Un halloween para recordar

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La noche del festival de Noche de los Espíritus llegó, y el pueblo estaba lleno de emoción. El aire era fresco, impregnado con los aromas del otoño y los sonidos de risas y música. Me dirigí hacia el centro de la plaza, viendo a Leah y Elliot cerca de los esqueletos.

—¡Wow, te ves fantástica!

—Definitivamente te ves impresionante esta noche.

Ambos exclamaron, sus sonrisas haciendo que yo también lo hiciera.

—Gracias a ambos, Emily lo hizo —respondí, sintiendo que me sonrojaba ligeramente. —¡Ustedes también se ven geniales! Me encantan sus disfraces.

Elliot estaba vestido como un elegante vampiro, su disfraz lo hacía lucir muy apuesto, y Leah llevaba uno de Robin Hood, complementando perfectamente su personalidad artística.

Nos unimos a Emily y a otros alrededor de las mesas, charlando y disfrutando del ambiente festivo.

A medida que la noche se volvía más oscura, llegó el momento del laberinto. Le dijimos a Elliot que íbamos al laberinto y él prefirió quedarse hablando con los demás.

Me volví hacia Leah, con el corazón latiendo emocionado. —¿Lista para perdernos ahí adentro?

Ella sonrió, sus ojos brillando de emoción. —Absolutamente. ¡Vamos a encontrar esa calabaza dorada!

Entramos al laberinto, el camino iluminado por linternas tenebrosas que proyectaban largas sombras. Los giros y vueltas eran confusos, pero Leah y yo los navegamos juntas, riendo y hablando por el camino.

A medida que avanzábamos más en el laberinto, encontramos una pequeña alcoba con una decoración espeluznante: un esqueleto falso colgando de las ramas arriba. Leah se detuvo para admirarlo, sus ojos brillando de curiosidad.

—Mira esto. Es tan detallado. —dijo, extendiendo la mano para tocar el esqueleto.

Sonreí, acercándome para examinarlo con ella. —Es increíble. Realmente se superaron este año.

Mientras Leah estaba absorta en la decoración, noté algo peculiar en el suelo: un pequeño sendero lateral que no habíamos visto antes. Pensé que podría ser un atajo o una sección interesante del laberinto, tal vez la calabaza dorada estaba allí.

—Leah, mira aquí. Parece un atajo. —dije, señalando el sendero.

Leah asintió, pero seguía concentrada en el esqueleto, quizás analizándolo para hacer otra escultura. —¿Un atajo? Suena bien, solo dame un momento y me uniré.

Decidí explorar el sendero mientras ella terminaba de mirar la decoración. —Voy a revisarlo rápidamente. Volveré en un momento.

Sin esperar respuesta, me aventuré por el estrecho sendero, pensando que no iría muy lejos. Sin embargo, el sendero resultó ser más largo y sinuoso de lo que esperaba. Después de unos minutos de caminar y varios giros, me di cuenta de que había perdido de vista a Leah.

—¿Leah?

Llamé, pero no hubo respuesta.

Intenté desandar mis pasos, pero el laberinto se veía diferente, y todos los caminos parecían idénticos. Tomando una respiración profunda, decidí seguir adelante, esperando encontrarla más adelante.

Mientras navegaba por los giros y vueltas, de repente me topé con alguien que venía en la dirección opuesta. Sorprendida, miré hacia arriba y vi a Haley, igualmente sorprendida.

—¿Haley? —dije, mi voz una mezcla de alivio y confusión.

—Hey. —respondió ella, su tono más suave de lo habitual. —¿Tú también estás perdida?

Buena suerte, cariño!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora