"Si un hombre no tiene a una mujer fuerte detrás de él, ese hombre no tendrá el poder que necesita" Hurrem Sultan
Los días en la Fortaleza Roja transcurrían en un ambiente tenso, cargado de emociones contenidas y secretos susurrados. En medio de este torbellino de intrigas, Helaena se había convertido en una presencia constante junto a sus hermanos, velando por ellos con una dedicación que rozaba la obsesión.
Sus ojos, antes llenos de inocencia, ahora brillaban con una nueva luz: una mezcla de preocupación, ira y algo más profundo, algo que ni ella misma comprendía del todo. Pasaba largas horas junto al lecho de Aegon, observando su rostro maltrecho, recordando cómo había defendido a Aemond y a su madre, poniendo su propio cuerpo como escudo.
Cada vez que rememoraba los acontecimientos de los días pasados, una ira ardiente se apoderaba de ella. Nunca antes había experimentado un odio tan intenso hacia otras personas. Era como si una parte de ella, dormida hasta entonces, hubiera despertado de repente.
Al cuarto día, mientras el sol de la tarde teñía de oro las paredes de la habitación, Aegon comenzó a agitar sus párpados. La leche de amapola que lo mantenía sumido en un sueño profundo empezaba a perder su efecto.
"Helaena", murmuró Aegon, su voz apenas audible, mientras yacía boca abajo para no presionar sus heridas.
"Aegon", respondió ella, su corazón acelerándose al oír su voz.
"Agua", pidió él con un hilo de voz.
Con una rapidez nacida de la ansiedad y el afecto, Helaena mojó un paño en agua fresca. Con delicadeza, lo acercó a los labios resecos de Aegon, permitiendo que él lo chupara suavemente. Era así como le habían estado dando de beber para evitar movimientos bruscos que pudieran agravar sus heridas.
Mientras Aegon bebía, Helaena lo observaba con una intensidad que la sorprendía a ella misma. Cada rasgo de su rostro, cada cicatriz, parecía grabarse a fuego en su memoria. Se dio cuenta, con una mezcla de asombro y confusión, de que cuanto más tiempo pasaba con él, más atractivo lo encontraba.
Este nuevo sentimiento, mezclado con la ira que aún ardía en su interior y la preocupación por el bienestar de sus hermanos, creaba una tormenta emocional en su corazón. Helaena se encontraba en el umbral de un cambio profundo, transformada por los eventos recientes en alguien que apenas reconocía.
Mientras atendía a Aegon, su mente divagaba hacia el futuro incierto que les aguardaba.
-
-
-
Los días se fundían unos con otros mientras Helaena se movía incansablemente entre las habitaciones de sus hermanos. Su presencia se había vuelto tan constante como el latir de sus corazones, un bálsamo silencioso para sus heridas, tanto físicas como emocionales.
Aemond, con su ojo perdido y su orgullo herido, le agradecía constantemente con palabras suaves, tan diferentes de su habitual bravuconería. Pero era en la recámara de Aegon donde Helaena pasaba la mayor parte de su tiempo, y donde algo nuevo y delicado comenzaba a florecer.
Las conversaciones entre los prometidos, al principio torpes y llenas de silencios incómodos, poco a poco se fueron transformando. Hablaban de cosas banales, de recuerdos de infancia, de sueños apenas susurrados. Cada palabra intercambiada era como un hilo que los acercaba más, tejiendo una intimidad que ninguno de los dos había esperado.
Helaena se había convertido en la asistente predilecta de los maestres, ayudando a cambiar vendas y aplicar ungüentos con una delicadeza que sorprendía a todos. Sus manos, antes ocupadas solo en bordados y libros, ahora se movían con destreza sobre las heridas de Aegon, curando no solo su cuerpo, sino también, sin saberlo, su corazón.
ESTÁS LEYENDO
Please Let Me Bring My Man
Fanfic"No olvides, que sin una mujer fuerte que lo respalde, ningún hombre puede triunfar" Sultán "Los hombres pueden reinar, pero las mujeres gobiernan" Nurbanu Sultán ¡Historia de una mirada Verde! Helaena Targaryen, Aegon Targaryen II, Jaehaerys y Jae...