Suplica por morir

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No busque la inocencia debajo de este domo Suleimán, porque los que tienen el poder y los que desean el poder no son inocente.

-Hurrem Sultan

Aegon descendía las escaleras de la Fortaleza Roja con pasos firmes, cada uno resonando en los pasillos de piedra. Detrás de él, sus hermanos Aemond y Daeron lo seguían, junto con sus dos capas blancas, cuyas sombras se alargaban y se retorcían sobre los muros, deformadas por la luz de las antorchas que parpadeaban en los corredores.

—¿Dónde fue encontrado? — preguntó cole rompiendo el silencio, su voz era tensa como la mano que apretaba el pomo de su espada.

—En la Puerta de los Dioses, intentando huir a caballo. Mis hombres lo capturaron antes de que pudiera escapar— respondió ser Arryk, marchando a su lado. El sudor perlaba su frente bajo el parpadeo de las antorchas—. Llevaba en una forja la cabeza del príncipe — añadió en un murmullo que raspaba su garganta, como si cada palabra lo desgarrara.

Aegon se detuvo tan abruptamente que Daeron casi chocó contra su espalda. Se llevó una mano al rostro, sus dedos presionando contra sus sienes y soltó un suspiro que sonó fuerte en el estrecho pasadizo. La mención de la cabeza de Jaehaerys le atravesaba como veneno

—Mi rey —prosiguió ser Arryk, inclinando la cabeza—, ordené que fuera entregada a las Hermanas Silenciosas en cuanto llegamos a la Fortaleza.

Aegon asintió en silencio, apenas un movimiento de su cabeza antes de retomar su andar, pero su mente estaba lejos. A su lado, Aemond rompió el silencio incómodo con un tono gélido y despectivo.

—¿Alguna información sobre ese mal nacido?— preguntó su ojo fijo en las sombras que proyectaba el pasillo, su rostro endurecido por la repugnancia.

—Es un ex capa dorada— respondió ser Arryk, sin detenerse—. Juró lealtad a Daemon. Lo expulsaron después de golpear hasta la muerte a una prostituta. Desde entonces, ha trabajado como carnicero. Lo apodan "Sangre".

Los demás escucharon en silencio, aegon le pareció repulsivo la información, si bien al inicio no tenía claro qué hacer con las capas doradas ahora ya confirmó que estos hombre le habían jurado lealtad a Daemon y en cualquier momento podía traicionarlo, lo mejor que podía hacer era ejecutarlos y reemplazarlos por hombres que supieran dónde estaban sus lealtades... en hombres que pudieran confiar.

—Majestad.

La voz de los guardias en la entrada de las mazmorras lo sacó de sus pensamientos. Habían llegado. Los hombres se cuadraron al verlo, abriendo la pesada puerta de hierro que chirrió sobre sus bisagras oxidadas. El hedor lo golpeó al instante: una mezcla de humedad, podredumbre y miedo. Antorchas colgaban de las paredes, lanzando su luz sobre la miseria de los prisioneros, nobles caídos en desgracia y traidores que no habían jurado lealtad.

—Por aquí, Alteza —dijo ser Arryk, guiándolos por el pasillo húmedo—. Lo tenemos en la celda más pequeña.

Un grupo de guardias custodiaban la puerta, al ver al rey y a sus hermanos, se apartaron haciendo una pequeña reverencia. La celda estaba apenas iluminada, pero en el centro, de rodillas, con las manos atadas a la espalda, estaba el hombre que habían venido a ver.

Su rostro mostraba señales de la paliza recibida: un ojo hinchado, un corte que le cruzaba la mejilla, y un hilo de sangre que le corría por el labio. Al escuchar la puerta abrirse, levantó la cabeza. Sus ojos, oscuros y desafiantes, se clavaron en Aegon, y en sus labios se formó una sonrisa torcida, burlona, una insolencia que ni siquiera la cercanía de la muerte había logrado apagar.

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⏰ Última actualización: 7 days ago ⏰

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