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Tic, tac.

Astria miró el reloj con cara de insatisfacción.

Acababa de terminar una reunión. Sin embargo, aunque ya había pasado la hora acordada, aún no había regresado. Sus cejas se fruncieron, reflejando su disgusto.

'Cuando vuelvas, te ataré y te humillaré'.

Pensar en Sena temblando la hizo sentirse un poco mejor.

En ese momento, la puerta se abrió silenciosamente y Betty inclinó la cabeza.

"Su Majestad, Sylvia de los Caballeros Teutónicos solicita una audiencia."

Una audiencia con la Emperatriz no se concedía a cualquiera. Astria no disfrutaba de las reuniones no programadas.

Sin embargo, había hecho una excepción con los Caballeros Teutónicos, permitiéndoles solicitar audiencia en cualquier momento. Ella los favorecía enormemente, y mostraba una inusual indulgencia hacia ellos.

"Déjenla entrar."

Sylvia, que había venido a verla, hizo una profunda reverencia. Astria echó un vistazo a su cuerpo. Tenía la ropa empapada de sudor. Parecía que hoy había tenido una sesión de entrenamiento agotadora.

"Sena no aparece por ninguna parte. ¿Su Majestad le dio órdenes especiales?"

"Sena ha salido."

"Le dije que la llevara con él".

El médico, al que no se podía dejar desatendido ni un momento, era realmente un incordio.

"Hoh, ¿solo?"

"Hemos puesto guardias. Le ordené que también llevara escolta, pero no cumplió".

"Su Majestad."

En ese momento, Betty interrumpió.

"Debido a la reunión, el informe se retrasa. Parece que Sena se fue solo".

"¿Qué?"

Astria no podía creer lo que oía.

"Desapareció después de decir que se había dejado algo en su habitación y no se le ha vuelto a ver".

"Les dije que fueran minuciosos al controlar las puertas".

La huida de Sena fue impresionante, pero que los guardias no lograran atrapar a un frágil médico era patético.

Astria miró a Sylvia con desdén.

Los ojos de Sylvia, como los de un gato feroz, estaban listos para salir disparados en cualquier momento.

Astria asintió levemente.

"Tráelo de vuelta. Esa bola de pelo".

**

"¿He sido abandonada por Dios?"

La mujer le habló a Sena con voz moribunda. El dolor era insoportable, pero lo que más la aterrorizaba era el miedo a ser abandonada por Dios. Era una devota seguidora de la Iglesia de la Justitia.

"No puede ser".

Sena se vendó el brazo ennegrecido y necrótico. No era una venda corriente. Llevaba el poder divino de Sena.

'No puedo estar seguro si será efectivo'.

Se estaba arriesgando.

"Justitia solo da pruebas que uno puede soportar. Este también debe ser un camino guiado por Dios".

Sena hablaba con un rostro sonriente, pero por dentro ardía de preocupación. Tal vez, como su mano ennegrecida, su interior estaba siendo consumido por la ansiedad.

Me Convertí En El Médico De La Tirana Enferma TerminalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora