𝙎𝙪𝙜𝙪𝙧𝙪 𝙂𝙚𝙩𝙤

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Advertencias:

Dominante, marcas de mordeduras, chupetones, montar, relación complicada, degradación, baño público, pérdida de dignidad, drogas.

Autora: No me pongan Artic Monkeys que me inspiró 😩

[🔞] Todos los personajes son mayores de edad.
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¿Por qué solo me llamas cuando estás drogado?

Suguru siempre ha acostumbrado a tenerte a sus pies, y por mucho que te quejes sigues yendo a él.

Estabas en tu habitación, tu vida a veces era muy aburrida. Solías pasar las noches en tu celular, scroleando en tiktok indiferente o leyendo algún libro que te podía sacar de una realidad que no te gustaba.

Tu habitación estaba sola, ¿sabías siquiera qué hora era? Tal vez ni siquiera te importaba, estabas en tu celular por algo, ¿no?

O tal vez esperabas una llamada, una que siempre llegaba.

Las horas pasaban y tenías un video de fondo para intentar calmar tu ansiedad, la voz de la narradora simplemente pasaba a segundo plano mientras movías tu pierna sin éxito de calmarte.

¿Por qué estabas tan ansiosa?

Esa ansiedad sin forma simplemente parecía no tener nombre.

Una notificación en tu celular, un veinte por ciento de batería.
Era hora de dormir entonces.

O eso pensaste, conectaste el aparatejo y te levantaste perezosamente a lavarte la boca, tu cuerpo estaba cansado y aún así no dejabas de pensar.

¿Pensar en qué?
Ni siquiera tú lo sabías.

Querías poner tus pensamientos en orden cuando tomaste tu celular.

02h27

¿Cuándo se había hecho de madrugada?

Sacudiste tu cabeza y te echaste a la cama, intentando descansar de algún modo.
La cama se sentía incómoda, y el silencio era demasiado fuerte.

Cerraste los ojos, diste vuelta varias veces en la cama, te arropaste, desarropaste, sacaste un pie, volteaste tu almohada.

Dormir se sentía imposible.

03h00.

Escuchaste el vibrar de tu celular, y lo tomaste de inmediato, quizás ni siquiera había un motivo exacto y solo necesitabas una excusa para volver a leer algo mientras intentabas pasar la noche; pero era una llamada.

Suguru.

No, te habías prometido —al menos ya tres veces rompías esa promesa—que no ibas a caer de nuevo en ese juego que llevaba contigo aquel chico.

Tus cejas se volvieron en un ceño fruncido, y apagaste la pantalla del celular.

El celular dejó de sonar.

Primera vez.

Cuando sonó de nuevo la pantalla se encendió, mostrando de nuevo su maldito nombre.

Dejaste que sonara, o al menos lo intentaste echándote de nuevo en cama.

Segunda vez, seguramente se rendiría en algún momento.

Estabas tan equivocada.

La vibración continuaba y no pudiste resistirlo, habías contestado.

—¿Qué necesidad tienes de llamarme siempre que estás drogado —preguntas, ofendida claramente—?

—Hey —responde, su voz rasposa a través de la línea—.

Sabe que te derrites cuando tiene ese tono de voz.

—¿Vas a venir o tengo que ir a buscarte —su risa, pesada, sabiendo qué te provocaba—?

—¿Qué te dice que voy a ir —preguntas con tu orgullo en alto—?

Hubo unos segundos en silencio en la línea, y una risa suave se escuchó a través de ella.

—¿Ya estás saliendo —tenía una magia sabiendo cada uno de tus movimientos—?

El sonido de tus zapatos mientras bajabas por tu ventana era su cosa preferida.

—Ven al bar —y colgó la llamada sin mucho más, te tenía atrapada entre sus dedos y él lo sabía—.

La noche era fría, y él se estaba calentando dentro tuyo.

—Apreta menos, maldita puta —ordena teniendote encima suyo—.

No eras buena montando, él ya lo sabía; pero iba a enseñarte sí o sí.

—Muévete —dice con autoridad, tú intentas hacerlo, y él ríe—.

Toma tus caderas y las mueve, echando su cabeza hacia atrás mientras siente tu interior abrazarlo.

—Ah, tu coño está muy caliente —murmura con satisfacción—.

El cómo te estiraba era su cosa preferida, además verte temblar e intentar seguir su paso era entrañable.

Suguru amaba destrozarte en todo sentido, y que estés montandolo en pleno baño de un bar era la situación más entretenida en la que te había tomado.

Su boca viajó a tu cuello, a succionar tu cuello y a morder tus hombros para marcarlos.

Cuando te quejabas él sólo tomaba una calada y dejaba el humo escapar por sus labios.

—Tú fuiste la que se arrastró a mí —se burló de ti, moviéndote con brusquedad—.

Y tenía razón, a veces simplemente tenía que enviarte un mensaje o marcar un par de veces, no tomaría mucho el tener tu dulce coño para él solo.

—Así que soporta que te haga mía —se ríe en tu oído, moviendo tus caderas con poco cuidado—.

Realmente era rudo en el sexo, tan cruel y sabías que era el único que podía realmente complacerte.

Sus dientes se clavaban en tu piel, dejando marcas sobre nuevos lugares, marcas que tardarían semanas en borrarse.

Le encantaba recordarte que no encontrarías a alguien como él.

—Haz silencio —se burla de ti, escuchando los murmullos fuera del baño—, ¿no tienes respeto por ti misma?

Hace mucho lo habías perdido.

La sonrisa de Suguru era una mezcla entre crueldad y placer, un placer que solo tu coño podía darle.

Él amaba moverte con uno solo de sus brazos, uno, dos, tres; marcaba el ritmo con gracia.

Amaba verte desorientada por el humo del porro que se fumaba, y tenía que admitir que no podía soportar el cómo te veías tan bien en el baño de un bar cualquiera.

—Mierda, apreta así —ordena, llevando la cabeza hacia atrás—. Por esto es que siempre te llamo, maldita sea —murmura con una sonrisa, viéndote sin pena—.

𝐏𝐔𝐒𝐇 𝐎𝐍𝐄 || 𝐉𝐉𝐊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora