Lucerys velaryon y el Hijo por Hijo

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La noticia llegó a la princesa Rhaenyra como un golpe devastador. En su furia, sintió como si sus entrañas se retorcieran, queriendo escapar de su cuerpo. El dolor de la traición se mezcló con los primeros dolores del parto, y fue llevada apresuradamente a su lecho.

Durante tres días, los gritos de Rhaenyra resonaron por los pasillos de Rocadragón. "¡Sal, monstruo, sal!", se la oía bramar, su voz una mezcla de rabia y agonía. Mientras tanto, en la sala de la Mesa Pintada, construida por los conquistadores, el príncipe Daemon trazaba sus planes para la inminente guerra.

"Una vez que la legítima reina se haya recuperado, tomaremos decisiones firmes", pronunció con voz grave, sus ojos violeta brillando con una determinación fría.

Cuando por fin el bebé salió del vientre de Rhaenyra, un silencio sepulcral cayó sobre la habitación. La princesa, exhausta y empapada en sudor, miró a su hija recién nacida y rompió en un llanto desconsolado. Era su segundo bebé muerto y su primera hija, pero lo que vio la llenó de horror y pena. La criatura estaba deforme, más parecida a una cría de dragón con partes humanas que a un bebé. Tenía una cola escamosa y pequeñas garras en lugar de manos.

Para algunos, esto confirmaría los rumores de que los Targaryen eran, en efecto, dragones de nacimiento. Pero para Rhaenyra, era su luz, su esperanza, arrebatada cruelmente por los verdes. En su mente febril, culpó a sus enemigos de esta tragedia, alimentando aún más su sed de venganza.

Una vez recuperada lo suficiente para ponerse en pie, la princesa se encaminó con paso vacilante hacia la playa de Rocadragón. Daemon comandó a Caraxes. El enorme dragón rojo descendió sobre la arena negra, y con un rugido que pareció sacudir los cimientos de la isla, prendió fuego al pequeño cuerpo de la princesa Visenya Targaryen.

Mientras las llamas consumían los restos de su hija, Rhaenyra observaba con ojos secos y fríos. 

Los presentes observaron con tensión cómo un grupo de guardias de la Fortaleza Roja se acercaba. Ser Erryk, instintivamente, desenvainó su espada para proteger a la princesa. Sin embargo, cuando los hombres y sirvientes llegaron, se postraron a los pies de Rhaenyra, jurándole lealtad.

"Traemos con nosotros la corona del rey Jaehaerys I, portada por su padre, el rey Viserys, para usted, mi reina", anunció uno de ellos.

Rhaenyra, con una calma que contrastaba con la tormenta interior que sentía, se acercó a ellos y observó la corona dorada con rubíes, la misma que siempre había llevado a su padre.

"Levantaos y seguidme", ordenó con voz firme.

Esa misma tarde, se enviaron cartas a las casas más allegadas de Rocadragón para que juraran lealtad a la legítima reina. Al día siguiente, llegaron la princesa Rhaenys y su esposo, la Serpiente Marina, quien, contra todo pronóstico, se había recuperado y estaba listo para la batalla.

Al lugar también se congregaron los Celtigar de Isla Zarpa, los Staunton de Reposo del Grajo, los Massey de Piedratormenta, los Bar Emmon de Punta Aguda y los Darklyn del Valle Oscuro, entre muchos otros.

Con todos ellos presentes, se realizó una ceremonia rápida para la coronación de la princesa Rhaenyra. Sentada en el trono de Rocadragón, Daemon coronó a su esposa, proclamándola:

"Rhaenyra de la casa Targaryen, la primera de su nombre, reina de los ándalos, los rhoynar y los primeros hombres."

El príncipe Daemon se reservó el título de Protector del Reino, mientras Rhaenyra nombró a su primogénito Jacaerys príncipe de Rocadragón y heredero del Trono de Hierro.

Su primer acto regio fue declarar traidores y rebeldes a ser Otto Hightower y la reina Alicent. Con voz firme y mirada desafiante, anunció:

"En cuanto a mis hermanos y a mi querida hermana Helaena, que vengan a Rocadragón, hinquen la rodilla y me supliquen clemencia, y con sumo gusto les perdonaré la vida y los volveré a acoger en mi corazón, ya que son sangre de mi sangre, y ningún hombre o mujer es más maldito que quien mata a los de su estirpe."

Please Let Me Bring My ManDonde viven las historias. Descúbrelo ahora