El renacer

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"Hasta el mejor corcel puede caer. Afortunadamente, si caigo me volveré a parar, y cuando lo haga, los haré pagar."

— Safiye Sultan


En la sala del Consejo Verde, la tensión era palpable. El aire era pesado por el peso de la tragedia que acababa de sacudir la paz del castillo. Los miembros del consejo, convocados con urgencia, permanecían en un silencio inquieto, sus rostros reflejando una mezcla de shock, dolor y una creciente ira.

Otto Hightower, caminaba de un lado a otro de la sala como un león enjaulado. Su rostro, normalmente sereno, ambicioso y calculador, estaba contorsionado por la furia apenas contenida.

"Esto es obra de Daemon y Rhaenyra," afirmó con vehemencia, su voz resonando en la sala silenciosa. "Solo ellos serían capaces de una atrocidad semejante."

Los demás miembros del consejo permanecían sentados, intercambiando solo miradas. Nadie se atrevía a responder directamente a las palabras de Otto, pero el silencio era elocuente.

El sonido de pasos acercándose hizo que todos se tensaran. Las puertas de la sala se abrieron de golpe, revelando a las Capas Blancas que escoltaban a los reyes.

La aparición de Aegon y Helaena causó una conmoción inmediata. Todos los presentes se pusieron de pie como si fueran uno solo, inclinándose profundamente. "Majestades," dijeron al unísono, sus voces mezclándose en un murmullo respetuoso.

Sin embargo, bajo esa muestra de deferencia, era evidente la sorpresa en sus rostros. Nadie esperaba ver a la reina Helaena allí, no tan pronto después de la tragedia.

Sin embargo, juntos avanzaron con paso firme, sus manos fuertemente entrelazadas hasta llegar en la cabecera de la mesa, donde no tomaron asiento desafiando el protocolo establecido. Este no era momento para formalidades.

Otto, fue el primero en romper el tenso silencio. "Helaena..." comenzó, su voz traicionando su sorpresa, "no esperábamos..."

Aegon lo interrumpió con un gesto brusco. "Este no es momento para cortesías, Lord Otto", dijo con voz autoritaria. "Estamos aquí para actuar." Temblaba ligeramente, no de miedo, sino de la furia contenida que bullía bajo su piel. Se acercó a la mesa del consejo, apoyando ambas manos sobre ella con tal fuerza que sus nudillos se pusieron blancos.

"Como ya saben, hemos sido atacados," continuó, su tono áspero y amenazante. Cada palabra parecía costarle, como si el dolor y la ira estuvieran luchando por salir al mismo tiempo. "¡Han infiltrado este castillo y asesinado a mi hijo!" Su grito resonó en la sala, helando la sangre de los presentes y poniendo los vellos de punta.

La voz de Helaena se hizo oír poco después, lenta y suave, pero cargada de una ira contenida "Lamentaré la muerte de mi hijo toda la vida, pero no me quedaré en mi habitación consumiéndome en el dolor... Saldré a repartir venganza contra todos mis enemigos... y comenzaremos por encontrar al infeliz que ha escapado con la cabeza de mi pequeño..."

Los miembros del consejo asintieron al unísono . Conocían bien la sangre de dragón que corría por las venas de Helaena y el fuego que ardía en su interior. Subestimarla sería una estupidez, un error que ninguno estaba dispuesto a cometer. Habían visto ese fuego antes y sabían lo implacable que podía ser cuando se desataba.

"Mi reina", dijo Larys Strong inclinando ligeramente la cabeza, "Mis... pequeños pájaros estarán atentos a cualquier susurro, cualquier movimiento sospechoso en la ciudad. Si el asesino intenta ocultarse, lo sabremos."

Please Let Me Bring My ManDonde viven las historias. Descúbrelo ahora