Rhaenyra Targaryen

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Cuando Rhaenyra llegó a Rocadragón, tras ser enviada por su padre, se sentía perdida. Aunque el rey la había defendido a ella y a sus hijos, no estaba satisfecha. Los últimos acontecimientos la habían dejado con un sabor amargo en la boca.

Los días en el castillo transcurrieron lentamente. Pocas lunas después de su llegada, su amante, Harwin Strong, le comunicó que debía partir hacia Harrenhal para acompañar a su padre. Rhaenyra nunca imaginó que sería la última vez que lo vería.

Desconocía quién había sido el miserable que provocó el incendio en Harrenhal, pero si alguna vez lo descubriera, se aseguraría de que esa persona no volviera a ver la luz del día. La noticia de la muerte de Harwin la golpeó con fuerza, aunque no de la manera que muchos podrían haber esperado.

Rhaenyra no mentiría diciendo que había amado profundamente a Harwin Strong, porque no era cierto. Lo había querido, sí, pero siempre supo en lo profundo de su corazón que el amor de su vida era y seguiría siendo su tío, Daemon Targaryen.

mientras Rhaenyra observaba el horizonte desde uno de los balcones del castillo. Su mirada, perdida en la vastedad del mar, parecía buscar respuestas en las olas que rompían contra los acantilados.

"¿En qué piensas, prima?", la voz de Laenor Velaryon, su esposo, rompió el silencio a sus espaldas.

Rhaenyra se tensó ligeramente, pero no se giró para mirarlo. "En nada importante, esposo", respondió con un tono que intentaba ser despreocupado, pero que no lograba ocultar del todo la melancolía que la embargaba.

"Bueno", dijo Laenor, su voz traicionando una mezcla de curiosidad y resignación. Se apoyó en la barandilla junto a ella, respetando la distancia que siempre parecía existir entre ellos.

Tras un momento de vacilación, Rhaenyra se volvió hacia él. "Laenor, ¿te puedo hacer una pregunta?", inquirió, sus ojos violetas buscando los de su esposo.

"Claro", respondió él, intrigado por el súbito interés de su esposa en conversar.

Rhaenyra respiró hondo antes de continuar. "Si tuvieras una oportunidad de huir de este lugar, de este castillo... de Poniente en sí, ¿lo harías?"

La pregunta quedó suspendida en el aire, cargada de implicaciones y anhelos no expresados. Laenor tardó en responder, su mirada perdiéndose en el horizonte que antes contemplaba su esposa.

"Lo he pensado", admitió finalmente, su voz apenas un susurro. "Pero no tengo una excusa creíble para dar".

Rhaenyra asintió, el peso de las obligaciones y expectativas que los ataban a ambos se reflejaba en sus ojos violeta. No dijeron más, permitiendo que el silencio de la noche los envolviera por unos minutos. 

-

Cuando la oscuridad se había adueñado del cielo, un rugido familiar rompió la quietud. Caraxes, el dragón de su tío, se acercaba con su jinete. Rhaenyra esperó en el balcón de su dormitorio, su silueta recortada contra la luz de las velas que iluminaban la habitación. Desde que habían dejado la Fortaleza Roja, su tío no la había dejado sola ni un momento, convirtiéndose en su sombra constante.

El eco de unos pasos resonó en el pasillo, seguido por el crujido de la puerta al abrirse. Más pasos, y entonces la presencia de Daemon llenó el espacio.

"Aquí estás, Rhaenyra", susurró, su voz ronca por el viento del vuelo.

"¿Estuvo bien el vuelo?", preguntó ella, sin volverse.

"Claro, volar es mi pasatiempo favorito", respondió él, una sonrisa oculta en su voz.

"Mmm", fue toda la respuesta de Rhaenyra.

Please Let Me Bring My ManDonde viven las historias. Descúbrelo ahora