[ ❀ JK: Bebé a bordo ❀ ]

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Jimin tiene un bolso. Es negro con detalles dorados, pequeño y elegante, y siempre lo lleva de un lado a otro. A veces me pregunto qué puede guardar en un espacio tan reducido. Se lo regalé para uno de sus cumpleaños. Recuerdo que, mientras paseábamos por el centro, él se detuvo frente a una vidriera y observó el bolso con una gran sonrisa.

Me lo señaló y no pude evitar sentirme curioso.

—Es muy pequeño, ¿qué puedes llevar ahí? —le pregunté, intrigado—. ¿No es mejor una mochila?

Jimin negó con la cabeza.

—Es perfecto para mí. Cuando voy al médico, siempre me da miedo perder algo importante —me explicó, sonriendo—. Necesito algo así.

Unos días más tarde, volví a la tienda y no dudé en comprarlo. Recordaba perfectamente cómo Jimin había dicho que necesitaba algo así, y aunque a mí me parecía demasiado pequeño, sabía que él le encontraría utilidad.

Eso fue hace dos años, y aún lo conserva como nuevo. Me gusta que lo use, incluso cuando tiene algunos que son más grandes y, en mi opinión, más cómodos. Hoy, mientras estamos en la sala de espera del médico, lo coloca sobre mis piernas y empieza a revisar los papeles que tiene en la mano.

—Posiblemente nos llamen en cualquier momento —murmura—. Ah, odio cuando me sacan sangre, me deja fatal.

Extiendo mi mano y la coloco en su espalda, acariciándolo suavemente. Hace apenas unos minutos, el doctor le envió a hacerse análisis para confirmar si está embarazado o no. Por lo general, Jimin no tiene problemas con las agujas, pero hoy es diferente, sus nervios están completamente alterados.

—Deberías comer algo —le sugiero, preocupado—. No tienes nada en el estómago, es normal que te sientas descompuesto.

Jimin respira profundamente y lleva una mano a su vientre. No puedo evitar sonreír al ver tal gesto, es muy tierno y ya se ha vuelto parte de él.

—Si como algo ahora, lo más probable es que lo vomite. Mejor intentamos desayunar cuando salgamos de aquí —me mira con esa sonrisa tan dulce que siempre me calma—. ¿Tú no tienes hambre? No desayunaste nada.

Estoy a punto de negar, pero justo en ese momento, mi estómago ruge con fuerza, traicionándome. Jimin suelta una risa ligera.

—Te dije que tenías que comer algo.

Asiento, aunque la verdad es que no podía concentrarme en comer esta mañana. A las dos de la madrugada, Jimin se levantó corriendo al baño y tuvo sus primeras náuseas gracias a nuestras bebés. Al principio me sentí confundido, lo primero que puede pensar es qué quizás le dolía la pancita y por eso necesitaba ir al baño.

Cuando escuché la arcada, reaccioné sin pensarlo y me levanté de inmediato para entrar al baño junto a él. Claro, Jimin no tardó en quejarse y pedirme, casi alterado, que no lo viera en ese estado. Pero lo ignoré. Simplemente me senté a su lado en el piso, estaba decidido a no dejarlo solo. Aunque me sentía algo inútil, me esforcé en hacer lo que podía: le sobaba la espalda con suavidad y le traía agua cada vez que lo necesitaba.

No pegamos ojo en casi toda la noche. Justo cuando creíamos que las náuseas se habían calmado, él volvía corriendo al baño. Era extraño, una experiencia completamente nueva. Hasta ese momento, Jimin había pasado las primeras dos semanas sin señales de náuseas ni vómitos.

La aventura apenas está comenzando para nosotros.

Ahora, mientras estamos en la sala de espera, Jimin extiende su mano hacia su bolso y saca un paquete de galletas. Me lo tiende con una sonrisa que, a pesar de su cansancio, me contagia tranquilidad y alegria.

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