| ❀ Capítulo ocho: JK ❀ |

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Tomo asiento al lado de Jimin, y este me dirige una mirada que me fulmina de forma instantánea. ¿En serio creía que no iba a entrar con él? ¿Se cree que vine como taxista? Pff, idiota; solo él creería algo así. Necesito saber qué le dirá el médico y escucharlo con mis propios oídos. Conozco lo suficiente a Jimin para saber que, si no entro con él, las recomendaciones del médico serán modificadas a su conveniencia.

Cada tanto me mira con molestia. Me analiza de reojo y no duda en soltar resoplidos con la intención de incomodarme. Él quiere intimidarme, o al menos dejarme en claro que no está feliz con mi presencia.

—No era necesario que entraras aquí conmigo —me susurra.

No hay nadie en el consultorio. El médico solo nos hizo pasar y nos pidió que esperáramos. Por ende, no sé para qué susurra; nadie lo escuchará.

—¿Por qué no? ¿Qué tiene de malo que te acompañe? —le pregunto, confundido—. Se supone que los consejos serán para ambos.

Él se cruza de brazos y pone los ojos en blanco, una clara señal de su desagrado. Ni siquiera me contesta, solo se queda en su posición de berrinche, con los labios fruncidos y la mirada fija en el suelo, hasta que el médico entra en el consultorio.

—Disculpen, tuve que ir a buscar recetarios —dice el médico con una sonrisa, mientras cierra la puerta detrás de él.

Me volteo y no dudo en sonreír con amabilidad. Jimin se levanta del asiento; lo imito y ambos saludamos al médico con una breve reverencia. El semblante de mi mejor amigo cambia por completo. Se ve mucho más tranquilo y sereno. No parece para nada el niño berrinchudo de hace unos segundos.

—Doctor Lee —se presenta el médico, extendiendo una mano amistosa, y dirige su mirada a Jimin—. Supongo que tú eres el paciente, ¿no?

Tomamos asiento, y el omega a mi lado no duda en asentir sonriente. Miro alrededor del consultorio, notando los diplomas en la pared; parece que a este doctor le gusta estudiar bastante. Todo está bien ordenado, la decoración es minimalista y el olor a desinfectante inunda mi nariz.

Olfateo y hago una mueca de disgusto ante el aroma tan invasivo.

Ojalá esto sea rápido.

Me cruzo de brazos y una pregunta llama mi atención.

—¿Son pareja?

Jimin me mira y niega, mientras que yo lo miro a él y afirmo.

—¿Sí y no? —pregunta el médico, confundido.

—Somos mejores amigos —aclara Jimin, avergonzado.

La confusión no desaparece del rostro del médico, todo lo contrario, se hace aún más notoria.

Quiero ver cómo va a explicar toda esta situación él solo.

—Ah. —Frunce el ceño—. ¿Entonces por qué están aquí?

Jimin me mira pidiéndome auxilio con sus ojos, pero yo elevo mis manos con una leve sonrisa, dándole a entender que él será quien va a explicar. Su expresión refleja el nerviosismo que recorre su cuerpo. No sabe qué decir y se lo merece.

¡Me negó frente a un profesional! ¡Él me rechazó!

—Queremos ser papás —susurra, mientras mira un punto fijo en la mesa.

El médico pestañea varias veces y nos mira sorprendido. Pobre hombre, seguro busca una explicación lógica y no encuentra ninguna.

—¿Son mejores amigos y quieren tener un cachorro? —Afirmamos—. ¿Juntos? —Volvemos a afirmar—. Wow, no es algo nuevo, pero sigue sin dejar de sorprenderme.

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