Las horas del día

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6.00 am Bridgerton House.

Colin.

Había pasado una semana desde que casi besó a su amiga. Probablemente, su mejor amiga. Sus sueños desde entonces lo estaban atormentando, solía imaginarla nuevamente en ese sitio, en sus brazos, donde tenía la libertad de acariciar su cabello, su rostro, su piel. Era tortuoso, casi agónico para su entendimiento. Colin sabía que solían culparlo de distraído, de despreocupado, pero lo cierto es que cuando algo entraba en su mente, era muy difícil desviarlo. Pen era aquello en ese momento. Ni siquiera el estrés de sus múltiples responsabilidades servían de algo. Tampoco verla en clases. ¿Cómo nunca se había fijado en lo bello que tenía el cabello? ¿o lo dulce que era cuando preguntaba algo al profesor? si incluso esperaba que tuviera alguna razón para verla levantarse de su puesto y poder mirar por unos segundos su rostro. Así que la más dulce alternativa a su aflicción era precisamente...dormir. Porque estaba seguro que ahí la vería, sería de él. En sus sueños ella era suya, no había enredos en su vida y simplemente existían juntos.

Despertar y recordar amargamente que Pen tenía un novio no era agradable, lo estaba volviendo un soñador que prefería dormir a vivir su vida real. Intentando aplacar su propio sentimiento, había determinado luego de reflexiones forzosas que haría dos cosas: primero; buscaría la manera definitiva de volver a ser amigo de Penelope y, segundo; se encargaría de hacerla feliz.

El primer propósito estaba a medio camino, lo sabía porque ya podían hablar un poco más cómodamente y la reciente experiencia por lo de Eloise fue de gran ayuda en ese sentido. Respecto al segundo, sabía que iba de la mano del primero y ciertamente era lo que más quería en ese momento. No era difícil para nadie, no alguien que la conociera, saber que Pen no era precisamente la alegría personificada. Pero también era imposible ignorar el hecho de que ya casi no sonreía, no en serio. Se veía más melancólica de lo normal, más ida en sus pensamientos y Colin tenía la certidumbre de que se trataba de su relación con James.

Al inicio había pensado seriamente en intervenir, no románticamente (aunque lo quería) sino como amigo, diciéndole que cortara su relación. Pero luego, como si supieran sus pensamientos, entraron a su habitación Francesca y Daphne.

Seis días antes. El día después del casi beso

-¿Qué demonios?

-Hermano, tenemos que hablar contigo.

Colin, que estaba tirado en su cama pensando en la mejor manera de sacar del escenario a James (casi como un mafioso), arrugó la frente ante la presencia de sus hermanas menores en su habitación. Las chicas, muy cómodas, se sentaron junto a él.

-¿De qué?

-Sabemos que te gusta Pen- explicó Francesca, con un brillo emocionado en la mirada. Colin no pudo evitar sonrojarse ¿qué tan evidente estaba siendo?

-¡Están locas, fuera de aquí!- gritó él, levantándose de la cama para que no notaran su color rubí. Él NUNCA se sonrojaba. Definitivamente estaba perdiendo la razón por Penelope.

-Deja de fingir hermanito. Bien, antes de que hagas OTRA estupidez, vinimos a orientarte.

Colin, después de reflexionar un par de segundos, se sentó con ellas aun fingiendo molestía. Pero no admitió ni negó nada.

-No puedes inmiscuirse en la relación- dijo Fran, muy seria, mirando fijamente a su hermano que se enojó en serio.

-Pero...

-No, escucha primero- pidió Daphne, intentando calmarlo con su tono de voz- estuvimos pensando y no sería buena idea que te inmiscuyas en esa relación.

Primero fue el amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora