinegra.

—Claro —Maca se levanta, pero Nadine no. Se queda en su lugar mirando sus uñas moradas —. ¿Vienes, Nadine?

—No, tengo que hacer algo.

Maca y yo compartimos una mirada cómplice, nos encogemos de hombros y a la fuerza nos alejamos a la cafetería. Giro la cabeza para darle una última mirada y ella ya me está viendo, me sonríe, el corazón me da un vuelco, incluso una sonrisa de ella me tiene como idiota.

NADINEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora