Gusano blanco

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El sol se filtraba por la Fortaleza Roja, bañando con su luz dorada la estancia donde los príncipes Jaehaerys y Jaehaera de tres años, se encontraban jugando despreocupados mientras Dyanna cuidaba de ellos. Así mismo, Helaena, desde su sofá, observaba a sus hijos con orgullo. Recordaba cómo, con tan solo ocho meses, los huevos que había traído de la nidada de Dreamfyre habían eclosionado, dando lugar a dos dragones en sus cunas. Shrykos, un dragón de escamas verde oscuro, había emergido para Jaehaerys, mientras que Morghul, negro y espinoso como el mismo Terror Negro, se había convertido en el compañero de Jaehaera. 

A pesar de las exigencias sobre la maternidad. ella había logrado encontrar un delicado equilibrio entre su dedicación a sus hijos y sus entrenamientos. Aunque gran parte de su tiempo estaba dedicado a la crianza, se las arregló para reincorporarse, aunque solo por breves horas.  también la presencia constante de Aegon a su lado había transformado la transición a la maternidad en una experiencia mucho más llevadera de lo que jamás hubiera imaginado. Desde el nacimiento de los pequeños, los dos había tomado la decisión práctica de compartir sus aposentos, un arreglo que les permitía turnarse para atender a los niños durante los primeros meses de sus hijos.

Sin embargo, a pesar de la felicidad que experimentaba con su pequeña familia, una sombra de susurros maliciosos se deslizaba por los rincones del castillo y las calles de Desembarco del Rey. "Deforme", murmuraban las voces, refiriéndose a su precioso Jaehaerys. El pequeño príncipe, nacido con seis dedos en la mano izquierda, se había convertido en el blanco de miradas recelosas y comentarios crueles. Cada vez que Helaena captaba esos susurros sentía que la ira se encendía en su interior. Para ella, Jaehaerys era perfecto en cada respiración, en cada sonrisa, en cada gesto. 

Mientras seguía perdida en sus pensamientos, el sonido de pasos aproximándose por el pasillo la sacó de sus recuerdos.  

"Hermana", escuchó una voz a sus espaldas. Era Aemond, que se acercaba con dos peluches de gato en sus manos.

"Hermano, ¿qué te trae por aquí?", preguntó con una sonrisa.

"Fui con Aegon a las calles de la Fortaleza y encontré estos regalos para mis sobrinos", respondió Aemond, visiblemente complacido.

"¡Tío, tío!", gritaron alegres los gemelos. Sin embargo, sus pequeños dragones, Shrykos y Morghul, no compartían el entusiasmo de sus futuros jinetes. emitieron un gruñido amenazador hacia Aemond, y sus escamas se erizaron en señal de desconfianza. Helaena intervino rápidamente con voz firme "Lykirī, Shrykos, Morghul". eso pareció calmar a los dragones, que retrocedieron sin apartar sus ojos vigilantes de Aemond. Los dragones de sus gemelos ya estaban empezando a crecer más, pronto serian llevado a poso dragón.

Aprovechando la calma Aemond se agachó con cuidado, equilibrando los peluches en un brazo mientras extendía el otro para abrazar a sus sobrinos. -"Miren lo que les trajo su tío favorito"- canturreó con una sonrisa cálida, mientras los soltaba y le extendía a cada uno su regalo

Helaena observaba la escena con ternura en cómo su hermano interactuaba con sus hijos.

 Aemond había crecido considerablemente en estos tres años, próximo a cumplir dieciséis, superando en altura incluso a Aegon.

A veces, cuando los tres hermanos se reunían en la sala de descanso de la Fortaleza, sus pensamientos se dirigían hacia su hermano menor, Daeron. Helaena apenas recordaba su rostro; tenía solo ocho años cuando se fue. Su padre había decidido enviarlo con el tío de su madre al no lograr que se hiciera amigo de Jacaerys Velaryon. 

Helaena recordaba a Daeron como un niño hermoso, con las típicas características Targaryen  con una nariz recta y pómulos marcados. Muchas sirvientas comentaban que era el más bello de los cuatro hermanos, y Helaena no podía estar más de acuerdo. Por lo poco que recordaba, su hermano menor poseía una belleza única.

Please Let Me Bring My ManDonde viven las historias. Descúbrelo ahora