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A la mañana siguiente, Hyunjin entró en tromba en la tienda de Ryunjin y fue derecho al mostrador, donde la mujer atendía a un par de chicas.

—Me ha bloqueado el teléfono.

Las dos jóvenes, de unos veinticinco años, callaron y le miraron sorprendidas. El policía iba tan arreglado como siempre, de uniforme y afeitado, pero sus ojeras y el gesto no inspiraban demasiada confianza.

Ryunjin le lanzó una mirada asesina que le hizo callar sin necesidad de palabras y dulcificó el gesto al dirigirse a sus clientas, que no eran las únicas de la tienda, aunque el resto solo curioseaba.

—La cesta os sale económica para regalo porque, además de ser vistosa, incluye incienso y un encendedor elegante. Si el problema son los aromas, estas son de muestra, podéis escoger los que queráis, iguales o diferentes. —explicó manipulando el contenido de un cestito.

—A mí me valen así, distintas. —dijo una de las chicas, sin escuchar el resoplido impaciente de Hyunjin.

La otra cogió una de las velas. Eran botes similares a los de confitura, cada uno con un nombre único y un texto explicando los ingredientes, la historia o los momentos recomendados para encenderlas.

—Jess es muy lectora. ¿Nos cambias este por el de Librería Antigua? El resto son perfectos.

—¡Claro! Y de regalo... —Ryunjin se inclinó para sacar un objeto de madera alargado de debajo del mostrador—. Un porta inciensos. Dadme cinco minutos para prepararlo, ¿tarjeta o efectivo?

Cuando las clientas se fueron, Hyunjin, que había estado leyendo etiquetas por matar el tiempo, volvió a acercarse a toda prisa. No pudo abrir la boca antes de que Ryunjin clavara un dedo en su camisa.

—Ni se te ocurra volver a hacer lo que has hecho. Nunca. A mí no se me pasa por la cabeza ir a tu puesto de trabajo a contarte mis problemas, mucho menos avasallando, y espero el mismo respeto. Sea por mi hermano o por cualquier otro motivo.

Eso apaciguó los ánimos del policía, que tuvo la decencia de sonrojarse un poco.

—Lo siento. De verdad, Ryunjin, soy un capullo. —Como ella no lo negaba, continuó, metiendo las manos en los estrechos bolsillos del pantalón. Había perdido todo su aspecto autoritario en cuestión de segundos—. Felix me ha bloqueado. Llevo intentando llamarle desde que me dijiste que ese chico seguía allí. Al principio enfadado, lo reconozco, no pensaba decirle cosas bonitas de oír..., pero luego pensé en intentar arreglarlo. Y da igual, porque me tiene bloqueado de todas partes. ¿A ti te ha dicho algo?

Ryunjin frunció el ceño. Le dirigió una mirada preocupada mientras volvía a guardar los papeles y las bolsas que usaba para embalar sus productos.

—Hace días que no sé nada de él, la verdad. No responde al teléfono. ¿Por qué te ha bloqueado? ¿Le has dicho algo que no debías?

—¿Cómo le voy a decir nada si estoy bloqueado? ¿Tienes pensado ir a verle? ¿Podrías intentar convencerle de que quede conmigo?

Ryunjin resopló y negó con la cabeza.

—Lo haré si consigo contactar con él. —Echó un vistazo a la puerta. La cosa parecía tranquila de momento—. ¿Quieres tomarte un té en la trastienda y hablamos?

—No puedo entretenerme. Tengo el coche patrulla aparcado fuera, la gente pensará que estoy atiborrándome de donuts en el Sweet Cook. —señaló la calle.

—No te entretendré mucho. Además, a nadie le extraña que estéis comiendo donuts en horario de servicio.

Ignorando lo que acababa de pedirle, Ryunjin se metió en la trastienda y fue directa a calentar agua. El espacio tras la puerta junto al mostrador servía de despacho y de saloncito, pues Ryunjin había puesto una pequeña mesa redonda con cuatro sillas y había decorado la habitación con el mismo gusto que el resto de la tienda.

Obsesionado (JILIX)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora