Sucesión de Marcaderiva

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El sol de la tarde bañaba los jardines de la Fortaleza Roja mientras Helaena  elevaba su espada con destreza. Frente a ella,  Aegon jadeaba, con gotas de sudor perlando su frente.

"¡Te he ganado!", exclamó Helaena con una sonrisa triunfal.

"Te dejé ganar," protestó Aegon, apoyando las manos en sus rodillas, mirando en dirección donde había caído su espada.

Ser Criston Cole y el príncipe Aemond se acercaron, al centro del combate con interés. "Ha sido una pelea justa, mis príncipes," comentó Ser Criston.

Aemond no pudo contener una burla hacia su hermano. "Sin duda Hel es mejor que tú, Aegon." su hermano y esposo solo le gruño

Helaena alzó la vista hacia donde su madre, cuidaba de sus pequeños. Los gemelos Jaehaerys y Jaehaera, junto al pequeño Maelor, habían crecido tanto en los últimos dos años. Los dragones de los gemelos también habían aumentado considerablemente de tamaño, aunque el huevo de Maelor aún no había eclosionado. Helaena no perdía la esperanza de que pronto lo haría.

El recuerdo de su viaje a Antigua, donde habían visitado a su hermano menor Daeron y presentado a sus hijos, aún estaba fresco en su memoria también el conocer Tessarion la dragona de este, sin duda grande y hermosa. Aquella visita no solo había servido para fortalecer los lazos familiares, sino también para recorrer las casas vasallas de los Tyrell y dejar a diez niños para su entrenamiento en la Ciudadela.

Helaena recordó con claridad su encuentro con la regente viuda Tyrell, cuyo hijo, el futuro Lord de Altojardín, aún era un bebé. Durante esa visita, la princesa había puesto en práctica todas las lecciones de diplomacia aprendidas de su abuelo, esforzándose por causar una buena impresión en la regente y su castellano.

La conversación en los hermosos jardines de Altojardín volvió a su mente:

"Sus tres hijos son de hermosura sin par, mi gentil princesa," había dicho la dama Tyrell.

"Gracias, mi señora. Es reconfortante escuchar palabras dulces hacia mis hijos, especialmente para mi precioso Jaehaerys. La gente no suele tenerlas para él, y eso me duele," había confesado Helaena.

"Bien se nota cuánto le amáis, princesa. No permitáis que juicios ajenos os turben. Yo también tengo a mi pequeño y por su bienestar daría cuanto poseo"

"Así es, los hijos son lo más importante para una mujer, pero el futuro puede deparar cualquier cosa," había respondido Helaena

"Si esos eventos llegaran a pasar, ¿estaríamos seguros mi hijo y yo, princesa?", preguntó la dama con voz firme.

"Podéis tener la certeza, mi señora Tyrell, de que si tales desventuras acaecieran, vuestra seguridad y la de vuestro hijo estarían aseguradas bajo mi protección. Daría mi propia vida antes que consentir que mal alguno os afectara,"

Con esas palabras, un acuerdo se había sellado entre ambas mujeres.

Los pensamientos de Helaena volvieron al presente cuando vio a su abuelo y a Ser Arryk aproximarse a la reina Alicent. Le entregaron una carta que pareció sorprenderla profundamente.

Los tres hermanos Targaryen se acercaron de inmediato. "¿Qué contiene esa carta, madre, que te ha sorprendido tanto?", preguntó Aemond, intrigado.

"Es una carta de Vaemond Velaryon," respondió la reina, con voz tensa.

"¿Por qué te escribiría el sobrino de la Serpiente Marina?", indagó Aegon, extrañado.

Alicent tomó aire antes de responder

Please Let Me Bring My ManDonde viven las historias. Descúbrelo ahora