Grito de dragón

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"entrena tu mente, para que sean más fuerte que tus emociones"



Una vez que el rey Viserys despidió a todos de la sala de los Velaryon, Alicent se retiró rápidamente con sus hijos a sus aposentos. La tensión del enfrentamiento anterior aún flotaba en el aire, pesada y opresiva.

Ya en la intimidad de sus habitaciones, Helaena se atrevió a mirar directamente a los ojos de su hermano Aegon. Su voz, aunque suave, estaba cargada de confusión y preocupación:

"¿Qué fue eso?" preguntó, sus ojos buscando respuestas en el rostro de su hermano mayor.

Aegon, aún exaltado por los eventos recientes, respondió con brusquedad: "¿Cómo qué fue eso? Defendí a nuestro hermano."

Antes de que Helaena pudiera replicar, la voz de Alicent se alzó, cortante y llena de preocupación:

"Lo que has hecho es peligroso," declaró la reina, su rostro una máscara de preocupación y enojo. "Recibirás un castigo por tu imprudencia."

Aegon, lejos de mostrarse arrepentido, se volvió hacia su madre con desafío en los ojos. "¿No era eso lo que nos decías, madre? ¿Qué esos niños eran bastardos?" Su voz estaba cargada de sarcasmo. "Deberías agradecerme. Salvé tu pellejo".

Helaena observaba el intercambio con una mezcla de asombro y fascinación. No podía creer cómo su hermano, con tan solo 13 años, mostraba tanta imprudencia. Sin embargo, había algo en su audacia que llamaba su atención, una chispa de algo que no podía nombrar pero que encontraba extrañamente atractivo.

Alicent, visiblemente perturbada por las palabras de su hijo, se acercó a él con los ojos entrecerrados. "Aegon, no entiendes las consecuencias de tus acciones. Esto no es un juego."

Mientras la discusión continuaba, Helaena se mantuvo en silencio, su mente trabajando para procesar todo lo que había ocurrido. La dinámica familiar había cambiado en cuestión de horas, y ella sentía que estaban al borde de algo grande y peligroso. 

Su madre los envía a cada uno a su habitación mientras que ella se quedara con aemond cuidando de su herida 

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Los primeros rayos del alba comenzaban a acariciar el horizonte cuando despertaron a Helaena y su familia para que se prepararan para partir, la comitiva se puso en pie. La urgencia de la situación los apremiaba a partir sin demora hacia la Fortaleza Roja. Con sus dragones ya preparados, Helaena alzó el vuelo en dreamfyre , seguida de cerca por su hermano Aegon.

Vhagar, la imponente bestia alada, se unió al grupo por instinto, a pesar de que su jinete no pudiera montarla debido a sus heridas. El vínculo entre dragón y jinete era tan fuerte que la criatura sentía la partida de su jinete y no estaba dispuesta a quedarse atrás.

Mientras surcaban los cielos, Helaena no pudo evitar lanzar una mirada preocupada hacia su hermano. Aegon, que se aferraba con determinación a su montura. El destino los aguardaba en la Fortaleza Roja, y con cada batir de alas, se acercaban más a lo que podría ser el capítulo decisivo de su historia

Los dragones, con su velocidad incomparable, permitieron llegar mucho antes de lo previsto. Al aterrizar en la Fortaleza Roja, guardias y criadas se apresuraron a escoltar a Helaena hacia sus aposentos. Aegon, sumido en un silencio tenso, ni siquiera se dignó a mirar a su hermana. Helaena, por su parte, apenas notó esta frialdad, pues un nudo de preocupación le atenazaba la garganta, robándole las palabras.

Las horas transcurrieron con una lentitud agobiante. De repente, el rugido de más dragones rasgó el aire, anunciando la llegada de Rhaenyra y su séquito. Poco después, Helaena observó cómo la carroza real se detenía junto a la fortaleza, y varios caballeros de capas blancas ayudaban al monarca a descender.

Please Let Me Bring My ManDonde viven las historias. Descúbrelo ahora