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Esa tarde se centró en el cuerpo. Gran parte estaría en penumbra, pero puso una fuente de luz cercana para captar mejor los detalles de la piel pálida, cada curva, pliegue o depresión que encontrará en la carne.

Esta vez no hubo música, Hyunjin estaba dormido y no quería molestarle, pero eso no impidió que el trabajo le absorbiera por completo. Se obsesionó con la curva del esbelto cuello y la forma en que un rizo dorado caía desde su prisión y rozaba la piel suave y pálida. Cada veinte minutos sonaba una alarma para que Han pudiera descansar, pero él no se detenía, incluso

cuando el muchacho se sentaba en el cercano taburete, cubierto con una manta, seguía buscando las formas en el lienzo. Se dio cuenta de que tenía la silueta de cada músculo grabada en la memoria y, aun así, siguió buscando respuestas en su desnudez.

Tras uno de los descansos, Han cambió ligeramente la pose, en una torsión que dejaba a la vista del pintor una visión privilegiada de su trasero. No le corrigió. Ni siquiera pensó en si aquello estaba bien, en sí al muchacho le molestaría. Las pinceladas se superpusieron sobre lo que ya había pintado, creando un extraño efecto de movimiento nacido de su propia fiebre.

La pintura estaba llena de preguntas para cualquiera que la observara.

¿A dónde iba? ¿Huía de algo? De ser así, ¿quién o qué le perseguía? Parecía una especie de ángel buscando la salida de un mundo que le era ajeno.

Provocaba inquietud, un impulso de advertir, de proteger, de intervenir de algún modo. Y al ser un imposible, resultaba frustrante. Felix sabía, sin resquicio para la duda, que debía estar al final de la exposición, pues todos los pasos se iban a detener ahí. O quizá no. Todavía tenía tiempo para pintar un par de obras. Las ideas bullendo en su cabeza le provocaron la conocida

sensación de querer enfrentarse a un nuevo lienzo blanco. Incluso podría hacer una serie. Dar alguna respuesta o crear otras dudas.

—... de lo normal —escuchó a medias.

—¿Cómo?

—Que hoy estás más callado de lo normal.

—Ah... —Felix parpadeó como si despertara de un sueño—. Sí, perdona. Me he concentrado demasiado, aunque no sé si nunca es demasiado.

—¿Qué estás pintando ahora?

—Es... el mismo. Pero creo que lo he terminado. —Dejó el pincel y se incorporó poco a poco—. Creo que no necesita una sola pincelada más. ¿Quieres verlo?

—¡Claro! Aunque todavía tenemos tiempo si quieres añadir algo o trabajar en otra cosa.

Llevado por la curiosidad, Han se acercó tal cual estaba, sin cubrirse.

Pudo oler las notas residuales de su propio jabón, pero el perfume personal del modelo ya era más intenso que cualquier aroma artificial. Las notas dulces y picantes hormiguearon en su olfato y le erizaron la piel. Sintió de nuevo el impulso de tocarle, el mismo que le asaltaba ante las estatuas que le resultaban hermosas, pero este impulso venía con algo más, el calor que desde que había empezado a pintarle despertaba en sus venas.

—Aún tengo que buscarle un título... —comentó centrándose en la imagen del lienzo.

Han podía reconocerse en él, pero al mismo tiempo era algo distinto, dotado de un extraño misticismo. La figura parecía surgir o estar siendo engullida por las sombras que la misma lámpara que portaba vomitaba. Estas tenían un aspecto inquietante, parecían humo, pero también alquitrán que trepaba por los pies del muchacho perdido, revelando en los tobillos los

Obsesionado (JILIX)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora